Para quienes amamos la salsa y no solo la que se baila sino la que se consume en taco, estamos muy familiarizados con una herramienta que permite elaborar las mejores salsas: el molcajete. Tuve la fortuna, desde niña, de que mi abuela hiciera salsas martajadas. Para mí fue una pieza cotidiana de la cocina de mi familia y es algo que digo con un poco de nostalgia, porque actualmente, ya no se usa con tanta frecuencia.
El molcajete tanto como el metate son utensilios de origen prehispánico en Mesoamérica. Según el INHA, molcajete viene de las palabras náhuatl mollicaxtli y temolcaxitl, que significan ‘cajete para la salsa’ o ‘cajete de piedra para el mole’.
El molcajete es una piedra tallada y aunque lo damos por hecho, pensemos un poco en términos antropológicos. El tallado de piezas da cuenta de un alto grado de civilización; incluso las figurillas de cerámica permiten clasificar temporalmente a las diferentes culturas. Tanto la manufactura del molcajete, como su uso nos deja que ver el desarrollo de un época que da cuenta, principalmente, del dominio de los alimentos: las semillas, el maíz y el chile, por ende de la domesticación de estos y del asentamiento como sociedad.
Resulta sorprendente saber que el molcajete, como lo conocemos, no ha cambiado desde hace miles de años. Sigue teniendo funcionalidad y sigue habiendo de piedra volcánica y de barro. Si vemos a algún vendedor de estos artículos compremos unos, apoyemos la venta local, no regateen y sobre todo pregúntenle a sus abues cómo hacer esas salsas tan ricas.