“Los mexicanos vistos a través de nuestras imágenes culinarias, no somos muy distintos de como [sic.] nos vemos desde otros ángulos, pero ciertamente tenemos rasgos de identidad y características culturales que aparecen hasta en la sopa”.
Todos sabemos lo que el comal le dijo a la olla y le hemos pedido un abrazo a un limón partido, nos hemos cruzado con una mexicana que frutas vendía y nos enojamos con Juana cada vez que se dilata con la canasta de los cacahuates. El arroz con leche nos quiere casar con un mexicano que sepa cantar y nos gusta que su boquita sea de chocolate, de ese que bate que bate. Algunos se creen muy salsa cuando le echan crema a los tacos y terminan por recibir atole con el dedo, aunque otros prefieren disfrutar el zango, zango, sabaré del acitrón de un fandango.
Como dijo José Eliseo Díaz Bueno, “le cantamos al amor, al paisaje y a la vida, olvidamos lo mejor, me refiero a la comida”. Nuestro país es reconocido por su inigualable riqueza culinaria y su humor peculiar. La cocina en México es más que un espacio para preparar y consumir alimentos, es un lugar en el que pasamos la mayor parte del tiempo dentro de nuestra casa, en donde acompañamos a nuestros padres mientras cocinan y disfrutamos luego de una deliciosa merienda.
De esta forma, el entorno culinario nos rodea desde la infancia con juegos, canciones y coplas, para posteriormente seguir presente con cantares, refranes y jocosas frases que muchas veces juegan con el doble sentido de las palabras, imágenes verbales y fonéticas; como decía Rubén Campos: “la ironía es la flor amarga del intelecto mexicano”.
Para los mayas, los humanos surgimos del maíz, Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso por comer una manzana y algunos modernos no pueden ir a una fiesta si no va haber una buena ronda de merengue o salsa. ¿Qué sería de una charreada si no se toca el jarabe tapatío o de una boda en si no se baila “Mayonesa”?
Las canciones y poemas mexicanos que hacen referencia a la comida son tantos, que solo algunos gozan de un valor literario o musical, pero son un enorme referente antropológico del entorno social del país; un lugar en donde la comida está siempre presente y es un elemento fundamental de la idiosincrasia.
“La creación de metáforas está íntimamente ligada a la psicología y a las formas de vida de los pueblos. (…) La poesía popular pertenece, en primera instancia, a las clases desposeídas, tanto si proviene de un autor particular con nombre y apellido, como la obra anónima, pues en cualquier caso, está arraigada en el corazón de la gente que se identifica con ella y la hace suya”. – Aline Desentis Otálora
En las canciones mexicanas abundan los albures, que se utilizan para burlarse de la vida y reírse del dolor, así como las metáforas culinarias que se refieren al amor, del alcohol y del terruño. Es indudable que el humor mexicano es particular y divertido, sobre todo si se utilizan elementos cotidianos como los alimentos.
«La Panza es Primero»
José Eliseo Díaz Bueno
Le cantamos al amor,
al paisaje y a la vida,
olvidamos lo mejor,
me refiero a la comida.
Los frijoles de rigor
nunca faltan en la mesa,
con el pobre, obligación;
con el rico, a la francesa.
No hay quien pueda resistir
una carne asada al gusto,
con su chile de albañil
y tortillas en su punto.
Si pasamos por Tepic,
un pescado zarandeado
es el mejor souvenir
que se llevan del estado.
No podemos olvidar
el ostión y el camarón,
que te pueden levantar
aunque estés en el panteón.
El menudo es tradición;
si anduviste de parranda
te mejora la presión,
aunque traigas taquicardia.
Un pozole con limón,
tamales con champurrado.
En la fiesta del Señor,
enchiladas y mechado.
Una birria en el Parián
con un tarro bien helado,
para postre la canción
de un mariachi mexicano.
Foto principal: Carlos Hahn.