Cuarón retrató su colonia, con grandes dotes de preciosismo, añoranza, y también exhibiendo las injusticias que volvemos tolerables al cerrar los ojos. A algunos les gustó, a otros les pareció muy lenta y hubo quien, sin haberla visto, habla de ella como si fuera crítico de arte. Me encanta que nuestro cine sea comentado, discutido, analizado, aplaudido y hasta criticado. Me encanta que nuestro cine esté presente.
¿Y si nos seguimos? Cada pueblo tiene una historia, o miles. Cada colonia, cada vecindad, barriada o conjunto horizontal. Las historias se asoman a la ventana, salen a la calle, lloran y ríen con nosotros y muestran nuestro jacarandoso espíritu y nuestro comportamiento ilógico, según sea el caso. Ya sea a color o en sepia, con tomas largas o paneos violentos, con muchos extras o pocos personajes, cada cuarto encierra poemas para ser descritos. Abramos los ojos a nuestro pasado, y convirtámoslo cine.
¿Y si nos seguimos? Yo tendría que hacer una película llamada Toriello, la colonia del sur de la ciudad donde pasé parte de mi infancia y mi adolescencia, en una calle, Chimalcoyotl, que forjó historias fraternas. También podría producir otra llamada Atlixco, un pueblo poblano donde me enfrenté a mis primeros años. Hay muchos asentamientos cuyo nombre podría lucir maravilllosamente en las marquesinas: Tepito, Acaponeta, Pichucalco, Irrigación, Río Frío, Teziutlán, y síganle agregando.
Imaginemos a nuestras familias, volvámoslas personajes de dramas y recuerdos hermosos, tejamos historias mexicanas alrededor de costumbres y vicios, de abusos y heroísmos. Se puede hacer cine mexicano de alta calidad, sin pensar en narcos y matanzas, en contrabando y corrupción, sin todo lo que apesta, pero mucho de lo que ennoblece.
Porque México es la Roma, y mucho más, y la Narvarte, y la Portales. Llevémoslas al cine, valen la pena.
Foto: AMACC.