Como bien saben, hace unos meses publicamos el libro Los personajes del virreinato, en el que seleccionamos a un hombre o mujer destacados de cada año, desde 1519 y hasta 1809. Aunque la cantidad de hombres es mucho mayor que la de mujeres, tanto porque la sociedad en aquella época no permitía el desenvolvimiento femenino, también porque pareciera que la investigación histórica no se ha enfocado tanto en las grandes personajes mujeres que vivieron durante esos siglos. Seleccionamos cuatro de las más destacadas, para que las conozcan.
1526: Isabel Moctezuma
Hija favorita de Moctezuma y también nieta del Señor de Tlacopan. A lo largo de su vida fue esposa de Atliscasi, hijo de Ahuítzotl; Cuitláhuac; y Cuauhtémoc; más tarde también protegida y esclava de Hernán Cortés, que la bautizó Isabel. Fue él precisamente el que le otorgó la encomienda de Tlacopan al momento de su matrimonio con Alonso de Grado, lo que la convirtió en una de las mujeres más ricas de la historia del virreinato.
La encomienda le daba derecho de tributo en una franja territorial que abarcaba las zonas de Tacuba y Azcapotzalco y llegaba hasta Cuautitlán y Tula, fue una de cuatro encomiendas a perpetuidad que se les concedió a herederos mexicas. Su poder e influencia fue aprovechada por Cortés, quien incluso tuvo una hija con ella, aunque no fue reconocida por su madre.
Fue además vista como un ejemplo del proceso de evangelización al que fue sometida la población indígena después de la conquista, pues se convirtió al catolicismo y se le consideraba una mujer sumamente devota a su nueva religión.
1641: Paula Benavides
A la muerte de su esposo, Bernardo Calderón –uno de los dueños de imprenta más importantes de su tiempo–, Paula Benavides se rehusó a tomar el camino que seguían las viudas durante el periodo virreinal, ya sea volverse a casar, entrar a un convento o subarrendar el negocio de su marido. En su lugar, Paula optó por tomar las riendas de la imprenta, a pesar de la ruda competencia que existía en el medio.
La situación era especialmente complicada para doña Paula, pues su imprenta era la única con autorización del virrey para publicar cartillas, que eran los textos con los que se les enseñaba a leer a los niños, un negocio muy rentable por el que peleaban el resto de sus competidores. En cuanto murió su esposo, empezó la lucha por de otros dueños de imprenta que solicitaron se les concediera el privilegio de producir las cartillas, pero doña Paula reaccionó a tiempo y mantuvo el contrato.
Demostró ser una mujer de negocios sumamente hábil, que resistió la competencia desleal de sus rivales y que logró expandir la imprenta para encargarse de documentos oficiales del Santo Oficio, gacetas de noticias y textos de grandes literatos como Carlos de Sigüenza y Góngora y Sor Juana Inés de la Cruz. Y en 2011 se creó el premio Paula Benavides, que se entrega a libros animados y digitales.
1650: Catalina de Erauso
La fama de Catalina de Erauso llegó en gran medida gracias a su autobiografía La historia de la Monja Alférez, que algunos expertos consideran apócrifa, pero que retrata a un personaje que podría ser protagonista de un blockbuster de aventuras. Tras pasar poco tiempo en un convento cuando era muy joven, escapó del mismo para empezar su vida de peripecias.
Viajó vestida de hombre por España, con el nombre de Francisco Loyola, para después partir hacia América, llegó a recorrer desde Chile hasta Perú y Panamá para finalmente llegar a la Nueva España, participando en campañas militares que le dieron gran prestigio.
En una ocasión fue herida gravemente y durante el tratamiento que le dieron los médicos, se descubrió que en realidad era mujer, por lo que se le envió de vuelta a España. Sin embargo, el rey Felipe IV le dio una pensión vitalicia por su destacado servicio militar y se le permitió vivir con ropa de hombre. Volvió a América y se dice que vivió en Orizaba, Veracruz, con una identidad masculina, Antonio de Erauso.
A lo largo de su vida, estuvo nueve veces en la cárcel, desde joven se identificó como hombre y tuvo incontables aventuras por todo el mundo. Su historia inspiró gran cantidad de obras y escritos, aunque el más famoso fue su supuesta autobiografía.
1684: Sor Juana Inés de la Cruz
Juana de Asbaje y Ramírez nació en San Miguel de Nepantla, no se sabe con certeza si en 1648 o en 1651. Hija de madre criolla y padre español, empezó a leer a los tres años, a escondidas. De ahí en adelante, los libros se convertirían en su obsesión, al grado que desde los ocho años pedía a su madre que la enviara a la universidad, aunque para lograrlo tuviera que disfrazarse de hombre.
Su inteligencia y belleza la hicieron una figura popular en la corte. Sin embargo, la rigidez de la sociedad virreinal hizo que optara por una vida religiosa, guarecida en el convento de San Jerónimo, pues consideró que ahí podría dedicarse a las letras y la escritura. Fue así que se convirtió en Sor Juana Inés de la Cruz.
Su decisión resultó ser la acertada, evidencia de ello son los cientos de escritos que produjo a los largo de su vida, muchos de los cuales se publicaron en España, honor que pocos escritores novohispanos alcanzaron. El virrey Tomás de la Cerda y su esposa María Luisa Manrique de Lara fueron sus protectores y amigos, defendiéndola de personajes como el padre Antonio Núñez de Miranda, y el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, que se empeñaron en hacer que abandonara la escritura para dedicar su tiempo a la fe católica.
Algo bueno salió de aquello, pues en respuesta a los esfuerzos por silenciarla, obtuvimos escritos en los que Sor Juana defendía su amor por las letras y el conocimiento, y criticaba duramente las estructuras virreinales que trataban tan injustamente a las mujeres, el ejemplo más claro es la Carta a Sor Filotea de la Cruz.
Si quieren conocer un poco más sobre la historia virreinal de México, les recomendamos que compren el libro Los personajes del virreinato, que pueden pedir al 5616-0771.
Foto: Biblioteca Cervantes.