El autobús avanza por la larga carretera y poco a poco se acerca a la colonial ciudad de Morelia, capital de Michoacán. Mientras tanto, se divisan verdes valles de cultivos diversos, pequeños cuerpos de agua cuya paz se ve alterada por el elegante caminar de las garzas y el solemne vuelo de otras aves que disfrutan de la limpieza del aire y de la tranquilidad del entorno. Más adelante, se observa un grupo de vacas pastando y un par de caballos esperando a su jinete que, a su vez, revisa sus cultivos y se dirige hacia su tractor para tomar un poco de agua. A lo largo del trayecto, se hallan construcciones rurales en donde imaginamos viven personas dedicadas al campo y cuya producción agrícola es para autoconsumo y venta externa. Una probadita de Michoacán, camino a Morelia.
Llegando a la capital, nos recibe una gran ciudad, de un tamaño mucho mayor a lo que imaginábamos. Nos transportamos al centro, cruzando por las anchas vías rápidas y avanzando entre residencias y locales comerciales. Entonces, comienzan a verse los grandes edificios coloniales, las calles de piedra de un solo carril, las concurridas intersecciones sin semáforos, las plazuelas peatonales con bancas, esculturas y macetas, las fuentes, la plaza principal con su quiosco y enfrente, la Catedral.
Morelia es la ciudad colonial de la cantera rosa, antigua Valladolid y cuyo estilo arquitectónico afrancesado rompe con la tradición purépecha de la región. Las calles del centro cuentan con una alineación que las hace accesibles a pie y permite un recorrido estructurado y ameno. Tanto la Catedral como el Centro Histórico de la ciudad son Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, pues su arquitectura es sólida, diversa y sobre todo se encuentra bien conservada.
“Toda la plaza a la redonda, y las cuatro calles principales que de ella salen, tengan portales, porque son de mucha comodidad para los tratantes que aquí suelen ocurrir.” – Felipe II
Siguiendo los deseos del rey con respecto al trazado de las ciudades novohispanas, Morelia cuenta con portales, cada uno con un nombre y una gran cantidad de hechos históricos que en su interior semipúblico han tenido lugar. Los portales comenzaron como espacios para fomentar el comercio callejero y facilitar los intercambios entre comerciantes y caminantes. Hoy en día, albergan restaurantes y algunas tiendas que pueden extender sus actividades hasta el final del portal y así ofrecer a sus clientes un servicio mucho más dinámico y pintoresco.
Las plazuelas y jardines morelianos son espacios amplios cuyas bancas invitan a pasar tranquilos momentos bajo la sombra de los árboles acompañados del tenue sonido del agua que cae de la fuente. Lo hemos dicho varias veces, pero es indudable que caminando es la forma más eficaz de conocer una ciudad y verse inmerso en su belleza, explorando todo hasta el último rincón. En el Centro Histórico hay mucho más que solo edificios, restaurantes y plazas, está también la Casa de la Cultura y el Mercado de Dulces y Artesanías, un edén colorido repleto de manjares regionales que nadie se puede perder. Caminando por sus pasillos uno encuentra figurillas y cazuelas de cobre, aretes y collares de mariposa, sandalias de tela, paquetes de frescas morelianas de cajeta y de jamoncillos de nuez, botellas de licor de aguacate con macadamia y empanadas rellenas de chilacayote. Por su lado, la Casa de la Cultura cuenta con espacios de lectura, actividades musicales, artísticas y de índole cultural que se llevan a cabo constantemente y en su mayoría se encuentran abiertas al público de forma gratuita.
La Catedral de Morelia es sin duda la obra arquitectónica más importante de la ciudad; lo es por su dimensión, carga social y cultural, pues ha sido sede de interesantes acontecimientos históricos y sus paredes de cantera rosa resguardan secretos e historias virreinales. El edificio tiene tres naves longitudinales, una central y dos procesionales. La sacristía impone con su bella decoración neoclásica y acompaña elegantemente a las capillas consagradas, a su vez, a distintas advocaciones de la Santa Virgen, la Sagrada Familia y algunos santos. En su interior, el templo también resguarda numerosas obras de arte, entre las que destaca la escultura en pasta de caña de “El Señor de la Sacristía” que utiliza una técnica indígena de carrizo con pasta de caña de maíz.
La edificación del templo religioso duró 84 años, por lo que estuvo a cargo de distintas personas. Sin embargo, es el italiano Vicente Barroso de la Escayola quien ideó y dirigió el proyecto hasta su muerte. La larga duración de la construcción explica el por qué la Iglesia Catedral cuenta con un estilo neoclásico en su interior, pero tiene también algunos elementos barrocos que no pasan desapercibidos a la hora de conocerla.
La Catedral es sin duda la estrella que protagoniza la ciudad de Morelia y su bella arquitectura con tocados, relieves y figuras nos hace querer conocerla más a fondo. Vale la pena absolutamente darse una vuelta por su interior y sentirse inmerso en el mundo celestial, bañado de oro y rodeado de melodías tan alegres que no podrían ser más atinadas al espacio en el que se tocan. No importa si, como yo, tienes únicamente un par de horas para visitar esta bella ciudad, la Catedral de Morelia es sin duda una parada obligada.
Fotografías: María José Ordóñez