Por Andrés Bayona
Recientemente, Hollywood ha recibido fuertes golpes financieros a raíz de la falta de diversidad en sus películas, la cual ha generado controversia entre críticos de cine y sus espectadores. Casos recientes como la última adaptación de Peter Pan, en la que Warner Bros. fue criticado por racismo después de elegir a la actriz Rooney Mara como Tiger Lily o la decisión de Lionsgate de incluir solo actores americanos en el elenco de la fallida Dioses de Egipto son claros ejemplos de cómo las cuestionadas decisiones de la industria no solo afectan a su reputación, sino también a su negocio.
Los latinos también han sido pobremente representados en las películas de Hollywood. Además de no ser una prioridad, Hollywood jamás había realizado una historia con más de ocho latinos en una producción de más de 50 millones de dólares. Ese “récord” lo rompió Coco, una película en donde Pixar rompió las reglas de la industria, no solo contando una historia centrada en la cultura mexicana, sino incorporando temas adicionales en su narrativa, entre ellos muerte y deslealtad, elementos completamente opuestos a la visión del estudio.
Las películas de Pixar, por lo general, centran sus historias en la familia, en el amor y en la memoria (Up, Toy Story, IntensaMente y Buscando a Nemo, por mencionar algunas); y a pesar de que el estudio no lo ha reconocido abiertamente, la visión de Pixar ha cambiado significativamente a lo largo de los años. Mientras que en su momento de gloria, el estudio se concentró en estrenar historias originales, con el paso del tiempo, su foco ha estado dirigido en solo producir secuelas como Cars 3 y Buscando a Dory, así como los próximos estrenos de Los Increíbles 2 y Toy Story 4, las cuales, al final del día, se sienten emocional y narrativamente redundantes.
Sin embargo, Coco trajo un efecto energizante a Pixar al punto de hacerlo romper sus propias reglas e, indiscutiblemente, las de la industria, contando una historia de alto presupuesto acerca de personajes hispanos, completamente ajenos a la cultura estadounidense. De hecho, Coco es la película número 19 de Pixar y es la primera, en su muy bien documentada trayectoria, que cuenta, en su mayoría, con actores hispanos.
A diferencia de intentos fallidos como Nacho Libre, Maid in Manhattan y Spanglish, las cuales tuvieron decepcionantes acercamientos a la cultura latina, Coco no cae en estereotipos ni en clichés –no hay chihuahuas ni piñatas, por ejemplo– y exitosamente respeta y hace tributo a las tradiciones mexicanas.
Coco sigue la historia de Miguel González, un niño mexicano que anhela convertirse en cantante. Sin embargo, su familia de zapateros ha vetado la música después de que su bisabuelo abandonara a su esposa para seguir su sueño de ser músico. A raíz de la posición de su familia, Miguel abandona su casa, durante el Día de Muertos, y es mágicamente transportado a la Tierra de los Muertos, seguido de una cadena extraordinaria de eventos.
Las intenciones de Pixar van más allá del hecho de que la historia de Coco transcurra en México; al contrario, la película gira alrededor de la tradición mexicana del Día de Muertos y ofrece un cálido tributo a la importancia de la familia, de los ancestros y de los recuerdos. Esta decisión fue arriesgada, ya que esta película se concentra en dicha celebración que es compleja de explicar y de crear visualmente. Solo imaginar una película familiar llena de esqueletos y cráneos en un lugar tan aterrador como la Tierra de los Muertos hubiese sido suficiente para dejar a un lado la producción de Coco.
Coco es la segunda película en la tradición de Día de Muertos después de El Libro de la Vida, producida por Guillermo del Toro para FOX. Sin embargo, Coco toma dos acercamientos distintos al Día de Muertos y del más allá, gracias a que presenta una narrativa interesante que nadie como Pixar puede hacer: la creación de un fantástico, colorido y fascinante mundo que, sin lugar a dudas, es visualmente llamativo e increíble.
La premisa de Coco nos lleva a una aventura al más allá, la cual resalta la importancia de mantener vivos a quienes nos han dejado en este mundo. La película provee una visión amigable de cómo la vida puede apreciarse después de la muerte, sobre la importancia de mantener a nuestros seres queridos en nuestro corazón, sin olvidarnos de quienes han partido. También, Coco celebra las tradiciones mexicanas con respeto, lo cual hace que los mexicanos se identifiquen y conecten inmediatamente con la historia. Seguramente quienes no estén familiarizados con esta celebración, no entenderán algunas de las referencias de Coco, pero esto no quiere decir que no apreciarán a esta película tanto como quienes están familiarizados con el Día de Muertos. Para algunos será gracioso ver a las papayas bailarinas, a Imelda y su chancla, a las máscaras de lucha libre e incluso a la pasión por los tamales, pero para los mexicanos hay un elemento adicional de orgullo que va más allá del entretenimiento. Después de ver Coco, aquellos quienes no son afines con su cultura y festividades las entenderán y las verán con reverencia y respeto, a diferencia de como algo “exótico”, como tiende a ser visto lo desconocido.
Coco es un llamado a la unidad y a la aceptación, considerando cómo los latinos, particularmente los mexicanos, han sido marginados en Estados Unidos. Fue estrenada durante una coyuntura política tensa entre el gobierno de México y de los Estados Unidos. A pesar de que esta película no es sobre “el muro”, sí es acerca de fronteras en donde la “moneda” de los fantasmas son los recuerdos y las “visas” son las fotos de sus seres queridos.
Coco probablemente será una película que llegue al corazón de los espectadores como ninguna otra película de Pixar lo ha hecho hasta ahora; su aproximación cultural siempre es incluyente. La familia y lo que esta representa son temas universales sin importar la descendencia. Coco hace un tributo al Día de Muertos magistralmente al hacer referencia a nuestros ancestros, de dónde vinieron y de ese árbol genealógico que nos trajo al mundo en el que vivimos hoy; y ese componente adicional de recordar a quienes no nos rodean más es poderosamente conmovedor.
Coco es una nota cálida, que resalta el arte y las tradiciones hispanas que han sido pobremente representadas en Hollywood por años. Se estrenó en cines no solo en un momento en el que la cartelera necesitaba un nuevo aire, pero también en un momento controversial para el estudio. El co-fundador de Pixar, John Lasseter, anunció que abandonaría la compañía temporalmente a raíz de una serie de acusaciones en su contra por conducta inapropiada.
Sin duda, Coco tuvo retos y obstáculos antes de su producción y estuvo al borde de no ver la luz del día. Pixar intentó comprar los derechos del nombre Día de Muertos y, después de una furiosa petición en contra de Disney con más de 20,000 firmas, el estudio cambió de parecer y le dio una voz al caricaturista Lalo Alcaraz, al co-director y escritor Adrián Molina, a los consultores culturales Marcela Davison y a Octavio Solis, quienes se unieron al proyecto. Esto, acompañado de las excelentes críticas y del voz a voz, llevaron a Coco a ocupar el primer lugar en la taquilla estadounidense durante tres semanas consecutivas, ser la película más exitosa en México, ganar el Globo de Oro por mejor película animada y llevarse dos nominaciones a los Premios Óscar que se llevarán a cabo el próximo 4 de marzo en Los Ángeles.