Por Julio Vázquez
Desde hace ya tiempo, el documental mexicano ha sido motivo de orgullo dentro de la industria cinematográfica, especialmente en las últimas décadas, donde no ha habido año sin por lo menos una producción que sea premiada, mencionada o presentada con excelentes críticas en alguno de los cientos de festivales alrededor del mundo, sin olvidarnos de los nacionales.
Así es como llega Bosque de Niebla, película que no solo fue parte de la selección oficial del FICUNAM, Ambulante, SXSW, el Festival de Río de Janeiro o el Festival de Morelia, sino que es la primer cinta mexicana en recibir el Certificado de Cancelación Voluntaria por parte de la ONU. Y es que Bosque de niebla es el primer filme mexicano en compensar sus emisiones de gases de efecto invernadero, generadas en todas las actividades del ser humano. Para esto, el Protocolo de Kioto en 1997 impulsó el mecanismo de compensación de emisiones de gases de efecto invernadero en el marco de las Naciones Unidas. Conscientes de que el cambio climático es un problema de todos, los integrantes del documental asumieron su responsabilidad con el medio ambiente. Durante el rodaje se utilizó únicamente luz solar, las pilas de la cámara se cargaban con paneles solares y no hubo iluminación artificial; nunca se usó gas butano durante la filmación (se usó estufa de leña para calentar la comida y calentador de leña para el agua); y finalmente, en las locaciones de la comunidad protagonista no se utilizaba auto.
Bosque de Niebla fue producido por el sello Viento del Norte (Somos Lengua, Kyzza Terrazas, 2016), y dirigido por Mónica Álvarez Franco, que debuta con esta cinta en el largometraje, el cual podría describirse como un retrato sensible y contemplativo sobre una pequeña comunidad en Veracruz (el Centro de Agroecología y Permacultura “Las Cañadas”), localizada dentro del bosque de niebla de ese estado.
Los habitantes de este grupo fungen básicamente como protectores de uno de los ecosistemas con mayor riesgo de desaparecer, tanto en México como en el mundo. Dentro de este desarrollaron una cultura propia y un funcionamiento autosustentable, alcanzando una armonía como sociedad, teniendo un soñado equilibrio entre sus necesidades, la alimentación, educación y la relación hombre-naturaleza. Sin olvidarnos de los pequeños esbozos sobre la búsqueda por proteger su patrimonio debido a amenazas de deforestación, la expansión de la zona urbana, etcétera.
Con una duración de cuatro años en su realización, un año de investigación y tres de rodaje y edición, la película es prácticamente un collage que más que presentarnos de manera constante la problemática central, nos lleva a la vida diaria de algunos de los habitantes, enfocándose en los dueños de la tierra, una joven adolescente, los alumnos de la preparatoria rural, y algunos agricultores. La idea del documental, acorde a su directora, empezó cuando se cuestionó qué le dejaría a su hija para el futuro, lo que empataría con hablar sobre el respeto a la naturaleza y la importancia de las relaciones humanas ante la trascendencia.
Así es como se nos presentan familias que son felices y hasta cierto punto libres, que aman la naturaleza y aprendieron a educar para transmitir conocimiento a las nuevas generaciones respecto a cómo cuidar la tierra que los acoge. Un punto muy interesante más allá de ver a los adultos relacionarse, trabajar y demás, es el retrato de los jóvenes, que si bien tienen acceso a Internet, conocen la cultura popular actual, están informados de temas sociales y hablan del amor, música y películas, también son conscientes de lo que anhelan para su futuro, saben de agricultura, ingeniería, ecología y diseño ambiental, pero sobretodo, no siguen los roles de género, ni el machismo que dentro del paradigma social establecido se podría inferir que es más marcado en comunidades pequeñas fuera de la zona urbana.
Hay claramente mujeres líderes dentro del grupo más joven; opinan, alzan la voz y proponen. Incluso las mujeres adultas son las encargadas de la escuela, y si bien se describe que los hombres hacen el trabajo que requiere mayor fuerza física, se comparte una responsabilidad laboral en otras actividades como la cosecha o la cocina. Es increíble poder romper ese pilar donde supuestamente la cultura, conocimiento y la conciencia social/humana no serían tan amplios en una comunidad de este tipo, demostrando que a veces la sociedad urbana puede estar por detrás en ideología, sentido común, percepción y comprensión.
Bosque de Niebla es un documental de detalles, donde la fotografía de Carlos Rossini y Luis Montalvo nos regalan macros y close-ups hermosos, desde una gota de rocío hasta una madre con su hijo, pasando por la flora y fauna del bosque. Por momentos los diálogos pasan a un segundo plano cuando la confianza e intimidad llenan la pantalla visualmente.
Bosque de Niebla produce un efecto especial, un algo que nos enseña no solo la importancia de nuestras acciones respecto al medio ambiente y naturaleza, sino también el impacto de nuestras relaciones humanas, de nuestra convivencia con los que nos rodean, pero sobretodo lo maravillosa que es la vida de un pequeño grupo de personas, en un pequeño lugar, haciendo pequeñas acciones que pueden cambiar al mundo.