“La lluvia obstinada y fría de aquella tarde brumosa, ¡Desbarató muchos nidos y deshojó muchas rosas!” – José Juan Tablada
El 2 de agosto de 1945 murió el aclamado poeta y periodista mexicano José Juan Tablada, un intelectual cuya obra siempre estuvo en la primera fila de la vanguardia y se caracterizó por tener un toque novedoso y moderno.
Tablada fue profesor en Bellas Artes, fungió como diplomático en diversos países, fue miembro de la Academia de la Lengua, escribió más de diez mil artículos en periódicos y revistas y, además, fue el precursor del verso ideográfico en México y el que introdujo la forma poética “haiku” en la literatura latinoamericana.
El haiku es una pequeña estrofa japonesa que consta de tres versos, compuestos a su vez de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente. Los haikus no tienen que rimar forzosamente y casi siempre tienen a la naturaleza como tema central.
La obra poética de Tablada se divide en tres épocas, cada una con características distintas y siendo la última la más rica y la que representa mejor su estilo simbólico e impresionista. Muchos poetas contemporáneos de Tablada afirmaban que nadie como él podía aprehender el “nouveau frisson”, que traducía la poesía modernista en plenitud, llenando sus versos de la carga sentimental y dramática del romanticismo, pero incluyendo una forma original de expresar emociones frías y transmitir una visión de la vida muy distinta a las otras.
José Juan Tablada era un hombre talentoso, no por nada se le recuerda como uno de los mejores representantes de la corriente poética modernista y está enterrado en la Rotonda de las Personas Ilustres. Gracias a la sensualidad, el desencanto, la ironía, la piedad y el espíritu joven que expresaba en cada una de sus palabras, Tablada fue nombrado poeta representativo de la juventud en la década de los 50s.
A continuación, una serie de poemas de José Juan Tablada.
Ónix
Torvo fraile del templo solitario
que al fulgor nocturno lampadario
o a la pálida luz de las auroras
desgranas de tus culpas el rosario…
—¡Yo quisiera llorar como tú lloras!—
Porque la fe en mi pecho solitario
se extinguió, como el turbio lampadario
entre la roja luz de las auroras,
y mi vida es un fúnebre rosario
más triste que las lágrimas que lloras.
Casto amador de pálida hermosura
o enamorado de sensual impura
que vas —novio feliz o amante ciego—
llena el alma de amor o de amargura…
—¡Yo quisiera abrasarme con tu fuego!—
Porque no me seduce la hermosura
ni el casto amor, ni la pasión impura;
porque en mi corazón dormido y ciego
ha caído un gran soplo de amargura,
que también pudo ser lluvia de fuego.
¡Oh guerrero de lírica memoria
que al asir el laurel de la victoria
caíste herido con el pecho abierto…
para vivir la vida de la gloria!
—¡Yo quisiera morir como tú has muerto!—
Porque al templo sin luz de mi memoria,
sus escudos triunfales la victoria
no ha llegado a colgar; porque no ha abierto
el relámpago de oro de la gloria
mi corazón obscurecido y muerto.
¡Fraile, amante, guerrero, yo quisiera
saber qué obscuro advenimiento espera
el anhelo infinito de mi alma,
si de mi vida en la tediosa calma
no hay un Dios, ni un amor, ni una bandera!
Nocturno alterno
Neoyorquina noche dorada
Fríos muros de cal moruna
Rectors champaña fox-trot
Casas mudas y fuertes rejas
Y volviendo la mirada
Sobre las silenciosas tejas
El alma petrificada
Los gatos blancos de la luna
Como la mujer de Loth
Y sin embargo
es una
misma
en New York
y en Bogotá
LA LUNA…!
Quinta avenida
Mujeres que pasáis por la Quinta Avenida
tan cerca de mis ojos, tan lejos de mi vida…
¿Soñáis desnudas que en el baño os cae
áureo Jove pluvial, ¡como a Danae!…
o por ser impregnadas de un tesoro,
al asalto de un toro de oro
tendéis las ancas como Pasifae?
¿Sobáis con perversiones de cornac
de broncíneo elefante la trompa metálica
o transmutáis, urentes, de Karnak
la sala hipóstila, en fálica?
Mujeres fire-proof a la pasión inertes,
hijas de la mecánica Venus made in América;
de vuestra fortaleza, la de las cajas fuertes,
es el secreto ¡idéntica combinación numérica!
Libélula
Porfía la libélula
por emprender su cruz transparente
en la rama desnuda y trémula…
Mariposa nocturna
Devuelve a la desnuda rama,
nocturna mariposa,
las hojas secas de tus alas.
El ruiseñor
Bajo el celeste pavor
delira por la única estrella
el cántico del ruiseñor.
El murciélago
¿Los vuelos de la golondrina
ensaya en la sombra el murciélago
para luego volar de día…?
La carta
Busco en vano en la carta
de adiós irremediable,
la huella de una lágrima…
Fotografía principal: «grabado» de Fernando Laurenti, CC BY-ND 2.0
Fotografías: «Li-po y otros poemas» de MayteSerna, CC BY-SA 4.0
«Juan José Tablada» de Archivo José Juan Tablada, CC BY-SA 3.0