Película mexicana dirigida por Roberto Gavaldón en 1956. Basada en la novela homónima de Miguel N. Lira. Ambientada en la hacienda El vergel del estado de Tlaxcala. El texto cinematográfico lo llevaron a cabo José Revueltas y Gunther Gerzso, bajo la tutela del escritor N. Lira. Fotografiada por Gabriel Figueroa. La edición de Jorge Bustos, consiguió el Ariel del mismo año.
Melodrama singular, aderezado con canciones de Cuco Sánchez. Con las actuaciones de María Félix, Pedro Armendáriz y Andrés Soler. Ya a la distancia del tiempo recorrido por esta cinta filmada en la Época de Oro, resulta delirante volverla a ver, intentar separar a la diva nacional, personaje central, Gabriela, vendiendo aguamiel en la estación del ferrocarril en tiempos de la revolución; campesina, comprometida con Felipe Rojano, tlachiquero de oficio —Pedro Armendáriz. La figura de Andrés Soler encarna al general y gobernador Nemesio Garza, muy semejante a Don Porfirio.
Increíbles, también, las escenas donde Gabriela, la campesina que se volvió ladrona, es tratada de ser sobornada y seducida por el tendero de la hacienda, acusada del hurto. Al defender su honra en el camastro, se nota en uno de sus pies, en el empeine de la diva, un curita color carne, claro, creo, por la falta de costumbre al uso del tosco huarache. Otra escena memorable, el amarre de Felipe Trujano a un nopal bellísimo e inmenso, igual que Prometeo encadenado. Ahí mismo, en otro momento, Gabriela ya siendo amante del gobernador, engalanada a lo más estricto de la moda parisina, baja del ferrocarril a pedir perdón, de hinojos y besarle los pies al novio ofendido, crucificado.
Son muy reales las escenas de los peones trabajando el tlachichol, con sus cantos y rituales. Una tras otra, las incoherencias o virtudes, que el correr de los años nos deja el tiempo de la historia filmada. Muy bien reflejada la corrupción, que seduce desde entonces, a vencedores y vencidos en las querellas existenciales.