Cuando la orden franciscana llegó a la Nueva España, una de las herramientas que utilizaron para la evangelización fue el teatro. Después de interactuar con la sociedad indígena y observarla, los franciscanos se dieron cuenta de que el proceso sería más fácil si hacían ciertas concesiones como aceptar algunas prácticas y símbolos y los adaptaban al cristianismo. Así, mediante este sincretismo comienzan a buscar similitudes entre mitos y signos para familiarizar a los indígenas y lograr que acepten la doctrina más fácilmente.
El teatro cumplió su función como método didáctico evangelizador. Las representaciones con contenido cristiano y moralizante se acompañaban además de música, vestuario, danza y se hacía mayormente en espacios abiertos pues el acceso era más fácil y podía acudir más gente.
Para cuando los jesuitas arribaron sabían ya que el teatro era una herramienta consolidada que podían utilizar de manera efectiva. Esta orden cultivó la dramaturgia en las instituciones que ellos denominaron como colegios. Así, en 1575 fundan el Colegio de San Pedro y de San Pablo y ese mismo año hacen la primera representación teatral por la fiesta de estos patronos: una tragicomedia. El teatro jesuita permite matices entre lo pedagógico y lo moralizante y es así como alcanza sus objetivos: celebrar, instruir y formar.
Algunos de los textos que nos quedan como muestra de este teatro del siglo XVI en México son: la Tragedia del triunfo de los santos, dos diálogos originalmente escritos en latín, Diálogo para la visita del padre Antonio de Mendoza, Diálogo en la visita de los inquisidores y la Égloga pastoril al nacimiento del niño Jesús.