Pedro López Hernández, Author at Mexicanísimo (mexicanisimo.com.mx)
Como se sabe, la historia de México es amplia y diversa, desde hechos sorprendentes hasta relaciones inimaginables con otros rincones del mundo. Este es el caso de Filipinas, nación asiática que en algún momento estuvo fuertemente vinculada con el Virreinato de Nueva España, actual territorio mexicano. Entre ambos países hay una historia semejante: la colonización española.
De hecho, Miguel López de Legazpi es el avasallador de la isla asiática, aunado a que se deshizo de rivales portugueses. Si bien, ya hay antecedentes de presencia española, fue hasta 1565 que formalmente se hizo la conexión entre América, Europa y Asia.
En España aún quedan recuerdos de este episodio histórico, como el Museo Oriental de Valladolid, el cual por sí mismo habla de esto, precisamente porque es una extensión de los agustinos que viajaron a Extremo Oriente. El director y divulgador del lugar, Blas Sierra de la Calle explica lo siguiente: “Las relaciones entre Filipinas, España y México se desarrollaron a partir de 1565, una vez que el fraile agustino Fr. Andrés de Urdaneta consiguiera viajar a Filipinas desde el puerto de Navidad, en 1564 y regresar a Acapulco en 1565, descubriendo el llamado ‘tornaviaje’ del Oriente. El descubrimiento del ‘tornaviaje’ abrió la puerta de Oriente para España, a través de México, por medio del Galeón de Manila o Galeón de Acapulco. Desde 1565 hasta 1815, a través de la ruta del llamado Galeón de Acapulco, Galeón de Manila o Nao de la China, a lo largo de 250 años, 108 galeones cubrieron regularmente la ruta entre Acapulco y Manila. Otros galeones completaban el recorrido entre Veracruz y Cádiz, en España”.
El arribo de españoles a Filipinas (bautizadas así más adelante en honor al rey Felipe II) permitió que Nueva España tuviera contacto no sólo con las islas, sino con otros territorios como lo son Japón y China, esto debido al intercambio cultural que se realizaba a través de la famosa ‘Nao de China’, también conocida como ‘Galeón de Filipinas’.
Krystil Obispado, profesora en la Universidad de Filipinas y por supuesto, investigadora de la historia colonial, afirma que justamente estos intercambios entre México y Filipinas incluso llegaron a ser de personas; además brinda datos completamente claros, resultado de su ocupación:
“A través del comercio de galeones, que se prolongó durante dos siglos y medio, se produjo un continuo intercambio de personas, objetos, animales, plantas, tecnología y enfermedades. Dado que no podemos abordar todo aquí, podemos centrarnos en la migración de personas desde y hacia México/Filipinas y su impacto en la vida cotidiana. En la primera expedición encabezada por Miguel López de Legazpi desde México a Filipinas en 1565, en una tripulación de 400, la mayoría eran mexicanos. Debido a la lejanía de la Península Ibérica a Filipinas, la Corona española dependía de los mexicanos durante el período inicial de la conquista. Podemos identificar tres grupos mexicanos que emigraron a Filipinas: criollos, indios y mestizos. Los criollos, el grupo de élite, compuesto por funcionarios, sacerdotes y comerciantes, tenían la población más pequeña y residían en la ciudad de Manila. Los indios y mestizos de la clase baja sirvieron como soldados, marineros y colonos. Bernal también mencionó que se casaron con los nativos y se les otorgaron tierras en las islas de Luzón, como Pampanga, Cavite y Masbate. Es un dato interesante que en la provincia de Pampanga, hay un pueblo llamado México”.
“Muchos filipinos que iban a México sirvieron como marineros, comerciantes, esclavos, trabajadores y soldados de los barcos. Oropeza (2007) tiene un estudio exhaustivo del período del comercio de galeones, donde examina las ocupaciones, los derechos legales y el lugar de residencia/trabajo de los indios chinos (asiáticos que llegaron a Acapulco a través del barco). Según ella, al llegar a Acapulco, muchos se quedaron y trabajaron como jornaleros, sirvientes o esclavos en las plantaciones de coco en la costa occidental de Mar del Sur. Sin embargo, otros decidieron mudarse a la Ciudad de México, donde podrían trabajar como comerciantes, peluqueros y obreros. Los vendedores de indios chinos se quedaban en el parián de la plaza del pueblo para vender artículos del galeón, generalmente telas asiáticas. Por supuesto, los de las islas Filipinas eran los más baratos, con un precio que oscilaba entre dos y cuatro tomines según el grosor, el tamaño, el color y la técnica utilizada. Ejemplos son las mantas de moro e ilocos, el tejido de medriñaque y otros tejidos de algodón como la sinabafa. Otro estudioso, Bonialian (2016), comentó que los indígenas mexicanos, especialmente los de clase baja, favorecían la sinabafa, hecha en camisa, calzón, cobertor de cama y tilma (cobija), de lo cual podemos deducir que los bienes del comercio asiático afectaron el consumo cotidiano de la población mexicana”; aclara la profesora-investigadora Obispado.
El Museo Nacional de Filipinas, albergado en un edificio palaciego, aborda la historia de este archipiélago a través de obras de arte, entre ellas hay muestras del pasado virreinal de la nación como retablos y esculturas, además de otra infinidad de obras. Arnulfo F. Dado, curador de este espacio y arquitecto, quien está asignado en la División de Artes Arquitectónicas y Patrimonio Construido, comenta que Filipinas tiene parte esencial de España en sus calles, cosa que demuestran la catedral, la plaza principal y todo el casco antiguo, que también recuerdan a los de ciudades portuarias como Veracruz:
“La arquitectura del período colonial español rastrea la introducción del Catolicismo, y la transformación de los asentamientos orgánicos en ciudades para la forma de gobierno del colonizador. La arquitectura del periodo colonial español muestra el modelo de construcción ibérico impulsado por la estética de monumentalidad. Ejemplos de esta arquitectura colonial son las fortificaciones, iglesias, edificios gubernamentales, estructuras domésticas y otras infraestructuras. Según Gerard Lico (2008) la arquitectura de fortaleza en Filipinas fue diseñada con base al principio del sistema de baluartes de las ciudadelas medievales de Europa, caracterizado por un tramo continuo de muros perimetrales poligonales conectados por recintos sobresalientes llamados baluartes en cada esquina del polígono. Los fuertes típicos pueden tener tres lados o más, con paredes de tres a diez metros de espesor llamadas cortinas. Encima de algunos de estos muros había descansos de piedra (casamatas) sobre las que descansaban armas de artillería”.
Las calles de Manila (capital filipina), son un gran tesoro por descubrir, precisamente porque a través de sus adoquines y las plazuelas, hay momentos que han quedado plasmados en el tiempo. La catedral de Manila es muestra de ello, pues a través de una escalinata que da directamente a la plaza mayor, sobresale gris y sombría, con tres arcos que representan al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. En medio de cada arquería hay estatuas blancas y frías que acentúan el halo europeo en la ciudad.
Ejemplos como el Baluarte de San Diego o el Fuerte Santiago son completamente similares a los de Campeche e incluso a la Fortaleza de San Carlos, ubicada en Perote. De hecho, el Fuerte Santiago, en primera instancia, tiene semejanza con las construcciones rojizas del centro histórico de la Ciudad de México, otra característica común entre ambas naciones. De hecho, el fuerte era limitante de una ciudad reservada para los españoles, cosa que sucede con los centros históricos de ciudades como Puebla o Mérida, pues en dichas extensiones únicamente vivían peninsulares.
“Un ejemplo de arquitectura de fortaleza es el Fuerte Santiago. Gérard Lico (2008, 123; 2020, 23) explica que la fortificación diseñada por Leonardo Iturrino, comenzó a construirse en 1591 y se terminó en 1634. Fue la segunda más importante fortaleza que se construiría en piedra en Manila, levantada después de la fortaleza Nuestra Señora de Guía, posteriormente incorporada al Baluarte de San Diego. El fuerte lleva el nombre del patrón de España, Santiago (Santiago el Grande). El Fuerte Santiago fue construido en el ángulo más agudo entre el río y la bahía, y este funcionó como el centro militar de la colonia. Después, el área de la muralla se incorporó en la piedra pentagonal de la fortificación de Intramuros – una ciudad amurallada española”; aclaró el curador Arnulfo F. Dado.
La entrada del Fuerte Santiago sigue siendo imponente, pues la parte principal está franqueada por sendos muros, mientras que en lo alto exhibe un relieve del apóstol Santiago cabalgando, aunado a que debajo yacen tres escudos heráldicos, aunque el sobresaliente, es decir, el de en medio, es el que pertenece a España (pese a que en la actualidad es otro), donde una corona, al igual que dos pilares, le otorgan el carácter de la realeza.
La huella de México en Filipinas no se limita al ámbito arquitectónico ni estético, pues hay más cosas que ambas naciones poseen y que son contrarias a su cultura original. Un caso interesante es la presencia y adopción de palabras de origen náhuatl, hasta hoy día usadas en Filipinas, así como productos mexicanos. De hecho, muchas de las actuales costumbres o personajes icónicos de México se ven influenciados por lo asiático, como la china poblana, de quien se especula que su verdadero origen era filipino. Incluso en la actualidad el mango Manila es muy consumido en el territorio.
Otra de las coincidencias entre el país asiático y el país americano es el nombre de las personas, así como sus apellidos. De hecho, en México hay elementos que recuerdan este enlace con Asia, desde muestras de marfil hasta una obra barroco-salomónica ubicada en el ex convento franciscano de Tlaxcala, tratándose del retablo de san Francisco que es de labranza filipina y no sólo hace alusión al significado católico, sino posiblemente a la conexión Asia-América-Europa, de ahí que se divida en tres mundos.
“Albala (2003) mencionó tres grupos distintos de indoamericanismo que se extendieron por todas las lenguas filipinas. Primero, entre los nombres de las plantas, por eso conocemos cacao, caimito, camachile, camote, sili (chile), guyabano (guanábana), bayabas (guayaba), maiz, maní, papaya y tabaco, entre otros. Al igual que todas las otras culturas materiales, estas plantas fueron traídas a Filipinas a través de barcos Manila-Acapulco. Dado que son perfectos con el clima filipino, se están produciendo abundantemente hasta el presente. Como resultado, cambió el paisaje de la flora filipina estuvo más cercana a la de México”.
“El segundo se puede clasificar como alimentos preparados como el ate, el atole, el chocolate y el tamal. Cuando se trata de chocolate, ya mencioné que el cacao fue traído a Filipinas a través de los galeones en el siglo XVII. Como resultado, el chocolate se hizo popular ya en el siglo XVIII. Los indígenas, tanto pobres como ricos, comenzaron a beberlo a cualquier hora del día (de San Antonio, 1738). Finalmente, tenemos utensilios y objetos importados de las culturas indoamericanas como la butaca, cigarro, gangoche, habano, petaca, tapanco, tiangue y tiza. Además de lo que he mencionado en respuestas anteriores, diría el tiyanggi, un término de la palabra náhuatl tianguiztli o tiangui. Desde la época colonial, adoptamos esta práctica en Filipinas para referirnos al mercado semanal en los pueblos. Al igual que los parianes de las principales ciudades mexicanas, los tianguis se convirtieron en el lugar de venta de mercancías importadas y locales”; manifiesta la profesora-investigadora Krystil Obispado.
Efectivamente, en las Islas Filipinas se realizan tamales como en México, pues los de Pampanga están envueltos en hojas de plátano, tal como los jarochos o los oaxaqueños; incluso la masa lleva el mismo color así como ingredientes parecidos, aunque el toque asiático es el arroz, junto al huevo cocido, pollo, jamón y nueces. Por otro lado, el tamal de la provincia de Cebú (también conocido como binaki) se envuelve en hoja de maíz, siendo este junto con el arroz los ingredientes principales; de hecho la apariencia es similar a la del tamal común. Pero la influencia del maíz no termina, ya que hay una bebida filipina llamada ‘mais con yelo’, la cual contiene por supuesto maíz, hielo, azúcar y leche, misma que se consume durante días calurosos.
Por su parte, el Museo Oriental de Valladolid confirma diversas cosas y una de ellas se trata de la adopción del catolicismo, pues en las exposiciones es posible contemplar una colección de marfiles filipinos, que recrean escenas como la Pasión de Cristo, o bien, adoración a diversos personajes. De hecho, hay grabados realizados en Manila.
“Humboldt comentaba que en México se decía que la Nao de Acapulco, en su viaje hacia Oriente, ‘iba cargada de plata y frailes’. Los principales pasajeros eran misioneros, oficiales reales, mercaderes y soldados, que llevaron a Filipinas una nueva religión y cultura, así como nuevas costumbres. Además del catolicismo, a través del galeón llegaron la tradición del ‘compadrazgo’, la danza del ‘moro-moro’, fiestas folclóricas relacionadas con el calendario cristiano, como la Cruz de Mayo, los Moriones de Marinduque, los penitentes de Semana Santa, hasta imágenes religiosas esculpidas o pintadas”; afirma el director Blas Sierra.
También el divulgador Sierra de la Calle comenta que si bien de parte de México hay cuestiones presentes en el archipiélago, nosotros también heredamos partes de allá, incluso la conexión con Filipinas permitió que México tuviera contacto con las especias indias, asimismo se conocieron telares filipinos.
“En su largo y venturoso viaje desde Filipinas hasta México, el Galeón de Acapulco transportaba mercancías procedentes de China, India, Japón, Las Molucas y otros mercados orientales. De Ceilán, Las Molucas, Java y Banda, procedían las diversas especias: clavo, canela, jengibre, pimienta, nuez moscada, cúrcuma, etc. La seda, el marfil y las porcelanas venían generalmente de Cantón y Amoy en China. Cada año llegaban a Manila entre 20 y 60 juncos chinos cargados de mercancías. El pago se hacía en pesos de plata de México y Perú. El galeón llevaba también algunos productos filipinos como el algodón, las mantas de Ilocos, la canela de Mindanao y la cera. De la India y el Sureste Asiático llegaban a Manila alfombras y tapices, vestidos de algodón y otros productos. Del puerto de Manila salían hacia México alfombras persas, lacas chinas y japonesas, abanicos y madreperlas de Cantón, té, cigarrillos, objetos de oro y orfebrería y mil cosas más…Con todos estos productos orientales tenía lugar en Acapulco ‘la feria más renombrada de todo el mundo’ según Humboldt. De allí algunos productos quedaban en México y otros iban a Veracruz para ser embarcados en la flota y atravesando el Atlántico llegar a los mercados españoles. Otra parte iba a Callao en el Perú”.
Acentuando estas costumbres católicas, como bien lo menciona Krystil Obispado, la advocación de Guadalupe ha tenido trascendencia en Filipinas, si bien no en masa, sí es reconocida, justamente por el proceso histórico e ideológico de colonización. La profesora Obispado aclara que el caso de México, en donde se sustituye a Tonantzin por la advocación mariana, también impactó allá, precisamente por el color de piel, cosa que permitió que muchos se sintieran atraídos e identificados, como bien lo menciona, al punto de que en Makati había un lugar donde se rendía culto a esta estatuilla que jugaba un papel importante para la colonización y dominio, el cual duraría siglos, logrando la unificación de territorios, esto con fines político-económicos.
“La similitud más llamativa sería la religión católica, particularmente la devoción a el nazareno negro o Nuestro Padre Jesús Nazareno; y la virgen de Guadalupe. Ambos cultos se difundieron y llegaron a Filipinas a través del comercio de galeones: la imagen del nazareno negro llegó a Manila procedente de Acapulco en 1606, mientras que la devoción a la advocación de Guadalupe en México continuó en Filipinas. Aunque el culto de esta, que se inició en Extremadura, se extendió por todo el Imperio español, la historia de la aparición milagrosa ante el nativo mexicano habría atraído más en Filipinas. Podemos decir que los nativos de ambos países pueden identificarse rápidamente con estas imágenes religiosas por sus rasgos, especialmente el énfasis en sus rasgos más oscuros, ya que las figuras estaban hechas de maderas oscuras endémicas de las colonias. Hasta el día de hoy, han atraído a una gran cantidad de seguidores”.
“Filipinas estuvo vinculada a España durante 333 años, desde 1565 hasta 1898. A lo largo de estos más de tres siglos hubo varios momentos de tensión y revueltas. El movimiento propiamente independentista se fraguaría a partir de 1892 con la creación de la asociación del Katipunan; se acentuaría con la ejecución del héroe nacional José Rizal en 1896, y culminaría con la Guerra de Independencia de España en 1898, pasando a partir de entonces a depender de los Estados Unidos”; manifiesta Blas Sierra de la Calle.
Cabe aclarar que en el país asiático disminuyó el número de hispanohablantes, esto por la presencia de Estados Unidos y su dominio, aunque más adelante volverían a independizarse. Dos mundos que parecían diferentes lograron acentuar no sólo las características propias, sino también las contrarias, pues hasta hoy día perduran. Pero más interesante aún es saber que en medio de las calles de los centros históricos de las ciudades filipinas y de las ciudades mexicanas, hay memorias que deben contarse. La relación entre Filipinas y México es una aventura al presente y al pasado que recuerda la gloria de estos países, así como su reconocimiento a nivel mundial por ser importantes centros de conexión con otras naciones.
Nota: La fotografía corresponde a Guide to Philippiness y su uso es para fines informativos.