Por esta vez no hablaré de la película de Luis Buñuel, un clásico del cine mundial, que bien merecería un comentario, pero aprovecho el título para referirme a personajes fundamentales de la historia de México que por menosprecio, olvido, falta de visión o simple tontería han sido devaluados en el reconocimiento que se merecen. Desafortunadamente, el número es mucho mayor que aquellos que llenan con sus nombres las calles y las plazas citadinas.
Hacer un listado es imposible, porque algunos de ellos están totalmente desaparecidos de los libros de historia, tanto de los grupos originarios anteriores a Cortés, muchos de los llegados a colonizar y evangelizar, y personajes a los que se tragó el olvido de manera lamentable, en especial mujeres. Pero me he encontrado con algunos nombres que han entrado a mi libro de grandes recuerdos a través de las historias que he hurgado por aquí y por allá. Van algunos.
Tendríamos que incluir, entre los menos valorados, a Francisco Primo de Verdad, real promotor de los movimientos que nos llevaron a la Independencia. Es otro de los padres de la Patria.
A Melchor de Talamantes, nacido en Perú, pero esencial para afianzar ideas que darían origen al país que decidió caminar solo en 1810.
A Servando Teresa de Mier, inesperado caballero del mundo, siempre en la huida, siempre preso, aventurero y contestatario, pero que merecería muchos aplausos.
A Felipe Ángeles, el cerebro detrás de Villa, hombre leal, caballero, a quien los dados siempre se le voltearon.
A Rosario Ibarra de Piedra, primera candidata a la Presidencia de México. Mujer de entrega, de pasiones marcadas por la desgracia, eterna luchadora social y mujer consistente entre sus decires y sus haceres.
A Elvia Carrillo Puerto, una de nuestras más reconocidas –pero poco celebradas– feministas mexicanas, comprometida con los pobres de Yucatán y participante intensa en movimientos sociales en la zona.
A Manuel Mier y Terán, tal vez por haber optado por el suicidio la historia lo relegó, pero un hombre brillante que apoyó la consolidación del nuevo país y previno la invasión de Estados Unidos.
A Alfonso Reyes, uno de los más brillantes intelectuales mexicanos, a quien tal vez se le deben más reconocimientos fuera del ámbito cultural, porque fue un hombre que tuvo que luchar contra el desprestigio de su padre y aportó grandes ideas al México postrevolucionario.
A Daniel Cosío Villegas, uno de los grandes periodistas e historiadores del siglo XX, con los tamaños para enfrentarse al poder en los tiempos que hacer eso podía implicar una sentencia de muerte. Aún hoy, sus ideas son muy vigentes.
A Luz González de Cosío, fundadora de la Cruz Roja Mexicana y una de las mayores promotoras de lo que hoy conocemos como Asociaciones de la Sociedad Civil.
A Elena Garro, que más allá de opiniones políticas, como escritora fue fundamental en el famoso realismo mágico y su obra –en particular Recuerdos del Porvenir– están a la altura de los clásicos de esa época.
Y por hoy le paro, ya hablaré de otros en una próxima nota. Te invito a hacer lo mismo, asómate a los libros y elige aquellos que, al menos de tu parte, deberíamos presumir a nuestros hijos.
Foto: «Elena Garro» por CITRUS Documentación, CC BY-SA 4.0.