A pesar de que se conoce muy poco acerca de Las Islas Marías, el archipiélago ubicado en Nayarit frente a la Costa de San Blas, ha estado en nuestro radar desde que se anunció que La Isla María Madre dejara de ser una centro penitenciario. La noticia se encuentra por doquier: la prisión, que llevaba más de un siglo de operación, cerrará sus puertas para convertirse en un sitio cultural, deportivo y de ecoturismo.
La idea de utilizar las islas como reclusorio para aislar a los delincuentes peligrosos de la sociedad fue concebida por Porfirio Díaz en 1905 y desde 1943 los jesuitas fueron enviados como capellanes para trabajar con los presos realizando servicio a la comunidad. El padre Mario Cisneros S.J. estuvo en María Madre durante algunos meses entre el año 2009 y el 2010. Hoy, ante el desmantelamiento de la penitenciaría, cuenta su experiencia.
Describe su tiempo en la isla como un “laboratorio de humanidad”, refiriéndose a que entre las paredes de la cárcel, sin él jamás haberlo esperado, hizo muy buenos amigos.
“La isla era como un semi paraíso. Al llegar no lo podía creer. Fuera de la prisión el lugar era espectacular y dentro los presos vivían en aldeas y estaban en libertad, yo sentía que estaba en un pueblito en Tabasco o en cualquier lugar de la república”.
Las aldeas eran llamadas campamentos y estaban separados según el estado civil de los reclusos: había quienes vivían solos y a aquellos con parejas e hijos les era permitido vivir en familia. Todos los campamentos contaban con espacio para hacer deporte, con un comedor, servicio de limpieza y salón de Alcohólicos Anónimos. Las tiendas y el resto de los servicios se encontraban en la capital de la isla, campamento que era conocido como Balleto.
“Era un sistema interesante, a cada quien se le asignaba una melga o trabajo que realizar; algunos cocinaban, otros limpiaban y así era como funcionaba la comunidad”.
Entre todos los secretos que nos cuenta Mario, nos hace saber que desde entonces existía el rumor de que cerraría la cárcel para que la Isla Madre se convirtiera en el destino eco turístico para el que tenía un enorme potencial desde esas épocas. Ante las historias del padre le pregunto si piensa que la decisión de cerrar un reclusorio de carácter tan utópico fue la correcta.
Mario me responde con cautela “era un lugar demasiado arcaico, ya no existen cárceles así y por lo mismo no se mantuvo como yo la conocí por mucho tiempo, por lo que tengo entendido las cosas empezaron a cambiar”. La prisión de María Madre se transformó en gran medida desde las épocas en las que Mario se encontraba trabajando en la penal.
Actualmente se topa con una metamorfosis para develar ante los ojos de México un paraíso escondido en el archipiélago de las Islas Marías.
Foto principal: Gerardo Negrete / Conabio.