Hace más de 100 años, durante la Revolución mexicana, varios retablos, ornamentos y esculturas fueron testimonios de la sangrienta relación entre la Iglesia y el Estado. Siempre existió tensión entre ambos, ya desde la Época colonial debido a las Reformas borbónicas. Sin embargo, la relación se tensó a finales del siglo XIX cuando se publicó la Reforma liberal, la cual dio un serio golpe a la influencia económica, política y cultural de la Iglesia Católica.
Pero, ¿cómo son los retablos? Para quien no los conoce a fondo, los retablos se encuentran dentro de las iglesias y son aquellas imponentes y hermosas estructuras arquitectónicas dispuestas de manera geométrica que se dividen en secciones separadas por molduras horizontales llamadas “cuerpos”, y secciones verticales separadas por columnas llamadas “calles”. A la unión de los cuerpos y calles se le denomina “encasamento”, donde se representan esculturas y pinturas. Todo este retablo se alza sobre un “zócalo” para evitar la humedad del suelo. Asimismo, encontramos el retablo dividido en dos partes: frontal y posterior.
La parte frontal, donde se encuentran los cuerpos y calles, se divide a su vez en dos partes: el Evangelio (que va del lado izquierdo) y la Epístola (que va del lado derecho). Esta parte frontal es la que va expuesta al público, mientras que la parte posterior sirve de base, compuesta de postes, tablones y vigas que dan soporte.
La articulación de los retablos se origina del alemán Flügelaltar (altar de alas). En la elaboración de un retablo no solo participaban arquitectos sino también escultores, carpinteros, entre otros artistas, debido a su complejidad. El proceso era costoso y lento.
Esta tradición de altares dentro de las Iglesias se origina en el Catolicismo del Barroco. Las iglesias españolas principalmente comienzan a construirlos en el siglo XVI. Por ello, llegan a México tras la conquista y se popularizan en las catedrales de nuestro país al estilo europeo.
Sin embargo, debido a la tensión que se vivía entre la Iglesia y el Estado y que se incrementó durante el siglo XIX, al estallar la Revolución mexicana en 1910, se levantaron legislaciones anticlericales extremistas, ocasionando que se destruyeran imágenes de santos, se destruyeran confesionarios, se desmantelaran e incendiaran retablos y se persiguieran y asesinaran curas. Posteriormente, en la Constitución de 1917, se incorporaron artículos que negaban a la Iglesia personalidad jurídica y a los sacerdotes sus derechos políticos. Estos artículos fueron la base del conflicto religioso que posteriormente se desarrolló como la Guerra Cristera en los años 20’s y 30’s. Algunos estados en el sur iniciaron campañas antirreligiosas que consistían en políticas culturales destinadas a erradicar lo que llamaban «fanatismo» y «superstición». Tales campañas recibieron apoyo directo del gobierno durante las presidencias de Plutarco Elías Calles (1924-1928), el Maximato (1929- I 935) y Lázaro Cárdenas (1936-1940).
Hoy en día el INAH ha restaurado algunos retablos en Yucatán, pero ha sido difícil encontrar las piezas puesto que muchos fueron desmantelados y utilizados para construir muebles, otros fueron totalmente destruidos y quemados, y otros les quitaron sus capas de oro con las que estaban cubiertos, por lo que unir las piezas de los retablos ha sido tarea casi imposible.