¡Ay, el teatro! Ese gran olvidado de la literatura. Ese género que ya muy pocos se paran a leer y que desde su origen ha nacido para trascender allende las páginas y hacerse vivo en los escenarios.
El teatro es un acto ritual, mágico, casi divino. El teatro crea historias, da voz viva a los pensamientos más oscuros, pone carne a los sentimientos más pasionales, otorga rostro a los mayores miedos. El teatro es el medio de transporte que nos conduce a otras realidades, a otras dimensiones, a otros tiempos. El teatro es uno de los mayores placeres que podemos experimentar en esta vida si aceptamos sumergirnos en sus profundidades.
Pocos países tan teatreros y teatrales como México. Pareciera que el pueblo mexicano lleva el teatro en la sangre (¡con razón les gusta tanto el drama!). Tendremos ocasión de hablar de los orígenes del teatro en el país, de sus diferentes manifestaciones, de personajes que lo han enaltecido y de los grandes protagonistas actuales. Tendremos tiempo de subir al teatro mexicano al escenario.
Pero hoy quiero comenzar rindiendo homenaje a unos gigantes silenciosos, garantes de la dramaturgia: los grandes teatros de México.
Imposible no comenzar este listado con el Teatro de la República de Querétaro. Ahí se representó uno de los más grandes dramas nacionales: el juicio y condena a Maximiliano, Miramón y Mejía. También fue el escenario de la proclamación de la Constitución mexicana. Inaugurado en 1852, actualmente es sede de la Orquesta Filarmónica de Querétaro.
El Teatro Degollado de Guadalajara es otro de los gigantes más imponentes de este país. Construido a mediados del siglo XIX, no sólo resalta por su imponente arquitectura, sino que ha sido y sigue siendo centro de importantes eventos culturales de todo tipo: teatro, ópera, conciertos, danza clásica y, claro (no olvidemos que el degollado está en Jalisco) es sede de las Galas del Encuentro Internacional del Mariachi y la Charrería.
Menos conocido por el público general, pero muy consentido por el público conocedor, es el Teatro Isauro Martínez de Torreón, Coahuila. Compite con el Teatro Juárez de Guanajuato por el puesto al teatro más bello de México (y no se lo digan a mis amigos guanajuatenses, pero yo voto por el Isauro Martínez).
No podemos omitir en este listado al palacio de los palacios (que no es el del metal ése): el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México. El edificio más bonito que yo afirmo haber visto jamás y el recinto cultural más importante del país. Claro que no solo alberga teatro, pero entre las muchas manifestaciones artísticas que acoge entre sus muros, no falta el teatro.
Hay muchos más teatro importantes de los que hablar, pero por hoy es necesario cerrar este recuento y lo hago con mi teatro favorito, que no es un teatro nada más, sino un complejo completo: el Centro Cultural del Bosque: un recinto que me ha regalado (es un decir, los boletos sí los pago) algunas de las experiencias dramatúrgicas más impactantes de mi vida. El Granero, El Orientación, El Galeón, la Sala Villaurrutia y el Julio Castillo siguen abriendo sus telones semana con semana para deleitar al público más exigente.
Si aceptan una recomendación, y andan por la CDMX, no se pierdan a la Compañía Nacional de Teatro en La Celestina y en Las preciosas ridículas (ambas en el Julio Castillo).
Y no se pierdan esta columna. Esta es la tercera llamada, tercera. Comenzamos.