El ser humano es una especie distinta a todas las demás. Además de poseer la capacidad de razonar, es consciente de sí mismo y de su pensamiento. Se podría así decir que el pensamiento se piensa a sí mismo, se cuestiona sobre su individualidad y la de todo aquello que existe o parece hacerlo.
En una exhaustiva búsqueda del origen, del funcionamiento del medio que lo rodea y de una explicación a los diversos fenómenos que acontecen a su alrededor, el humano se ha planteado distintas teorías a lo largo de la historia. Al mismo tiempo, ha ido desarrollando formas de entender un mundo tan complejo. Un mundo que refleja una aparente realidad que se acepta como verdadera a pesar de no comprenderse del todo.
Entonces ¿cómo es que el humano ha expresado sus inquietudes a través del tiempo? Es importante destacar que una de las herramientas más útiles para comprender lo que lo rodea a uno mismo es el arte. El arte, que normalmente va de la mano con la filosofía, es la forma más expresiva de transmitir lo que se siente y se cree saber.
Coatlicue
En la época de los mexicas, las esculturas monumentales monolíticas estaban de moda. Las usaban principalmente para venerar a sus deidades a través de una representación física. Coatlicue, “la de la falda de serpientes”, es una de las esculturas más emblemáticas del Museo Nacional de Antropología y esconde una interesante historia detrás de su extraña figura.
Coatlicue fue la madre de Huitzilopochtli (dios del Sol), por lo que se le conoce como la “madre de los dioses”. Ella concibió al dios de forma espontánea, luego de guardar en su seno una pluma que cayó del cielo repentinamente. Su hija Coyolxauhqui, molesta por el deshonroso embarazo de su madre, organizó a sus demás hermanos para matarla. En el momento de la pelea, nació Huitzilopochtli, adulto y armado. Él, defendiendo a su progenitora, acabó con sus hermanos y mutiló a Coyolxauhqui. (Para conocer el mito completo, les recomiendo: “Coyolxauhqui: enterrada viva”)
La imagen de Coatlicue es un poco perturbadora la primera vez que se observa, sin embargo, si se analizan detenidamente sus elementos, es una síntesis de la vida, la muerte, la existencia humana y su cohabitación con la divina. Es importante mencionar que la escultura representa a la diosa madre en el momento de la pelea con su hija y el nacimiento de su hijo.
En lugar de cabeza, Coatlicue tiene dos serpientes que brotan arriba de su torso a partir de los chorros de sangre que salen cuando su hija la decapita. Sobre sus senos, la diosa tiene un collar que intercala manos y corazones, y en el centro cuelga perfectamente un cráneo. Su cinturón es de una serpiente bicéfala y su falda tiene serpientes entrelazadas.
Entre sus pies con forma de patas de águila, se asoma la cabeza de una serpiente: Huitzilopochtli naciendo. También en la parte inferior observamos la presencia de chalchihuites, representaciones del elemento acuático. Por último, la figura tiene también cabezas de serpientes en lugar de manos y en su base se halla la imagen de Tlaltecuhtli, dios de la Tierra.
Los enigmas
Si Coatlicue era la madre del dios del sol, ¿era ella la diosa principal o más bien representaba la fertilidad? Pero si era así, ¿por qué tiene elementos representativos de la muerte? ¿Se debe a la naturaleza dual del universo? ¿Por qué Tlaltecuhtli la sostiene? ¿Y qué pasa con Ometeotl? ¿No era él la síntesis de todos los dioses existentes?
Empecemos con el hecho de que existe otro monolito con características similares a Coatlicue. Casi nadie sabe de la existencia de Yolotlicue, también decapitada, con un collar idéntico, pero con una falda de corazones humanos y los pies representados como monstruo de la Tierra. ¿Serían Coatlicue y Yolotlicue hermanas? ¿O es la escultura de Yolotlicue una anterior representación de Coatlicue?
Puede ser que ambas fueran una misma, pero en una existencia dual con características y funciones opuestas complementarias. También es probable que Yolotlicue haya sido la anterior diosa madre y fuera sustituida por Coatlicue posteriormente. Lamentablemente, no se sabe con certeza la historia, pues la supuesta deidad dual no aparece en ningún escrito que se haya encontrado hasta ahora.
Por otro lado, Ometeotl era el dios dual de la creación y ocupaba el lugar principal en el cielo, mientras que Tlaltecuhtli era la deidad de la tierra. De esta forma, Coatlicue era la deidad del planeta Tierra, pues sintetizaba los elementos principales de la existencia: la vida, la muerte y la transformación.
Grandes estudiosos como Miguel L. Portilla y Justino Fernández dedicaron mucho de su tiempo a la comprensión de la historia de Coatlicue, pero las evidencias que se han encontrado hasta ahora no han sido suficientes para comprenderla del todo. La diosa madre sigue siendo un misterio, así como muchos otros personajes prehispánicos que se han ido olvidando con el tiempo.
Los invito a que visiten el Museo de Antropología y observen con detalle las distintas obras que representan el pensamiento filosófico prehispánico, no sin antes adentrarse un poco más en los intrigantes enigmas que esconde nuestra historia de antaño.
Fotos: Alejandro Toussaint.