¿Quieren reconciliarse con la historia?, ¿acercarse a uno de esos capítulos que de tan inesperados hasta parecen divertidos, si no fuera por los dolores acumulados a su alrededor? Pues olviden un poco los aburridos textos oficiales y acérquense a uno de esos caballeros de vida turbulenta, casi inexplicable, que podría ser tema de película. Regiomontano, impredecible, ligeramente loco, paria, liberal, afecto a meterse en todos los líos o a inventarlos, exponente perfecto del mexicano “echado para adelante” que, más de una vez, resultó incómodo para las autoridades, tan poco afectas a personajes disparatados.
Lean un poco de la biografía de este teólogo y sacerdote, Servando Teresa de Mier, quien fue el primero en atreverse a mezclar el culto guadalupano con el indígena, a decir que Guadalupe era en realidad Tonantzin y que los antiguos indígenas eran cristianos antes de la llegada de los españoles. Simpático tipo, de esos que, si vivieran hoy en día, ya habría mandado mensajes incendiarios por Twitter y Facebook y ya lo habrían obligado (por las buenas o a golpes) a retractarse cien veces.
Pero entonces ni la Iglesia católica ni el gobierno eran tan tolerantes ni se conformaban con recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, el clero virreinal no era conocido por ser suavecito y en una de esas lo encarceló a causa de sus trompicados decires religiosos acusándolo de blasfemia. Servando, fraile dominico, fue excomulgado, encarcelado en San Juan de Ulúa y enviado a España exiliado. Era 1795.
Allá empezó otra faceta memorable de su historia. Pudo romper los barrotes y escapó, pero fue recapturado más tarde. Nuevamente escapó en 1801 y anduvo errante por Europa, metido en todo tipo de tertulias, complots y agujeros de pobreza. Seguirlo hubiera sido mágico, y tal vez todavía sea tiempo, porque daría pie a una gran biografía. En Madrid lo encarcelaron nuevamente (levamos tres, cuéntenle) por apoyar la causa de la independencia de México. Escapó y fue recapturado (van cuatro). Otra vez libre, se alistó para pelear contra los franceses en 1809 y en una batalla, ¿qué creen?, lo metieron a prisión.
Estando en Londres, a donde se fugó, estuvo relacionado con varios políticos, literatos, pensadores, que soñaban con el nuevo país. Con algunos estuvo de acuerdo, con otros, como era de esperar, discrepó agria e intensamente. Allá escribió Historia de México y luego, como siempre, necesitado de aventuras, se embarcó hacia lo que aún era Nueva España formando parte del grupo de Xavier Mina, en aquella fugaz y fallida expedición que, adivinaron, lo envió nuevamente a prisión. Al menos le fue mejor que a Mina, quien fue fusilado. En La Habana, donde estaba detenido, se escapó (creo que ya tenía un manual).
En Estados Unidos, en 1821, se enteró de la consumación de la Independencia, pero cuando venía de regreso lo detuvieron nuevamente en San Juan de Ulúa, que entonces era el único enclave que seguía bajo control hispano.
Libre meses después, tardó muy poco en meterse en líos nuevamente al enfrentarse a Agustín de Iturbide, flamante emperador. No pregunten a dónde lo enviaron, pero también se escapó. Cuando se formó la república, Servando fue entonces diputado (se hubiera hecho mejor novelista) y colaboró con el presidente Guadalupe Victoria. Murió en 1827. Hay quien dice que lo presintió porque hasta tuvo tiempo de despedirse, con uno de sus famosos discursos.
Pero si su vida fue una aventura, su muerte no fue menos. Años más tarde se descubrió que su cuerpo estaba momificado y lo trajeron bailando en exposiciones por el país hasta que fue vendido, donado o canjeado a un italiano que recorría los pueblos exhibiendo al morbo cadáveres y otras locuras. Desafortunadamente, en esa época le perdieron la pista, pero supongo que, aún muerto, se escapó también y debe andar vagando por ahí, metido en líos celestiales. En pura congruencia, de manera involuntaria, la ciudad bautizó con su nombre una avenida que ha sido históricamente tormentosa. Creo que en eso le atinaron, porque calle y personaje se parecen.
Urge una gran película sobre su vida, su rebeldía, su hiperactividad, su amor persistente por el país. Pero me queda claro que hoy al bueno de Servando no lo aceptarían en ningún partido político por grillo, sedicioso y claro para decir las cosas. Seguiría vagando solitario.
Foto: «Fray Servando Teresa de Mier» por Desconocido.