El Vampiro es inmortal. Esto lo sabemos todos, en especial quienes seguimos emocionándonos al verla; los que hemos convertido a esta película en objeto de culto, o bien, quienes simplemente disfrutan tanto de esta cinta que se acercan a ella sin temor a desgastarla.
El vampiro tiene nombre. Se llama Conde Karol de Lavud, y fue un personaje tan importante que de inmediato colocó a su intérprete, don Germán Robles, en la mira del mundo entero.
Germán Horacio Robles nació en Gijón, España, el 20 de marzo de 1929. Fue hijo de un popular humorista gráfico llamado Germán Horacio, y nieto del escritor Pachín de Melás; nombres que tal vez no nos digan nada ahora, pero que, en su tiempo y en su patria, fueron sumamente reconocidos.
La familia emigró a nuestro país a causa de la Guerra Civil Española. Aquí encontraron mucho más que un refugio: hallaron sobre todo un hogar. A temprana edad, el futuro vampiro se enamoró de la actuación. La suerte, que siempre lo favoreció, le regaló la popularidad desde su primer papel: precisamente en El Vampiro, de 1957, dirigida por Fernando Méndez y producida y estelarizada por Abel Salazar, un actor de vena cómica que apostaba por llevar el folclor nacional a la pantalla grande. En este caso, por impulsar el cine de terror, y lo haría en diversas ocasiones, como en las cintas El barón del terror (1962) y La maldición de La Llorona (1963).
Salazar estaba tan seguro de que El Vampiro se convertiría en un gran éxito, como efectivamente ocurrió, que hizo lo impensable: filmar al mismo tiempo su secuela: El ataúd del vampiro, aunque ésta se estrenó un año después.
En El Vampiro, don Germán compartió créditos con un elenco que mucho ayudó a lograr el brillo de la cinta: una bellísima y plena Ariadne Welter, la presencia señorial de Carmen Montejo, el rostro antiguo de Alicia Montoya, la encarnación del perfecto y oscuro pueblerino por parte de José Chávez, quien encarnó a un espléndido Anselmo y, en fin, un reparto que ha demostrado su efectividad a lo largo de los años, sin olvidar desde luego al protagonista: el propio Salazar.
La presencia de Germán Robles fue definitiva para que el mito del vampiro terminara por adquirir su forma tradicional: capa, colmillos y elegancia; repulsión por los objetos sagrados, especialmente por los crucifijos, el temor a la luz del sol, que puede destruirlos, y el hecho de no reflejarse en los espejos. Se trata de características esenciales extraídas tanto de las leyendas europeas como de la novela Drácula, de Bram Stoker, publicada en 1897. Estos atributos perduraron durante más de medio siglo, hasta que la avalancha de novelas, series y películas para adolescentes convirtieron al monstruo nocturno por antonomasia en una figura joven, cursi y de buena apariencia.
Mientras que el Drácula de Bela Lugosi (1931) era un vampiro elegante, aunque con dentadura perfecta, y el Nosferatu, del director F.W. Murnau (1922), mostraba largos incisivos, la versión de Germán Robles fue la primera que tuvo a un vampiro impecablemente vestido, pero con una notable diferencia: mostraba colmillos largos. A partir de esta cinta, y durante décadas, los colmillos fueron la característica principal de estos inmortales chupasangres.
Don Germán entendió siempre que su carrera como actor quedó marcada por este papel. Lejos de sentirse molesto por haber sido encasillado, asumió el rol e incluso jugó con él, a tal grado que, en diversas películas, incluso en cintas de comedia, encarnó a estos seres y a otros igualmente oscuros. Entre ellas podemos contar a La maldición de Nostradamus, La sangre de Nostradamus, , Nostradamus y el destructor de monstruos, El Barón del terror, Nostradamus: El genio de las tinieblas, La cabeza viviente, Herencia maldita, Río de ánimas, e incluso El castillo de los monstruos (1958), una comedia dirigida por Julián Soler y protagonizada por Antonio Espino “Clavillazo” y Evangelina Elizondo.
Tanto la voz como la presencia de Germán Robles parecían estar hechas especialmente para estos papeles. No fue casualidad que, durante largos e ininterrumpidos años, protagonizara la versión teatral de La dama de negro, ni que prestara su voz a personajes tan emblemáticos como Kitt, de la serie El auto increíble o Anton Ego, el implacable crítico culinario en la cinta animada Ratatouille.
En el ámbito personal, don Germán era un gran conversador, un experto catador de vinos y un hombre con convicciones de izquierda, como resulta natural en los exiliados españoles del siglo pasado.
Este 20 de marzo, Germán Robles habría cumplido 90 años de edad. Luego de alrededor de 90 películas, 600 teleteatros y 30 telenovelas, no es complicado afirmar que no habrá otro vampiro como él.
Foto: «Nosferatu» por Lancaster Litfest, CC BY 2.0.