El día de hoy, 13 de junio de 2019, se cumplen 80 años del arribo de los primeros exiliados españoles a nuestro país. Lo hicieron a bordo del barco Sinaia, que zarpó de Francia cargando con más de 1,500 republicanos españoles, mismos que hicieron una nueva vida en México, lejos del caos provocado por la guerra civil española y la persecución política desencadenada por la dictadura franquista.
En total, fueron más de 20 mil españoles –hombres, mujeres y niños– los que terminarían llegando a tierras mexicanas a lo largo de los siguientes años. La iniciativa para recibirlos la tuvo el entonces presidente Lázaro Cárdenas, quien también fue el responsable de darles la bienvenida en el puerto de Veracruz.
Además de lo loable de la acción: abrir las puertas del país a familias enteras que huían de la violencia que arrasaba con su tierra natal, el impacto que tuvo esa migración en la cultura mexicana es inconmensurable. Una parte importante de los refugiados consistió de intelectuales españoles que hicieron grandes aportes a la academia mexicana e inauguraron instituciones de gran prestigio como la Casa de España, el Fondo de Cultura Económica y el ahora Colegio de México.
En lo que concierne a las artes, a México llegaron poetas y escritores de la talla de Luis Cernuda y Max Aub, directores de cine como el legendario Luis Buñuel, y pintores como la gran Remedios Varo, entre muchos otros, varios de los cuales incluso se naturalizarían mexicanos después de unos años de vivir en nuestro país.
Todos estos datos son bien conocidos y están muy presentes en la consciencia histórica mexicana. Generalmente, cuando se menciona el exilio español, hablamos de esos iconos que hicieron aportaciones tan claras y tangibles a nuestro país. Sin embargo, a veces ocurre que en nuestra ansias de celebrar a los grandes personajes, nos olvidamos de mirar al resto de esas decenas de miles de españoles que también hicieron de México su hogar.
El grueso de los refugiados no eran intelectuales reconocidos ni artistas innovadores, sino ciudadanos de a pie. Campesinos, panaderos, albañiles, arquitectos, doctores, ingenieros, cocineros y más. Su vida en México no figura en los libros de historia más que como números y estadísticas, sus fotos seguramente solo las conocen sus descendientes –nietos, bisnietos y ya hasta tataranietos– sino es que se han perdido, olvidadas en alguna caja de cartón empolvada.
Hoy, a 80 años de que anclara en Veracruz el Sinaia y que de su interior emergieran los primeros exiliados, que fueron recibidos con los brazos abiertos por un país amigo, honremos a las familias de las que no hemos oído nada, a los obreros que se abrieron camino e hicieron su vida en México, ayudando a construir el país que ahora conocemos. Honrémoslos ahora, cuando el tema de la migración está tan presente y cuando los discursos xenófobos proliferan contra los migrantes de hoy, tan o más desesperados que los españoles perseguidos de mediados del siglo XX.
Foto: «Casamatrizfce» por omegar, CC BY 2.0.