Por Javier Flores
Lo conocí en la renovada Cineteca Nacional, ya con casi medio siglo de vida, con sombrero tipo Michael Corleone y escaso cabello, de lentes. Otro amigo –Gabino Hernández– nos presentó. Ahí me enteré de sus andares vivenciales y artísticos. Nacido en la colonia Doctores, rechazado una primera vez de la Escuela Superior de Música, pero no la segunda ocasión, donde se graduó como compositor bajo la tutela de Arturo Márquez. Hoy mismo, además de seguir abonando sus instintos poético-urbano-musicales, vueltos blues, es profesor de música en el IEMS.
Otro día, disfrutando de café y pastel en La Plaza del Cubo de la ampliada Cineteca –oficina vespertina de otros varios, como yo, irredentos especímenes cinéfilos– le obsequié mi novela Pies de musa.Armando, en reciprocidad, me entregó un disco CD, Habrá tiempo, Ediciones Pentagrama 1994, con diez baladas de su inspiración. En la foto de la contraportada, lo único que reconozco de su rostro actual son los lentes.
Ya en casa, una canción en especial me sorprende gratamente. La había escuchado en un concierto en vivo de Nina Galindo, en el Café de Nadie de la colonia Roma, a finales de los años 80: «Habrá Tiempo», inolvidable blues. Por cierto, el nombre del Café de Nadie lo originó otro establecimiento ubicado en la avenida Jalisco #100, ahora avenida Álvaro Obregón, y atribuido el nombre al poeta veracruzano Manuel Maples Arce, que en contubernio con otros bardos fundaron el Movimiento Estridentista, fuente medular de inspiración de Bolaño para la realización de su novela Los detectives salvajes; también se le nombró al local en aquellos años veinte «El establecimiento de la imaginación».
Músico y poeta hecho a base de insistencias y resistencias a la orfandad y el ninguneo musical y cultural de toda sociedad progresista globalizada. Creador y cantor de sus propias rolas: recuerdos, vivencias, poemas vueltos canto. Ha editado ya varios álbumes: Tocata, Fuga y Apañón; La Evolución de las Especies; Habrá Tiempo; 4.5 vuelta en RE (homenaje a José Revueltas) y, el más reciente: El oficio mío. También es diseñador de bandas sonoras: El Violín de Francisco Vargas, 2006; La mitad del mundo de Jaime Ruiz Ibáñez, 2004.
Un viernes de septiembre, ya instalados en el acogedor 8 1/2, a la entrada de las salas 4, 5 y 6 de la renacida –ya sucedieron 36 años de aquel incendiario 24 de marzo de 1982– Cineteca Nacional, al calor de un café y en compañía de Karina Flores, magnífica fotógrafa ex de Mexicanísimo, le hago cinco preguntas que se me ocurren al compositor chilango:
JF: ¿Una canción que te haya conmovido para siempre en tu niñez?
AR: “Esta tarde vi llover”, de Armando Manzanero.
JF: ¿Una compositora o compositor mexicano que merezcan el calificativo de “inmortales” por la música que nos heredaron?
AR: Consuelo Velázquez.
JF: ¿Un lugar o recinto en la República Mexicana donde desearías cantar?
AR: La ciudad de Guanajuato, en el Festival Cervantino.
JF: ¿Qué lugar o creación de la naturaleza fueron en algún momento fuente de inspiración para tus composiciones?
AR: La ciudad de Chicago y, por supuesto, el dilema existencial del mexicano, dígase El laberinto de la soledad.
JF: Armando, ¿algún platillo de la comida mexicana que te haga sentir lo más próximo a un orgasmo?
AR: Por supuesto, en esta época, unos chiles en nogada.
Armando Rosas, fundador de La Camerata Rupestre en los nostálgicos 80, se presenta con el virtuoso guitarrista Emiliano Juárez en el Foro el Tejedor el viernes 3 de octubre, a las 21 horas.
Foto principal: Karina Flores.