En ocasiones, la temporada vacacional es el mejor momento para quedarse en casa. Al menos lo es en la Ciudad de México, sobre todo en Semana Santa, cuando la enorme urbe luce más o menos despejada y uno puede desplazarse con relativa facilidad de un extremo a otro. El momento de hacer turismo local es ahora.
Uno de los atractivos eminentemente religiosos, pero también turísticos, que se encuentran a la vista de todos, pero que por diversas razones es poco frecuentado, es el Sagrario Metropolitano. Debido, tal vez, a que se levanta a un costado de la Catedral, pocos son quienes entran en él, quienes observan sus detalles, su arquitectura, quienes se interesan por conocer alguno de los muchos secretos que resguarda.
Construido según las indicaciones del arquitecto español Lorenzo Rodríguez, quien llegó a ser muy famoso en la Nueva España, el edificio fue levantado entre 1749 y 1760, precisamente durante el apogeo del barroco. Este es uno de sus secretos: su elegante estilo arquitectónico, que cumple con los requisitos del barroco sin llegar a estar sobrecargado.
En un principio, su finalidad era la de resguardar los archivos de la catedral, así como las vestimentas del arzobispo. Sin embargo, la función principal de un Sagrario, como enseguida veremos, es la de resguardar la reserva Eucarística, es decir, la hostia consagrada.
El edificio, de tezontle rojo y piedra chiluca blanca, y conectado a la catedral por medio de la Capilla de San Isidro, presenta dos entradas principales: una mira hacia la Plaza de la Constitución o Zócalo y la otra hacia la Plaza del Seminario, donde se localiza también la entrada a la zona arqueológica del Templo Mayor.
Ambas fachadas muestran, en sus múltiples decoraciones, imágenes relativas a la Eucaristía, así como algunos relieves un tanto escondidos, como un león rampante (en actitud de ataque), el águila real de nuestro Escudo Nacional, y una gran diversidad de flores, entre ellas varias de cuatro pétalos, las cuales tenían un profundo significado religioso para los mexicas, pues simbolizaban al Quinto Sol.
Aunque su fachada es notoriamente gris, el tezontle ayuda a que sus muros presenten un evidente color rojizo. Este color representa la sangre de Cristo, y también el tono del vaso de la veladora que arde junto a la hostia consagrada o Santísimo (la veladora se llamaba tercerilla, según la misa tridentina que se celebraba al momento de la construcción del Sagrario).
Siguiendo una línea lógica, se entiende que el edificio completo es un enorme recipiente cuyo fin es cuidar, exaltar y cuidar la hostia consagrada. Pero hay más historia, pues el Sagrario esconde literalmente un tesoro de piedra debajo de él: utilizada como cimiento, se encuentra una pirámide mexica, que era parte de los edificios del recinto sagrado del Templo Mayor. El acceso es restringido, pero es posible entrar a él mediante una visita guiada.
Ingresando por el patio trasero de la Catedral, y avanzando prácticamente en cuclillas por los túneles excavados con fines de restauración que buscan detener el hundimiento de los templos, se llega a una especie de patio central: un enorme salón donde pueden observarse los cimientos de la pirámide –dedicada a Tonatiuh, el dios del Sol, y descubierta en 1976– que sostiene el peso de la enorme iglesia. También, y de sobra impresionantes, pueden admirarse distintas piedras labradas, la más famosa de todas está ubicada a unos centímetros de una las estacas de madera originales que los conquistadores utilizaron a manera de pilotes. Es decir, la estaca que los constructores españoles clavaron para cimentar el templo cristiano atravesó las piedras mexicas.
La roca labrada representa un Chalchiuitl o piedra preciosa de color verde; un jade, con el que también se asociaba al Sol. En este caso, simboliza a Chalco. Por extensión, esta piedra estaría mostrando un nombre: “el lugar de lo precioso o lo sagrado”. Además, por su función, estaría representando exactamente lo mismo que las flores de cuatro pétalos que se localizan en la fachada del Sagrario: al Sol. Al Quinto Sol mexica. A la nueva era.
Construidos con una diferencia de dos o tres siglos, resulta curioso que ambos edificios, la pirámide y el Sagrario, el mexica y el español, terminaron siendo utilizados para exactamente lo mismo: para marcar el lugar de lo Sagrado; el sitio que le rinde culto al Sol; el monumento que recuerda a Jesús, a Tonatiuh y a Huitzilopochtli.
Huitzilopochtli: ese Niño Sol que, como Jesús en la tradición cristiana, disipa las tinieblas, y lo hace con su arma especial: el primer rayo de sol de cada día, con el que ahuyenta la penumbra y anuncia la claridad del amanecer.
Singulares coincidencias.
Sin lugar a dudas, como aseguró El principito, lo esencial es invisible a los ojos.
Es una buena temporada para redescubrir la ciudad.
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Fotos:
- «Sagrario Metropolitano,Parroquia la Asunción,Cuautémoc,Ciudad de México» por Catedrales e Iglesias/Cathedrals and Churches, CC BY 2.0.
- «Redibujado en base a códices prehispánicos la imagen representa al Sol» por Akapochtli, CC BY 3.0.