Sobre su tumba, en Surgidero de Batabanó, Cuba, el epitafio rezaba: “Juventino Rosas. – Violinista mexicano y autor del célebre vals ‘Sobre las Olas’. – Falleció en julio de 1894. La tierra cubana sabrá conservar su sueño”. Había muerto uno de los grandes compositores que Guanajuato vio nacer.
Comenzaron los años de silencio y de olvido que dieron pie a que poco se sepa, con seguridad, de la vida de Juventino Rosas. Tuvieron que pasar quince años –cuando en 1909 sus restos fueron trasladados a la Ciudad de México– para que aparecieran sus primeros biógrafos y se publicaran los primeros datos de su vida en el diario El Imparcial.
Quienes han contribuido a construir la leyenda han llegado a afirmar que poseyó un violín Stradivarius y que dirigía orquestas con ademanes beethovenianos. Si bien esto ha sido desmentido en las últimas biografías, también es cierto que ha permeado en el imaginario colectivo donde Rosas es considerado una especie de figura mitológica e, incluso, se han filmado varias películas sobre él. La primera, Sobre las olas, data de 1932, producida y dirigida por Manuel Zacarías, tenía un tinte romántico; era la historia de un amor no correspondido. La segunda, del mismo nombre, es más famosa, ya que el mismísimo Pedro Infante interpretó el papel de Juventino.
Desde su nacimiento, la historia de José Juventino Policarpo Rosas Cadenas estuvo envuelta en un halo de misterio y contradicciones. Según algunos nació el 24, según otros el 25 o el 26 de enero de 1868; en Santa Cruz, Guanajuato, o en Celaya. Incluso se discute si el apellido de su madre era Cadenas o Cárdenas. Lo cierto es que nació en una familia de músicos y traía notas musicales en las venas. Su padre tocaba el arpa, su hermano la guitarra y él tocaba el violín.
La familia se trasladó a la Ciudad de México, de acuerdo con algunos, huyendo de la miseria; de acuerdo con otros, por una licencia militar otorgada a su padre. Ya en la capital, la música de la familia Rosas pronto ocupó un lugar en las noches del Centro Histórico. Los hermanos Elvira –populares filarmónicos– invitaron a la familia de Juventino a formar parte de su orquesta. Amenizaban fiestas de barrio, tocaban en la calle Donceles, eran invitados a reuniones privadas y gozaban de cierta fama. Más tarde, los Rosas tocarían con la orquesta de los hermanos Aguirre.
De los siguientes años poco se sabe. Hay muchas lagunas en la biografía. De acuerdo con una versión, su padre y su hermano fueron asesinados mientras tocaban en una cantina y un hombre los agrediera: “Músicos de mierda y además desafinados”. Juventino tenía doce años cuando quedó huérfano.
¿Sabías que Wagner y Levien compró los derechos de “Sobre las olas” por solamente 45 pesos?
A los 17 años ingresó al Conservatorio Nacional. Se sabe que estuvo inscrito en Teoría Musical y Solfeo; sin embargo, nunca presentó los exámenes y no terminó la carrera. Los biógrafos coinciden en que Juventino Rosas comenzó a triunfar como compositor e intérprete, pero que nunca cobró mucho por los derechos de autor de sus obras, incluso, dicen que se convirtió en un muchacho entregado a las desilusiones amorosas que lo condujeron al camino del alcohol.
En 1893, a los 25 años, se unió a una orquesta y se fue de gira a Estados Unidos. Ahí se contrató por una compañía itinerante con la que viajó a Cuba, donde enfermó de mielitis espinal y murió en una casa de caridad a los 26 años.
La de Juventino fue una vida tormentosa y breve, pero lo suficientemente intensa y prodigiosa para ser considerado uno de los genios de la historia de la música mexicana, principalmente por su vals “Sobre las olas”, con el que es conocido mundialmente.
El vals se impuso en México durante el imperio de Maximiliano de Habsburgo y tuvo su auge durante el Porfiriato. Rosas fue el compositor más exitoso de esta época, compuso un total de 18 valses. Además del ya mencionado “Sobre las olas”, es famoso “Carmen”, dedicado –con motivo de su cumpleaños– a Carmen Rubio de Díaz, esposa del presidente Porfirio Díaz, el cual recibió con mucha alegría y agradecimiento; a partir de entonces, esta melodía se convirtió en las favoritas durante las celebraciones de doña Carmen.
Otros de sus valses son “Dos pensamientos”, “Aurora”, “Ensueño seductor”, “Eva” y el póstumo “Último adiós”. Pero también compuso chotis como “El sueño de las flores”, dedicado a Cristina Carrillo; Danzas como “No me acuerdo” y “A Lupe”, danzones como “Flores de Romana”, mazurcas como “Lejos de ti”; y polkas, como “Carmela” y “La Cantinera”, dedicada a Maura Alfaro de Garrido. Como puede leerse en sus títulos, Rosas componía por amor y desamor.
Sus obras fueron compradas y publicadas por la Casa Wagner y Levien, la cual se encargó de su divulgación y fomento. Aunque Rosas poco se benefició económicamente de la venta de sus composiciones, con ello logró ser reconocido internacionalmente y dejar su nombre escrito con letras de oro en los pentagramas de la historia musical.
Ilustración: Bruno Pérez Chávez.
Artículo apareció en el número 85 de la revista Mexicanísimo.