Entre los cómicos mexicanos también hay categorías. No, no se trata de ser grandes estrellas, perseguidos por la prensa ni protagonizar decenas de películas. Entre los cómicos mexicanos, la verdadera categoría se adquiere por su capacidad de hacer reír, de tener sangre ligera y de comunicar alegría a ese gran público que aplaude, llora y se hace uno con el actor. Ésa es la verdadera categoría que sólo los grandes cómicos de nuestro cine de oro lograron ostentar: la de ser uno más del pueblo, y entre ellos, nadie como el gran Fernando Soto “Mantequilla”.
Fernando Soto Astol nació en la ciudad de Puebla el 15 de abril de 1911. Su vena cómica le vino por herencia. Su padre fue uno de los iniciadores de los espectáculos populares en México: Roberto “El Panzón” Soto, también apodado “El Júpiter del teatro frívolo”. Ese teatro de revista donde se gestó la crítica política. Entre números musicales, bailarinas con escasa ropa y un elenco cómico de primera, “El Panzón” Soto escribía sus propias rutinas, todas ellas llenas de ironía, de lenguaje popular y leperadas finas, con las cuales se burlaba de los gobernantes, satirizaba al poderoso, le daba voz a los que mantenían callados.
De 1910 a 1930, brilló como el indiscutible amo y señor de las carpas, y fue precisamente en este ambiente donde “Mantequilla” vio la primera luz y se empapó del escenario.
De los años cuarenta a los sesenta, se hizo presente en la pantalla grande. Si bien casi todos sus papeles fueron de patiño, haciéndole segunda y apoyando al actor principal, nadie logró hacerle sombra. Su mirada melancólica, su bigote a la vez delineado y descuidado, y su baja estatura, lo convertían en un actor al que le bastaba su presencia para hacer reír.
De este modo, logró alternar con los grandes sin ser opacado, ganándose un lugar en el cariño de los espectadores. Actuó al lado de Pedro Infante, Pedro Armendáriz, Lucha Villa, “Tin Tan” y “Cantinflas”, a quien conoció desde su época en las carpas.
Sus mejores interpretaciones las logró en películas como Campeón sin corona, de 1945, donde el director Alejandro Galindo concibió una obra de arte que retrata la saga de “El Kid” Terranova, personaje inspirado en el boxeador “El Chango” Casanova, perfectamente encarnado por David Silva. En esa ocasión, “Mantequilla” se llamó “El Chupa”.
En Los tres huastecos fue Cuco, el sacristán distraído; el que soliloquio le sonaba a solo y loco, y que un coscorrón le sonaba a… “¡Uy, eso me sonó re hueco!”; el que desafinaba en las coplas, aunque en la vida real, Fernando Soto era un gran intérprete de canciones románticas y también satíricas.
Actuó en Los tres García, al lado de Sara García, Víctor Manuel Mendoza y Abel Salazar, donde desplegó todo su ingenio: “Lo agarraron como al enfermo del estómago: corre y corre”. En La ilusión viaja en tranvía fue “El Tarrajas”, acompañando a Lilia Prado y Agustín Isunza, dirigidos por el mismísimo Luis Buñuel.
Sus sobrenombres en las películas eran parte de la esencia de sus personas. Así, en Tacos al carbón fue “El Ciclamatos”; en Alazán y enamorado se llamó Cleopatro García de León; en Lástima de ropa fue Pío Jasso; “El Sapo” en El analfabeto; “Manteca” en Los resbalosos; en Cupido pierde a Paquita, Espiridión Machuca alias “El Firuláis”; “El Cachetes” en Ahí vienen los gorrones; Constantino Fajardo en El charro y la dama; “El Olote” en Soy charro de rancho grande; en Carita de cielo, “El Chilaquiles”. Y en fin, a lo largo de más de 55 películas, actuó como Pancho Aguado “Pizarrín”, el Sargento “Cartucho”, “El Charifas”, “El Sapo”, “El Piropo” y “El Regalito”.
Del mismo modo, dejó huella en los escenarios. Con “Piporro” actuó en Don Juan Ajúa, versión cómica de El Tenorio de Zorrilla. Con ellos estuvieron Olga Breeskin, Anel, Carmen Salinas, Julio Aldama, el “Chato” Padilla” y “Tin Tan”.
También, fue parte de la “Caravana Corona”, del empresario Guillermo Vallejo, espectáculo que recorría el país presentando comedia y música, con carteles de súper lujo que incluían a Enrique Guzmán, “Clavillazo”, Los Tex-Mex, el “Chino” Herrera, las “Kúkuras”, “El Ojón” Jasso, “Borolas” y “Piporro”.
Iniciado en teatro desde 1913, a la edad de dos años, “Mantequilla” tenía el espectáculo por dentro. De este modo, fue parte importante de grandes compañías, como las de Dora Villa y Ricardo Mutio. Después, creó la suya, con la que presentó inolvidables puestas como Mexican ra-ta plan y Rayando el Sol, ésta en el Palacio de las Bellas Artes.
Su calidad histriónica fue reconocida cuando lo eligieron para sustituir al fallecido Joaquín Pardavé, en el papel de Don Susanito Peñafiel y Somellera, en la nueva versión de México de mis recuerdos, y en sus continuaciones Así eran nuestros padres y Los valses venían de Viena y los niños de París.
Finalmente, el 11 de mayo de 1980, murió Fernando Soto “Mantequilla”, dejando un testamento de risas, lágrimas y suspiros.
“Mantequilla”, uno de los grandes, arropado por las sombras, que sin embargo sigue brillando con luz propia.
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