La industria cinematográfica ha realizado filmes que se han situado a lo largo del país. Por tanto, se han retratado paisajes como los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, incluso poblaciones rurales que son testigos de amores imposibles, masacres y conflictos que nunca se resuelven.
En Tlaxcala, muy cerca de la capital, hay un cerro llamado ‘San Lorenzo’ y justamente ahí se levanta una construcción católica completamente barroca, con dos torres blancas de argamasa, mientras el resto de la edificación es ladrillo. Todo el lugar parece un pastel barroco, donde reposteros pusieron cuidadosamente detalles interesantes.
La fachada del lugar resulta recargada, mientras tanto desde la entrada el oro, con que está bañado el recinto, reluce. Desde las columnas hasta los marcos de las pinturas y el techo; gran parte brilla, debido a que el metal empleado fue de 24 quilates. La época en la que se erigió el monumento corresponde al virreinato de Nueva España, incluso lugares como la sacristía confirman esto, pues dentro hay cuadros que representan la Pasión de Cristo, cuyo estilo parece el del pintor Miguel Cabrera.
No es de extrañar que por tal razón, la basílica de Ocotlán haya sido escenario de una importante película llamada ‘La malquerida’, siendo la pionera de las grandes producciones que usó como escenario a Tlaxcala, pues se adelantó a ‘La escondida’, ya que la primera se estrenó en 1949 y la otra se filmó en la década de los 50.
La producción, que contó con la actuación de Dolores del Río y Pedro Armendáriz, muestra contenido que es claro indicio del costumbrismo. Por ejemplo, la hacienda y su distribución, el vocabulario, el perfil de los personajes. La historia muestra a del Río (Raimunda) como una madre que contrae nupcias con don Esteban (Armendáriz), pero su hija Acacia (Columba Domínguez) lo rechaza. No pasa mucho tiempo para que Acacia deje de sentir odio hacia su padrastro, para convertirse en amor; después de ello Raimunda sufre porque el pueblo entero la proclama ‘la malquerida’.
En algunas tomas de la cinta se ve la basílica por fuera, con su inconfundible entrada; pero una escena que inmortalizó a Ocotlán es cuando del Río entra en el complejo lleno de oro, donde se le presenta la prueba de que su esposo, don Esteban, la engaña. Agobiada, sale del lugar y parte hacia la hacienda, pero antes la producción nos regala nuevamente la postal de Ocotlán, rodeada de tranquilidad y de árboles que la dotan de vida.
Gracias a esta filmación y a la atracción que la basílica ejerce en los visitantes, puede confirmarse el refrán: “El oro y la miel, donde están parecen bien”.