Hay triunfos que requieren una valoración adicional, especialmente en una cultura como la nuestra. Este sucedió el 18 de septiembre del 2000, del otro lado del mundo, en Sídney, y mucha gente lo recuerda porque ese día una mujer mexicana obtuvo la primera medalla de oro femenil en Juegos Olímpicos: Soraya Jiménez, oriunda de Naucalpan, un barrio que, desde los tlatilcas mil años atrás, apenas había producido fábricas y obreros expulsados de la capital.
Sin embargo, para mí, lo memorable no fue únicamente el logro femenino entre mujeres, sino la ironía, en un pueblo de machos, de hombres rudos y muchas veces abusadores, que la medalla llegara en levantamiento de pesas, un deporte atípico y, según estos cánones miopes de nuestra sociedad, poco femenino.
Me parece que Soraya ayudó, desde su tribuna o, más bien, desde el gimnasio, a tantas luchadoras de la igualdad que tratan de ir contracorriente en una cultura donde ellas han sido históricamente propiedad de ellos y, a la menor provocación, son agredidas al amparo de una frase estúpida que alguien inventó hace siglos y que Soraya destruyó, el de ser “el sexo débil”.
País de valientes –según nosotros–, de fuertes, México ha tenido que aprender que la hombría de la que presume no se mide en kilos o en golpes. A veces ha tenido que aprenderlo “por las malas” o descubriendo la fuerza más allá de su alcance masculino. Cabe hacer notar que ningún hombre de nuestro país ha ganado una medalla similar, o sea que eso de la fuerza parece ser algo relativo y los mitos misóginos se agrietan con medallas como la de Soraya.
Jiménez falleció el 28 de marzo marzo de 2013, justo va a cumplir 5 años. Debería recordarla en esa fecha, pero muchos andaremos en vacaciones de Semana Santa, así que prefiero adelantarme.
Por cierto, la otra medalla de oro obtenida por una mujer hasta la fecha fue también en un deporte rudo, el tae kwon do, para María del Rosario Espinoza. ¿Será porque nuestras mujeres han tenido muchos años de práctica resistiendo y respondiendo a los abusos? ¿Será porque las obligamos a reponerse, fuerza con fuerza? Así que, a todas ellas, un abrazo solidario que tiene algo de solicitud de perdón, nuestro México al que amamos debe corregir mucho si quiere ser una sociedad incluyente y justa.
Foto principal: CONADE