Ayer un nuevo terremoto sacudió a México. Uno figurativo, pero para variar el epicentro también fue en Oaxaca y esta vez la magnitud superó todas las escalas conocidas; fue tan fuerte que sacudió a México entero y parte de otras latitudes del mundo. Fue un terremoto cruel que se cobró una vida física, la del grandísimo Francisco Toledo, y dejó heridos para siempre a Oaxaca, a México y al arte.
No sé cómo serán las guerras entre dioses. Sólo con ver las que organizan los humanos me basta y me sobra para saber que nunca son buenas y creo que el dios zapoteco Totec está de acuerdo conmigo. Si no, no hay otra forma de explicarlo.
Totec tuvo que percatarse de lo maltratada que estaba su Oaxaca, de la sangre inocente que se había derramado en su tierra, del yugo de pobreza y desprestigio al que estaba sometida. Dios inteligente donde los haya, Totec supo que con guerras no se resuelve nada y envió, hace 79 años, un arma más poderosa que cualquier bomba o misil, más poderosa que cualquier arma química de destrucción masiva: envió a Francisco Toledo.
Con magia en sus manos, sabiduría pura en su intelecto y una sensibilidad de fuego y sensatez en su corazón, Toledo libró una guerra artística y cívica contra el mundo. Lanzando pinceladas y cerámica a diestra y siniestra, mató la incredulidad y la indiferencia del mundo hacia una Oaxaca y hacia un México esplendorosos y llenos de riquezas culturales.
Toledo le mostró al mundo lo que significa el arte en el mayor sentido de la palabra. No ese arte que se crea para la venta y la fama, sino el arte que implica compromiso, el arte que no sólo se crea sino que se vive cada día, en todo momento y en toda circunstancia.
¿Porque qué tipo de arte es ése que se queda en una galería sin salir a la calle a luchar frente a las injusticias? ¿Qué tipo de arte es el que genera millones de dólares sin ensuciarse las manos en la reconstrucción de un pueblo necesitado? Francisco no lo sabía. Y no lo sabía porque él sólo conocía el verdadero arte y ese otro “arte” no es arte, quién sabe qué sea, mercado barato y sucio quizá, pero no verdadero arte.
- Maestro Paco. ¿Le puedo llamar, Paco? Yo creo que sí. Yo creo que usted me habría dicho que sí, que le llamase Paco siempre y cuando fuese con respeto; con respeto para Juchitán y para Oaxaca y para los desfavorecidos, con respeto para el arte y para México. Maestro Paco, este año no celebraremos Día de Muertos, celebraremos Xandú, y lo haremos en honor del más grande artista que ha tenido México, lo haremos en su honor. Y por favor, si ahora, en esta nueva dimensión que estrena, ve por ahí a Totec, dígale que lo envíe de nuevo. Puede ser con otro nombre, con otro cuerpo, pero con la misma magia, con la misma sabiduría, con el mismo alma combativa y, si se puede, con las mismas greñas, para reconocerlo.
Fotografía principal: Flor Garduño