Un día después de su cumpleaños 215, recordamos a Ignacio Allende con el capítulo dedicado a él en nuestro libro El mexicano del año, que pueden comprar en esta misma página:
Estaba predestinado a conducir la lucha independiente y, por una jugada del destino, hubo de conformarse con ser, ante la historia, el segundo de a bordo. Allende fue hijo de una familia reconocida de San Miguel el Grande, poblado donde nació el 21 de enero de 1769; viudo codiciado que comandaba al famoso regimiento de los Dragones de la Reina, institución de élite en la Colonia; disciplinado militar de carrera, justo y ético, que ya había participado en las fallidas reuniones independistas de Valladolid, en 1809, y que, por fin, parecía tener el control para iniciar la lucha. Sin embargo, buscando dar cohesión al movimiento, se plegó a la personalidad de Hidalgo y se concentró en estructurar, a la sombra del cura de Dolores, aquel improvisado ejército. Habría que reconocerle que cedió el poder en beneficio del objetivo de la lucha, en un país donde la costumbre es hacer justo lo contrario.
Sus esfuerzos por dar disciplina a la masa y por evitar desmanes y violencia están plenamente documentados. Ignacio no quería pasar a la historia como un gavillero o un asesino pues era, ante todo, un hombre convencido del fin último del movimiento y que éste iba más allá de la simple revancha, pero poco pudo hacer tras la victoria en Guanajuato, donde afloró la violencia furiosa de una turba tolerada por Hidalgo.
Allende se hubiera lanzado sobre la capital mexicana, tras la victoria en el Monte de las Cruces, por lo que al replegarse el ejército tras la extraña decisión de Hidalgo, pese a encontrarse a las puertas de una ciudad que no estaba preparada para la defensa, se fragmentó la confianza y se dictó, en cierto sentido, la suerte de las primeras luchas libertarias.
Después no hubo más para conciliar y Allende tomó el mando militar tras la derrota en Puente de Calderón, cuando empezaba 1811, un año ingrato que exhibió las deficiencias de los independientes. Con el ejército diezmado, Allende no pudo mostrar su genio militar y, tras intentar huir para reestructurar sus fuerzas, fue aprehendido con Hidalgo en Acatita de Baján, donde además su hijo fue asesinado. De ahí al cadalso hubo sólo un breve plazo, pues el virreinato quería cortar de tajo aquel fugaz movimiento. El 26 de junio de 1811 terminó su aventura en Chihuahua. Habían pasado apenas nueve meses.
¿Cuál hubiera sido el destino de este país con Allende al mando desde el inicio? Saberlo es imposible, aunque el carisma del cura de Dolores aseguró buena parte del apoyo popular cuando no había más por ofrecer a la gente que sólo sueños. Sin embargo, el caballero Allende fue la luz en 1811, cuando hubo que pagar el precio de aquel lanzamiento.
Instalado injustamente en un plano secundario, tras 200 años de historia, Allende espera recibir el tratamiento justo por su participación en la formación de México. Por lo pronto, al menos, su población natal lleva su nombre.