Olegario Hernández salió de su casa en Pinotepa de Don Luis, Oaxaca, con la intención de aprender a tallar jícara. Se dirigió a uno de los talleres de su pueblo, conocido por trabajar con este fruto, y que vendía sus productos en el mercado de Santa Catarina Juquila, uno de los más grandes en Oaxaca.
Al intentar hablar con los artesanos, estos soltaban su herramienta y dejaban de trabajar, no querían que Olegario aprendiera su técnica, ni compartirle sus conocimientos. Decepcionado, comenzó a tallar sus propias piezas y poco a poco a mejorar sus habilidades, aunque en ese momento no tenía la destreza ni el conocimiento de sus mayores, la práctica y el tiempo fueron sus mejores herramientas. “Da coraje cuando quieres aprender y no te enseñan lo que saben, son muy celosos de sus conocimientos, solo se lo enseñan a sus parientes”, recuerda.
La exposición: Ra’a yachí kanú, El señor jícara grande
El maestro y artesano oaxaqueño Olegario Pascual Hernández Mendoza expone su obra Ra’a yachí kanú, El señor jícara grande, una muestra compuesta por 21 piezas que se exhibirá hasta el 22 de septiembre en el Museo Nacional de las Culturas Populares. La obra del artista oaxaqueño se ubica en la sala María Sabina e inicia con una gran instalación suspendida en el aire y acomodada de manera ascendente. Sobre ella permanecen colgadas pequeñas piezas que se asemejan a las hojas de un árbol o a las plumas de un ave, talladas finamente por el maestro oaxaqueño, quien explica que la pieza representa a un búho saliendo de la chimenea de la sala.
Más adelante podrás encontrar una serie de jícaras acomodadas al centro. Cada pieza está decorada detalladamente con grabados de animales, elementos florales y patrones geométricos. Búhos, cocodrilos, conejos, colibrís, gallos, iguanas, jaguares, peces, pumas, ranas, zorrillos y zorros, entre muchas otras, son parte del diseño del artista.
Olegario Hernández quiere, con su obra, hacer reflexionar sobre temas como el cuidado del medio ambiente, la caza de animales en peligro de extinción y el uso de la jícara como recipiente que sirva para erradicar el uso del plástico. Alrededor de la habitación encontrarás una serie compuesta por seis cuadros, grabados en agua tinta sobre metal e impresos en papel, los diseños son parte de una misma temática, destaca el fino trabajo que Olegario Hernández realizó en cada una de las piezas.
En entrevista para Mexicanísimo, Olegario Hernández habló sobre sus orígenes, las dificultades que le presentó la vida y los caminos que lo llevaron a convertirse en el artista que es hoy.
Olegario Hernández cuenta con tristeza cómo la caza, la deforestación y algunas costumbres han puesto en peligro la vida y el hábitat de muchas especies nativas de su comunidad. “Da tristeza cuando ves el cuerpo de un cocodrilo, las plumas de un búho o la piel de un jaguar tiradas en el monte a consecuencia de la caza o las costumbres, ellos también sienten como nosotros y debemos cuidarlos y respetarlos”, comenta.
Menciona que su obra es una protesta en contra de la caza. “Quise trabajar con animales como el búho, el perico, el jaguar o el cocodrilo, animales de la costa que están en peligro de extinción, con mi obra intento hacer una reflexión y protesta sobre el cuidado que se debe tener con las especies amenazadas. El búho es una de ellas, pues sus plumas y garras tienen mucho valor para algunos”, señala.
Recuerdos de una vida
En su pueblo Pinotepa de Don Luis, Oaxaca, lo conocían como el “Kily”, sobrenombre de un personaje del lugar, que por sus limitaciones físicas no podía hacer nada, pero siempre decía que podía hacerlo todo. Al igual que el Kily, Olegario decía que podía hacer las cosas, siempre se sintió capaz de hacerlas, pero la gente nunca lo tomaba enserio. “En mi pueblo siempre me juzgaban de loco, era un chamaco muy flaquito, desnutrido, del que no daban ni un peso por él, pero yo siempre me dije a mi mismo que podía hacer lo que me propusiera”, cuenta.
Olegario comenzó a aprender el tallado de la jícara a los seis años y aunque él hubiera preferido aprender de alguien más, las costumbres en su pueblo se lo impidieron. “La gente en mi comunidad es muy celosa con su sabiduría, no se la comparten a cualquiera, solo a sus hijos, eso me dio coraje, de qué sirve tener conocimiento si no lo compartes con los demás, la sabiduría no debe llevarse a la tumba, se debe compartir”, menciona.
A los 19 años decidió salir de su casa, abandonar Pinotepa de Don Luis y emprender el camino hacia la ciudad. Cuenta que fue complicado, pues solo hablaba mixteco, por lo que el lenguaje y la discriminación fueron algunos obstáculos que tuvo que enfrentar para ganarse la vida, algunas veces barriendo, otras lavando carros, experiencias que le permitieron aprender español. “Sufres muchas cosas, pero eso es vivir, el poder descubrir y aprender, ahora me da risa recordarlo, pero fue difícil. Debes tener el valor y el hambre de hacer lo que uno quiere, por eso muchos hermanos no salen de sus pueblos, porque tienen miedo de ser juzgados, discriminados”, relata.
Llegó hasta Guadalajara, ciudad donde esperaba cumplir su sueño de estudiar arte. Comenzó vendiendo artesanías en la Glorieta de Chapalita, “Me puse a trabajar las jícaras y un señor me preguntó dónde vivía, después me ofreció techo, trabajo y comida”, narra.
Gracias a la ayuda del pintor José Silva y su esposa Patricia Villalever fue que pudo salir adelante para estudiar Artes plásticas en la Universidad de Guadalajara. “Ellos me impulsaron, me animaron a estudiar”, comenta.
Yutin Tuyachin
De regreso en su pueblo decidió que la mejor manera de seguir aprendiendo era si empezaba a enseñar a los demás, compartiendo sus conocimientos y técnicas que había aprendido durante sus estudios. “Al principio la gente me llamaba tonto, por comenzar a enseñar lo que había aprendido, pero para mí es mejor compartirlo, así dejas lo que sabes en la tierra, yo no tengo la vida asegurada, nunca sé cuándo me pueda ir, por eso lo enseño, para que los demás lo puedan aprovechar”, confiesa.
Yutin Tuyachin fue el nombre que Olegario Hernández, junto con Guillermo de la Cajiga, le dieron al taller que abrieron en Pinotepa de Don Luis, en el que acuden alrededor de 50 personas cada vez que el maestro oaxaqueño se encuentra allá, para aprender diversas técnicas, como el tallado de jícara, xilografía, litografía, joyería en plata, dibujo, escultura e instalación, entre otras. La idea de Olegario es ofrecer un espacio en donde la gente pueda acercarse a aprender: “Quiero enriquecerlos con el arte y sus técnicas, para que estas tradiciones no se pierdan y que con los conocimientos que les comparto puedan abrirse camino”, concluye.
Foto principal: Fabián Acuña Toledo.