Por Sergio Huidobro
Para quienes nacimos en los años ochenta, e incluso para quienes ya estaban fumando el primer churro cuando nosotros nacimos, aquella es una década fragmentada, sin orden, llena de un caudal de estímulos difíciles de conciliar en la misma línea de tiempo: el cine de ficheras, el fraude electoral, el concierto de Queen en Puebla, el bar El Nueve, las noches de la Quiñonera, la ciudad devorada por el sismo, Maradona en el Azteca, Flans, Caifanes, el Espacio de Cositas. Todo junto. Hoy, todo ido.
Con todo y sus flaquezas, la visión vibrante y voluptuosa de Hari Sama sobre el México ochentoso en su quinto largometraje, “Esto no es Berlín” (2019), es tan arbitraria como los recuerdos íntimos. Probablemente nada haya sucedido como lo vemos ahí, pero como evocación de lo perdido, es tan real, lacerante y sensual como un viejo video grabado en super 8.
Sus protagonistas son dos estudiantes de prepa en la Lomas Verdes que se creía primer mundo; su viaje es el del DF subterráneo, vitalista y tiernamente patético en su pretensión: el retrato de los artistas adolescentes que morían y revivían todas las noches, en un limbo que se desentendía tanto de la realidad social como de la epidemia del SIDA.
El título de la película aparece primero en boca de alguien y después como texto en una intervención artística, y refleja la tierra de nadie cultural en la que habitan estos seres, que habitan los suburbios de clase media alta como si éstos fueran una sucursal de Berlín Occidental o el Western Village.
Pero no es así. Una excursión a Ecatepec para dar un concierto de post-punk new wave les revela estar más lejos del Estado de México que del propio Berlín; “nosotros somos banda-banda” les dice un entusiasta del rock urbano ecatepunk, a lo que Gera (José Antonio Toledano) responde: “nosotros quién sabe qué somos.”
“Esto no es Berlín” acierta al resucitar la mirada de esa ciudad desconocida para la mayoría, incluso entre sus contemporáneos. En el aire se agitan las referencias susurradas a la Quiñonera, el Bar el Nueve y otros recintos de culto, así como a las escapadas nocturnas de Juan José Gurrola, José Luis Cuevas y los nuevos rebeldes como Francis Alys o Joseph Beuys.
La noche que habitan Carlos (Xabiani Ponce de León), Rita (Ximena Romo) y Gera ya no es la de “Los caifanes” (1966) pero tampoco se parece a la noche chilanga, aséptica y gentrificada, que conocemos hoy.
“Esto no es Berlín” tiene una narración tambaleante que da vueltas circulares sobre las mismas ideas, y cuyos personajes parecen estacionados en un limbo que no los deja conocerlos a fondo, pero vale por su precisión sensorial al contagiarnos sus estados de ánimo. Además, para una vez que una película mexicana utiliza canciones de New Order o Visage y lo hace endiabladamente bien… merece el beneficio de la duda.
Fotografía: Corre Cámara