Vasconcelos fue un personaje controversial, quien a la vez que confrontó al sistema político mexicano, su participación en él, como servidor público, ayudó a forjarlo.
¿Sabías que la frase “Por mi raza hablará el espíritu”, fue acuñada por Vasconcelos?
Referirse a la vida, labor, obra o pasión de José Vasconcelos Calderón (1882-1959) no es tarea fácil. Sin embargo, con motivo de su cumpleaños número 136, bien vale la pena –a manera de homenaje– reencontrase con el pensamiento del filósofo oaxaqueño.
Fue educador, político, abogado y escritor pero, sobre todo, ideólogo convencido de que en la educación radica el espíritu para trasformar a México en una nación verdaderamente libre y soberana, lo que en estos tiempos, en un país que atraviesa por momentos de cambios políticos y educativos trascendentales, invita a la reflexión.
La agitada infancia que vivió, como hijo de un agente aduanal, le permitió salir de su natal Oaxaca y conocer la cultura del país en su paso por Piedras Negras, Sonora, Toluca, Durango, Campeche y la Ciudad de México, además de entrar en contacto con la ideología estadounidense durante su estancia en Eagle Pass, Texas.
Como hombre de ideales, el estudiante de leyes mostró su inclinación por la reflexión política y social, pero también filosófica, lo que lo llevó a ser uno de los promotores del Ateneo de la Juventud, agrupación en la cual participarían los intelectuales más sobresalientes en diversas áreas del conocimiento humano, entre los que figuraron personajes como Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Antonio Caso, Martín Luis Guzmán, Alfonso Cravioto, Saturnino Herrán, Ricardo Gómez Robelo, Jesús T. Acevedo, Federico Mariscal, Nemesio García Naranjo, Alberto J. Pani, Diego Rivera, Julio Torri, Luis Cabrera, Manuel M. Ponce, Alfonso Pruneda, entre algunos otros. Martha Robles, especialista en la vida y obra de Vasconcelos, señala: “Las instituciones que se fundaron en ese entonces [en los años veinte], como el Ateneo de la Juventud, crearon las bases en las cuales descansamos las generaciones actuales”.
Visión política y educativa
El pensamiento y visión del “Maestro de América” generaron impacto en diversos ámbitos de la vida nacional, sobre todo en los terrenos de la política y la cultura. La identificación de ideales entre Vasconcelos y Francisco I. Madero lo llevaron a acercarse a la política, incorporándose en la parte de los discursos y propuestas para dar a conocer la oferta política de Madero en el país e, incluso, en el extranjero. En su paso por la política, Vasconcelos propuso nuevas ideas para dar respuestas de mayor justicia a la población; una asignatura pendiente en el régimen porfirista.
En una de sus reflexiones, Robles destaca que tras la caída de Porfirio Díaz, apareció este personaje con un notable espíritu demócrata, quien exigía que la nación debía entrar a la edad de la razón. “Decía que México no merecía vivir en esa barbarie, que debía salir de su estado primitivo para entrar a la edad de la responsabilidad, saliendo así de la moral del rebaño; pensaba que el pueblo mexicano era agachado, lo que le impedía actuar con libertad”.
¿Sabías que fue el primer secretario de Educación Pública en México?
Su preferencia y apoyo a Madero le valió el destierro de México, al darse el golpe de estado de Victoriano Huerta, aunque regresó para participar en la Convención de Aguascalientes, en 1914. Posteriormente, enemistado con Venustiano Carranza, volvió a alejarse del país al caer la Convención. Con la llegada de Adolfo de la Huerta, regresó al país con el cargo de rector de la Universidad Nacional y, posteriormente, fue nombrado por Álvaro Obregón como secretario de Educación. Tras el asesinato de Obregón, en julio de 1928, diversos grupos mostraron su apoyo a Vasconcelos, quien se lanzó como candidato a la Presidencia de la República, empresa en la cual fracasó.
Reconocido como uno de los grandes ideólogos de Iberoamérica, es referencia obligada si se quieren conocer los pilares sobre los que residen los procesos educativos del Estado mexicano. Asimismo, hablar de Vasconcelos es vincularlo de inmediato a la fundación de la Secretaría de Educación Pública (SEP), institución creada y diseñada por el pedagogo en 1921. Él sostenía la teoría de que con el tiempo se crearían consejos educativos que, de la mano de profesores, alumnos y padres de familia, derivarían en una participación democrática que haría innecesaria la estructura de la SEP.
Durante su ejercicio como secretario de Educación, realizó una de las más grandes reformas educativas y culturales en México, incluso algunos especialistas señalan que, en el fondo, la Reforma Educativa aprobada en 2013 sigue las principales directrices educativas trazadas por Vasconcelos.
La idea central de la formación vasconcelista residía en hacer de la escuela “una casa del pueblo” y del maestro “un líder de la comunidad”. Sus postulados básicos eran: traducir obras clásicas, la distribución masiva de libros y la edificación de bibliotecas, así como el subsidio al arte y las humanidades.
Uno de los momentos cumbre en la vida de Vasconcelos fue cuando emprendió la gran cruzada nacional por la educación, siendo rector de la Universidad Nacional. Así, en 1924, con esfuerzo publicó Lecturas clásicas para niños, compilación de pasajes de la Ilíada y la Odisea, del Cantar de Mío Cid y El Quijote de la Mancha, poemas de Nezahualcóyotl, de los Vedas y el Ramayana, que logró distribuir entre niños, jóvenes y maestros de México.
El modelo educativo mexicano
Vasconcelos decía que había que reconocer “lo mexicano”, estudiarlo y difundirlo. A partir de ello, se podría formar un esquema de educación mexicano, sin necesidad de copiar los modelos extranjeros, tanto en organización escolar, contenidos y métodos educativos.
Creía que la escuela mexicana ayudaría a develar, desenvolver y desarrollar todas las capacidades de los mexicanos, para devolverles la confianza en sí mismos y abandonar el complejo de inferioridad. Los tres principios en los que se sostendría este esquema eran la educación física y el desarrollo del cuerpo humano; fomentar la disciplina, no sólo para el desarrollo laboral, sino para el control de los malos hábitos; y la sana alimentación, la higiene, la salud y el respeto por la naturaleza.
Defensor del hispanismo
Su infancia marcó el destino del educador, pues sus experiencias en diversas regiones de la República Mexicana y su estancia en Estados Unidos despertaron en él una incuestionable pasión por México, su cultura y su gente. En Ulises criollo, testimonio de sus experiencias, describe las relaciones entre Norteamérica y México: “Fue un extraño amanecer. Desde nuestras camas, a través de la ventana abierta, vimos sobre una ondulación del terreno próximo, un grupo extranjero de uniforme azul claro. Sobre la tienda que levantaron, flotaba la bandera de las barras y las estrellas. De sus pliegues fluía un propósito hostil. Vagamente supe que los recién llegados pertenecían a la comisión norteamericana de límites. Habían decidido que nuestro campamento con su noria, caía bajo la jurisdicción ‘yankee’ y nos echaban: –‘Tenemos que irnos’– exclamaban los nuestros. ‘Y lo peor –añadían– es que no hay en las cercanías una sola noria; será menester internarse hasta encontrar agua.’ Perdíamos las casas, los cercados. Era forzoso buscar dónde establecernos, fundar un pueblo nuevo…”.
A partir de la década de los veinte, Vasconcelos criticó tanto la injerencia política como cultural de los norteamericanos, considerándola un peligro en la identificación del hispanismo, pero además, en Ulises criollo describe a un niño que de ninguna manera está orgulloso del pasado indígena.
Para el final de su vida, el pensador mexicano se vio asaltado por la amargura y el desencanto por ver a su patria estancada. El México que lo inspiró en el pasado, se convertiría, para él, en un país de sumisos.
Foto principal: Harris & Ewing / Collection Library of Congress