Hablemos de algo dulce, para cambiarle al canal de las preocupaciones y las cuarentenas. Este 2020, cumple 85 años la churrería más famosa de México: El Moro.
¡Lo que no se podría decir de amores vespertinos iniciados compartiendo unos churros en el local original, ubicado en la avenida de siempre, que entonces se llamaba San Juan de Letrán y hoy posee un nombre horrible e impersonal! ¡Las filas que salían a la calle, esperando por una orden para llevar a casa o de regalo a la abuelita o de premio para los niños! ¡Los antojos de embarazo saciados con ese postre sopeado en chocolate (a la francesa, a la española, a la mexicana, el especial y hasta la versión light)! ¡La vida que ha transcurrido frente a su entrada, como el temblor del 85 que destruyó el local de enfrente, “La Súper Leche”, las frecuentes manifestaciones, los embotellamientos casi eternos, las inundaciones, los vendedores ambulantes y mil sucesos más!
Hoy la modernidad ha abierto paso a 12 sucursales, contemporáneas, muy blancas y semejando paredes de talavera, pero aquel local original sigue siendo el rey, aunque sea urgente darle una remozadita y ampliar el mínimo espacio reservado para la cajera ya que parece caja de cerillos.
El Moro es un sitio indispensable de nuestras tradiciones. Ya sea con azúcar y canela o el tradicional azucarado, es una tentación barata que deja satisfechos a todos, aunque hay que evitar el empacho o la sobrecarga de glucosa.
Herencia española traída a nuestro país por Francisco Iriarte y que funciona en el centro capitalino desde 1935, hoy recuerdo con afecto mis visitas a contemplar esos enormes rollos de churro en aceite, el pilón de siempre, mi preferencia por el chocolate sin nata, la democracia perfecta en el interior del local, visitado igualmente por ciudadanos de todos los estratos quienes son adictos a su sabor y a traer los recuerdos espolvoreados para hacer más benignas las tardes.
Ya volveremos a El Moro, nada más que dejemos de mantener Susana Distancia y a andar por la Alameda descubriendo a los más variados compatriotas. El Moro es un dulce tesoro nacional.