Es de todos sabido que la fecha oficial de la llegada de Cristóbal Colón a América fue el 12 de octubre de 1492. Otro hecho igualmente conocido es que Hernán Cortés fue el artífice de la conquista de México, sobre todo en lo referente a la derrota del imperio mexica: el último bastión del poderoso estado, Tlatelolco, cayó en manos españolas el 13 de agosto de 1521. Lo que muchos desconocen, sin embargo, es que, además de estas dos fechas, existe otra que resulta igualmente relevante, misma que cotidianamente pasa inadvertida en nuestro calendario.
¿A qué se debe la relevancia de esta fecha ignorada? A que antes de Cortés, otros dos exploradores españoles pretendieron adueñarse del actual territorio mexicano, pero no lo lograron. Esa fecha, a la que me refiero, es el 8 de febrero de 1517, cuando unos aventureros europeos se hicieron a la mar desde Cuba y por un mero accidente se toparon con nuestro gran país. ¿Cómo sucedió esto? Veamos.
Por aquellos años, el conquistador Diego Velázquez de Cuéllar se desempeñaba como gobernador de la isla de Cuba. Por obra y gracia del mismísimo Diego Colón, hijo y sucesor de Cristóbal Colón, se encontraba en funciones desde 1511, y de hecho no abandonaría el cargo sino a causa de su muerte, lo cual ocurrió en 1524.
Sin demasiados esfuerzos, su labor como conquistador, poblador y pacificador se llevó a cabo de manera exitosa. Fundó las primeras villas en la isla: Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, San Salvador de Bayamo, La Trinidad, Santa María del Puerto del Príncipe (Camagüey), San Cristóbal de La Habana, Sancti Spíritus, San Juan de los Remedios y Santiago de Cuba. Como una forma de evangelizar, instruir y mantener pasivos a los nativos, se creó la encomienda.
En esta primera etapa, la actividad económica más importante fue la extracción de oro y algunos otros materiales. Para ello, los encomenderos se valieron de la mano de obra indígena, aunque también de los esclavos negros, que llegaron al Caribe junto con los primeros españoles. Cuando el oro se agotó, los esfuerzos se concentraron en el cobre y más tarde en la agricultura, principalmente en la caña de azúcar. Durante estos años, sucedió algo por demás significativo: la mortandad entre los nativos fue demasiado elevada. Entre el trabajo rudo al que eran sometidos, que en la práctica era vil y llanamente esclavitud, y las nuevas enfermedades que contrajeron, y que en este continente eran desconocidas, la mano de obra escaseó.
Se promovió el comercio de esclavos traídos desde el continente negro. Esta situación, no obstante, presentaba serios inconvenientes: África estaba lejos, los esclavos tardaban largos meses en llegar, a veces arribaban enfermos o cansados y resultaban caros, sobre todo si consideramos que los principales esclavistas no eran españoles y fomentar esta actividad era una manera de alentar la presencia portuguesa, holandesa y francesa, en la región. ¿Qué hacer entonces? Diego Velázquez lo tuvo claro: financiar exploraciones a las islas vecinas en busca de esclavos.
Con esta idea en la mente, y bajo las órdenes de Francisco Hernández de Córdoba, quien era uno de los encomenderos más ricos de Cuba, el 8 de febrero de 1517 zarparon del puerto de Santiago tres embarcaciones con 110 diez hombres a bordo. Quiso el destino que una tormenta los obligara a navegar hacia lo que hoy se conoce como canal de Yucatán. Durante los primeros días de marzo arribaron a una isla deshabitada, en la que encontraron figurillas de mujeres desnudas. No tenían manera de saber que estas representaciones estaban dedicadas a la diosa maya de la fertilidad, Ixchel, pero con ese motivo bautizaron a ese lugar: Isla Mujeres.
Durante ese mismo viaje descubrieron oficialmente la península de Yucatán. Esto ocurrió mientras las embarcaciones se encontraban ancladas. Entonces, vieron cómo algunos nativos se dirigían hacia ellos en canoas. Les llamó la atención sus rostros sonrientes, su actitud amistosa y los presentes que les obsequiaron. Cuando les preguntaron cómo se llamaba aquel lugar, la leyenda asegura que los mayas respondieron in ca wotoch, lo cual significa “esta es mi casa”. Por esta razón, llamaron a ese sitio “Punta de Catoche”, hoy conocido como Cabo Catoche.
Nadie lo sabía entonces, pero la conquista de México se había puesto en marcha.
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Foto: «20160322_Cuba_5048 crop Trinidad sRGB» por Dan Lundberg, CC BY-SA 2.0.