Dicen que hablar de México es hablar de colores, energía y vitalidad. Somos un país que busca imitar la grandeza de la naturaleza en todo momento, utilizando elementos que pigmenten nuestro día a día con colores en todas partes. Tenemos calles pintorescas y mercados coloridos, papel picado multicolor y trajes típicos y artesanías que emanan la luz de un círculo cromático siempre presente.
En México no existe el miedo al uso del color, en realidad, el mexicano necesita el color y lo utiliza tanto, que éste forma parte de su identidad y cotidianeidad. México es “exótico, extravagante, folclórico e intenso” y su diversidad y riqueza cromática se reconocen de manera tal, que hasta hay un tono de rosa “mexicano”.
El “rosa mexicano” fue conceptualizado por el diseñador Ramón Valdiosera en 1949, cuando presentó en Nueva York una colección abundante en tonos fucsia y buganvilia que, según expresó, reflejaban la naturaleza del pueblo mexicano.
El color provoca emociones. Muchos artistas usuarios asiduos de la colorimetría aseguran que el color da una vitalidad al presente, da pertenencia a un pueblo y lo distingue de los demás. México, sin embargo, es un poco complejo, ya que al ser un territorio tan grande y con variedad tal de elementos regionales, no se puede identificar únicamente con una gama de color; México es de todos los colores.
En México el color es un elemento clave que se ha utilizado en las manifestaciones artísticas y ha ido evolucionando a lo largo del tiempo sin dejar de estar presente. Los mayas, por ejemplo, utilizaban un tono de azul que hasta la fecha no se ha logrado replicar de forma natural, los españoles quedaron enamorados del tono carmín de la cochinilla que comenzaron a importar el pigmento que se utilizó de forma frecuente en pinturas renacentistas.
Los chillantes y brillantes colores mexicanos han permanecido en un sinfín de artesanías locales como los alebrijes, la talavera, el barro pintado, las pulseras de chakira y el arte huichol, los atrapasueños queretanos, el papel picado y las calaveritas de barro y de azúcar. De igual modo encontramos una enorme gama de colores en trajes típicos, en las fachadas de casas, edificios e iglesias, en los jardines, en las fiestas, en las piñatas y en los mercados.
Fue, sin embargo, en el siglo pasado cuando la historia del color cambió. Nuestro país sufrió una acelerada industrialización; los avances técnicos permitieron la creación de fábricas de pinturas que hicieron de los nuevos colores “industriales” productos accesibles y novedosos. El color se convirtió en un complemento de la arquitectura que se comenzó a utilizar para modificar los espacios urbanos. De este modo, la nueva gama cromática que incluía colores metálicos y tornasoles dio origen a un nuevo vocabulario visual que, a su vez, se implantó en el día a día de los mexicanos a través de muros, texturas, objetos, textiles y modas.
“México a color” es la exposición actual del Museo del Objeto del Objeto (MODO), espacio cultural ubicado en la Colonia Roma que alberga exposiciones temporales dedicadas al diseño y a la comunicación. En esta ocasión, la exhibición muestra un recorrido por la historia cromática de nuestro colorido México, comenzando por los pigmentos utilizados en artesanías, la diversidad de éstas y posteriormente un brinco a la modernidad y al papel del color en la arquitectura contemporánea y en los objetos de la vida cotidiana.
En palabras del curador Mariano Marroquín, “la riqueza y diversidad cromática en los paisajes, las fiestas tradicionales, la arquitectura vernácula, la artesanía y la cultura popular suman a la creación del mito de una nación multicolorida, luminosa y alegre. Desde las artes plásticas y la arquitectura, hasta el método Best Maugard, llegando al desarrollo y transformación de la estética mercadotécnica”.
Foto principal: María José Ordóñez