“Sois escasos en número, pero fuertes en decisión y si ésta no falta, no dudéis que el Todopoderoso, que nunca ha abandonado al español en su lucha contra los paganos, os protegerá aunque os veáis rodeados por gran número de enemigos; pues vuestra causa es justa, y lucharéis bajo la insignia de la cruz. Adelante, pues, con serenidad y confianza; terminad la obra que se empezó con tan felices auspicios, y llevadla a un final glorioso”. – Hernán Cortés
Las anteriores palabras de motivación fueron pronunciadas desde Santiago de Cuba, cuando en 1519 el inteligente, persuasivo y sagaz Hernán Cortés levó anclas acompañado de 110 marineros, 553 soldados, 10 cañones pesados, 16 caballos y algunos perros. En ese momento, el determinado no sabía que, en unos meses iba a tener que hundir 10 de sus 11 embarcaciones para poder llevar a cabo su misión y eliminar la posibilidad de que parte de sus tropas organizara un motín y volviera a Cuba.
En abril de 1519, el inteligente, violento y sagaz Hernán Cortés desembarcó en la Villa Rica de la Vera Cruz. Contrario al mito que dice que mandó incendiar sus naves, las Cartas de Relación y las crónicas de Díaz del Castillo afirman que el valiente conquistador, luego de extraer todo lo que le sería útil, perforó los cascos de 10 de sus 11 naves, desabilitándolas para evitar motines y enviar la otra embarcación a España y dar noticia de su situación.
Fue ese valiente acto, en el que Cortés renunció a todo lo que había dejado en España y se entregó completamente a un nuevo mundo, el que comenzó una historia que aún no termina y dio pie al encuentro cultural más significativo de la historia mundial.
Han pasado ya 500 años ya desde la llegada del polémico Hernán Cortés a las costas veracruzanas y poco se sabe del paradero de sus navíos. Apenas el año pasado se emprendió el “Proyecto de arqueología en la Villa Rica: tras los pasos de Del Paso y Troncoso y los barcos hundidos de Cortés”, proyecto que sigue en marcha gracias al apoyo de National Geographic, el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia), la Universidad de Miami y el Buró de Seguridad y Cumplimiento Ambiental de Estados Unidos.
Fue en julio del año pasado cuando Roberto Junco Sánchez, titular de la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH, junto con los arqueólogos subacuáticos Frederick Hanselmann, Christopher Horrell, Ilya Inov y Melanie Damour llevaron a la práctica el proyecto que habían tenido en mente desde hace tiempo y por el cual siguen apostando, con la certeza de que pronto se obtendrán resultados impactantes.
La primera expedición del proyecto se realizó abarcando un área de 10 kilómetros cuadrados de aguas en el municipio de Actopan, Veracruz, en profundidades que fluctúan entre los 2 y 15 metros. Se han ido registrando datos de 60 anomalías, cada una de ellas descubierta gracias a la utilización de un magnómetro, instrumento que permite detectar variaciones en el campo magnético de la Tierra y definir los sitios de alto potencial para encontrar artefactos metálicos como clavos y anclas, en este caso los pertenecientes a los navíos del conquistador de la Nueva España.
En el pasado, algunos aficionados como Francisco del Paso y Troncoso ya habían intentado rastrear los barcos de Cortés, pero nadie obtuvo éxito ni resultado alguno. Hoy, los arqueólogos submarinos pretenden rescatar el valor de la Villa Rica mediante éste trabajo de largo alcance que, si tiene éxito, les permitirá explorar la tecnología marítima que los españoles utilizaron para llegar al nuevo mundo y desenterrar los misterios marinos del pasado de nuestro país.
Foto principal: «Paraty» de Deni Williams, CC BY 2.0