Mexicanísimo entrevistó al artista plástico Marcín con motivo de la clausura de su exposición El nuevo Leviatán. Aquí la crónica de esta charla y lo que pudimos conocer sobre este artista y filósofo.
“Me quedé impresionado y dije, yo quiero hacer eso”. Este pensamiento es el que le pasó por la cabeza de niño a Luis Ramos-Alarcón Marcín cuando visitó junto a su familia el Hospicio Cabañas de José Clemente Orozco en la ciudad de Guadalajara.
La impresión que le causaron las obras de Orozco le llevaron a interesarse por la pintura y a entrar a tomar algunos cursos en las escuelas de iniciación artística del INBA. Pero su formación más sólida la recibió en la Academia de San Carlos, a la que entró cuando aún estaba en el bachillerato por recomendación del profesor José Salat Figols. El artista catalán, exiliado en México, impartía clases en el posgrado de la Academia e invitó al joven Luis a unirse a los talleres de pintura al óleo y dibujo de modelo, entre otros.
Luis, a sus 16 años y entre estudiantes de maestría y doctorado, era el consentido de la clase y también a quien el maestro Salat usaba como ejemplo: “Si el niño puede hacerlo, ¿cómo es que ustedes no pueden?” Marcín recuerda su paso por la Academia de San Carlos como una época muy divertida en la que aprendió unas sólidas bases de técnica pictórica y, principalmente, de pintura al óleo.
Durante casi dos años, Luis asistió a la Academia todos los días, de lunes a viernes, en las tardes, en un horario de 3 a 9. Una vez que terminó el bachillerato y también por recomendación del maestro Salat, Luis ingresó a La Esmeralda para iniciar sus estudios universitarios de arte. Sin embargo, en La Esmeralda encontró algo muy distinto a lo que vivió en la Academia de San Carlos. El tipo de arte que predominaba en la Esmeralda era muy conceptual, figuras abstractas acompañadas de largos discursos que estaban muy lejos de los cuadros llenos de colores, formas y texturas que él pintaba en la Academia.
Tras completar el primer año de estudios, Luis decidió dejar La Esmeralda y entró a estudiar arquitectura. Su idea era combinar su actividad artística con un trabajo estable vinculado directamente también al arte; sin embargo, la realidad del oficio de la arquitectura estaba también muy alejada de la creatividad artística que él buscaba.
Tras estos intentos no plenamente satisfactorios, Marcín encontró lo que realmente quería estudiar. En La Esmeralda hacían mucho hincapié en la importancia de que los artistas estudiasen estética y filosofía, y Marcín decidió formarse en estas áreas para poder regresar con el conocimiento necesario a la pintura.
En la filosofía, Luis encontró su segunda vocación y no sólo completó sus estudios de licenciatura, sino que cursó también la maestría, el doctorado y realizó incluso una estancia postdoctoral. A pesar de que su objetivo original era trabajar en el área de estética, por azares del destino, se vinculó a un proyecto de investigación de Historia de la Filosofía que lo llevó a adentrarse en la Filosofía Moderna.
Desde este campo siempre buscó, incluso de forma inconsciente, algunos vínculos que lo acercaban a la pintura como los son el campo de la epistemología y de la teoría de la percepción.
Tuvo la oportunidad de estudiar su doctorado en la universidad de Salamanca y durante su estancia en España pudo ampliar sus estudios de pintura en academias de Barcelona y Florencia, y realizar algunas exposiciones en tierras europeas.
Durante todos estos años de formación en filosofía, visitaba museos en su tiempo libre, libreta de apuntes en mano, para hacer dibujos de las grandes obras de artistas como Velázquez, Rubens, Goya, etc. Estos apuntes los utilizaba (aún lo hace) posteriormente en sus cuadros, en los que en ocasiones reinterpreta estas grandes obras.
La técnica pictórica que más utiliza y con la que se siente más cómodo es el óleo. Dentro de su producción podemos encontrar una serie de grandes óleos con presencia de colores fríos, con muchas formas circulares, con elementos que están de cabeza como letras o dibujos, muchas imágenes de comics, imágenes de obras del Bosco, de Brueghel, de Caravaggio, de Picasso… Estos cuadros corresponden principalmente a la época de su regreso a México tras su estancia en España y, entre ellos, destaca un mapamundi invertido que reinterpreta el cruce entre Europa y América y los monstruos que se desprendieron de este encuentro.
Encontramos otra serie de óleos, de formato más pequeños, con predominancia de colores cálidos, en los que proyecta su faceta más arquitectónica, con formas geométricas que representan construcciones y edificios con perspectivas falsas: parece que son edificios que se están descomponiendo, que se caen, pero también que están suspendidos, pendiendo de algo.
A pesar de su amplia formación en filosofía, Marcín nunca dejó de pintar en paralelo, pero lo hizo por mucho tiempo sin que estas dos actividades se cruzasen. No tenía que ver su producción artística con sus estudios filosóficos; llevaban caminos paralelos que no se cruzaban.
Será a partir de 2016 cuando, por primera vez, Marcín combina filosofía y pintura en una nueva colección de obras llamada El nuevo Leviatán. No te pierdas nuestro próximo artículo sobre esta colección y su más reciente exposición.
Para mayor información sobre el artista, visita su página: https://www.marcin-art.net/
Fotografías: cortesía de Luis Ramos-Alarcón Marcín