En medio de los callejones de Querétaro sobresale una casona virreinal con fachada clara, balcones de hierro forjado, un portón sombrío y en el marco de la puerta gris, una inscripción que dice ‘IHS’ con una cruz. Se trata de la ‘Casa de la Zacatecana’, un conjunto lleno de belleza europea y bañado en misterio.
El lugar está atrapado en el tiempo. El museo se divide como en la época del virreinato, abajo las habitaciones de la servidumbre (evidentemente ahora tienen otro uso) y se reserva la planta alta para recrear la vida de sus ocupantes. El patio muestra una arcada sencilla; mientras que en él, hay dos cosas, una fuente y al lado, una fosa con dos esqueletos que recuerdan un crimen perpetrado allí.
De acuerdo con la leyenda, la propietaria y su esposo se mudaron a Querétaro, pero como él debía encargarse de sus negocios en Zacatecas, ella no soportó la soledad y tuvo un romance con uno de sus sirvientes. Acorralada por el odio y la pasión, asesinó a su esposo, para después silenciar a su amante. Los cuerpos fueron enterrados en las caballerizas de la casona. No obstante, una mañana fue encontrada muerta, sin saber quién la ejecutó.
El licenciado en Historia y guía del museo, Jesús Trejo, añade lo siguiente respecto a la casona: “emitir un juicio respecto a la veracidad de la leyenda es una cuestión complicada, pues sospechamos que fue transmitida de manera generacional. Pero no fue hasta que Valentín Frías publica una compilación de cuentos, entonces comprendimos mejor la leyenda. Sin embargo, aquí en el museo, hemos encontrado algunos documentos y archivos que datan de 1808-1809, y en esos años ya se refieren a esta casona como casa de la zacatecana”.
La construcción del edificio es muy antigua, a diferencia de otros como el palacio de la marquesa, ubicado en la misma ciudad. “Los estudiosos y restauradores de este edificio, comentan que fue construido en dos fases. La etapa inicial fue durante la primera mitad del siglo XVII, momento en que Querétaro obtiene el título de ciudad. No sabemos cómo, pero creemos que, a través de donaciones, ésta casa terminó como parte de los bienes del Convento de Santo Domingo, de la ciudad de Querétaro. Y fue así durante la mayor parte de la etapa colonial y hasta lo que fue la reforma de Juárez”; señaló el historiador Jesús Trejo.
El inmueble por sí mismo y por la leyenda que alberga es un tesoro, aunado a que bajo su seno hay piezas importantes como un óleo pintado por la mano de Miguel Cabrera. Se trata del Cristo de Ixmiquilpan, un patrocinio para un hacendado de Hidalgo y su familia. También hay piezas de porcelana china, relojes y hasta esculturas, sin contar las lámparas palaciegas, el mobiliario y la cristalería.
El guía del museo explicó: “tenemos piezas como la copera de la Compañía de Indias Orientales y cristalería del centro de Europa, como la rojiza que es muy difícil de lograr, pues esta adquiere dicho color a través de incorporar al cristal óxido de oro, a una temperatura muy específica para mantener el color”.
La casa ha tenido la propia función, no obstante también ha servido como sede de la primera secundaria general del estado de Querétaro e incluso fungió como biblioteca. Pero más adelante se rescataría, como comenta Jesús Trejo: “En la década de los 90, nuestro fundador, el licenciado José Antonio Origel, decidió adquirir el edificio, notando que estaba muy bien conservado. A su vez, él era coleccionista desde los 14 años y logró reunir una vasta muestra de arte decorativo. Entonces, trae a Querétaro toda su colección privada, proveniente de su casa en Guanajuato. Tristemente, no llegó a ver su sueño materializado, ya que falleció en 1998, mientras que el museo abre en 2001”.
El lugar forma parte de la extensión del centro histórico, el cual es Patrimonio de la Humanidad, por la UNESCO. Para conocer mejor la casona, existe una página web que se titula Museo Casa de la Zacatecana y allí se dan detalles importantes como el costo de la entrada y el horario; de hecho, hay precio especial para niños menores de 10 años, sólo pagan $35 pesos.
La zacatecana existió, pero no se conoce si su engaño se consumó o simplemente se trata de un rumor, aunque la verdad es que su figura, vestida de negro por su viudez, está condenada a ser vista con admiración o desprecio por los visitantes, mientras ella les devuelve una mirada compasiva o bien, arrogante.