Las damas virreinales eran tan afines a la bebida chocolatada que unas semanas después de que el obispo les prohibió interrumpir la misa para tomar su calientita taza de cacao con leche, canela y vainilla, el clérigo murió inesperadamente. ¿Mera coincidencia?
El chocolate es uno de esos productos que nos hacen sentir orgullosos de ser mexicanos y sea cual sea la situación, nos late chocolate. Ya sea mordido, bebido o saboreado, el chocolate nos encanta y podríamos comerlo todo el tiempo si nos fuera posible. El cacao, mazorca madre de la semilla que ya procesada se transforma en chocolate, es un producto endémico de nuestro país. Tristemente, hoy en día México no figura como productor de cacao, pues la mayor concentración de cosechas está en África del Este.
La historia del cacao en México se remonta a la época prehispánica. Sabemos que los mayas lo consumían y los mexicas también. Sí, la semilla de cacao se utilizaba como moneda de cambio, pero principalmente se usaba como ingrediente básico de la bebida más popular entre la gente, sin importar su condición social: el xocolatl.
Ek Chuac era el dios del comercio y de los mercaderes para los mayas. Por ser el cacao el medio para comerciar, la deidad era también considerada como dios del cacao.
En la época de Moctezuma, la salud era equivalente a una vida equilibrada. Cuando se excedían los límites del cuerpo, éste se sobre calentaba y requería de una bebida fría para bajar la temperatura: el pulque. Por otro lado, cuando había un desgaste o pérdida de energía, se debía ingerir el xocolatl, bebida casi siempre caliente (menos cuando se preparaba como atole).
A los habitantes de Mesoamérica les encantaba la bebida amarga preparada con cacao, agua y a veces miel. La utilizaban principalmente con fines ceremoniales, pero es bien sabido que se conocían también sus propiedades medicinales y su consumo era una forma de regresar al equilibrio vital que todo individuo veía necesario.
El cacao posee alrededor de 50 nutrientes diferentes que son importantes para el funcionamiento del cuerpo. Los mayas y aztecas lo consideraban el alimento de los dioses.
En aquella época, la semilla de cacao se veía como el balance entre calidades opuestas, ya que dentro de su grano se distinguían tres partes:
- una fría, seca y melancólica
- otra aceitosa, caliente y húmeda
- una cálida y penetrante, casi como fuego
Cada una de ellas se mezclaba al moler el cacao y así este se enriquecía y se lograban corregir y armonizar los excesos y carencias de cada fracción.
Luego de la conquista, el xocolatl se transformó en chocolate y se comenzó a consumir con piloncillo, leche y achiote.
“Las cosas claras y el chocolate espeso”, dice el muy dicho refrán mexicano. Antes, se buscaba que la bebida fuera espumosa, para así adelgazarla y digerirla con mayor facilidad. Ahora se sabe que el aire del que se forma la espuma termina causando mayor malestar que placer en el estómago. Se dice que el chocolate satisface el hambre, mitiga la sed, ayuda a la memoria y nos hace felices. Las malas lenguas dicen también que “inflama el ardor de la carne en lugar de reprimir la sensualidad”, son precisamente estos efectos levanta pasiones que nos llevan de regreso a la anécdota del principio del artículo: el que se sospecha fue el primer asesinato en México provocado por el chocolate.
Corría aproximadamente el año de 1655 en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. En la época, las misas eran tan largas que las mujeres no conseguían llegar al final de la ceremonia sin tomar una taza de chocolate a medio sermón. Sus doncellas les solían llevar la caliente bebida a la mitad del evento e, inevitablemente, este se veía interrumpido entre sorbos de chocolate y cuchicheo femenino.
Luego de haber llamado la atención de las damas y no haber obtenido resultado alguno, el obispo Don Bernardo de Salazar se sintió ofendido y prohibió rotundamente el consumo de la afrodisíaca bebida espumosa, amenazando con la excomunión en caso de desobediencia.
La afición al chocolate era tal que las damas decidieron mejor no ir a las misas del obispo y cambiar de sede religiosa, yendo a la misa en los conventos. Más adelante, cuando el eclesiástico prohibió también el consumo del chocolate en los conventos, las mujeres hicieron huelga. Pocos días después, Don Bernardo murió repentinamente; algunos dicen que fue envenenado con una espumosa y caliente taza del sabroso líquido…
Al pobre obispo le dieron una agresiva cucharada de su propio chocolate, pero por lo menos podemos afirmar que murió con un buen sabor de boca.
¿Qué tan lejos llega tu adicción a la deliciosa bebida? Si quieres disfrutar de una buena taza y conocer más acerca de la historia del chocolate, su producción y cómo han cambiado las formas de consumirlo, les recomendamos que visiten el MUCHO: Mundo Chocolate Museo, ubicado en la colonia Juárez en la Cd. de México.
Foto principal: «hot chocolate» de Andrew Fogg, CC BY 2.0.
Fotos: Karina Flores.