Por Guillermina Escoto
Una gigantesca esfera naranja, casi roja, se oculta lentamente por el horizonte al caer la tarde, justo frente a los ojos del Chac Mool, guardián del Templo de los Guerreros, en la ciudad sagrada de Chichén Itzá. Hace más de 2,000 años, los mayas que construyeron esta urbe al norte de Yucatán le dieron categoría de dios a esa bola incandescente que cada día miraban surcar el cielo, y lo nombraron Kin.
La deidad les proporcionaba calor, luz y suministro constante de energía para la vida, pero también les dio el tiempo. De la observación del cielo, los mayas, como la mayoría de las culturas de Mesoamérica, elaboraron calendarios, uno de los inventos culturales más importantes en la historia, empleados para organizar sus actividades y su vida económica, social y religiosa.
Sus ciudades fueron construidas siguiendo la ruta de los astros y en sus muros, escalinatas, nichos, caminos, accesos, alfardas, esculturas y estelas, incluso en pinturas con motivos celestes, se encuentran escondidos juegos de luces y sombras que el ojo agudo de arqueólogos y astrónomos ha ido descubriendo poco a poco desde los años setenta.
“El cielo es fuente de conocimiento”, dice el astrónomo Jesús Galindo Trejo, investigador de la UNAM, quien hace décadas abandonó el estudio del Sol como astro y se enfocó en la representación de éste en las estelas, pinturas y edificios del antiguo mundo maya. Hoy, basados en la observación y con ayuda de instrumentos como el teodolito, arqueólogos y astrónomos han descubierto que los rayos solares entran en diálogo con la arquitectura y la simetría de las construcciones, edificadas con esa intención.
Pero Galindo Trejo explica que las alineaciones de luz no solamente se ven cuando suceden eventos astronómicos importantes, como los solsticios y los equinoccios, sino también en dos fechas determinadas que dividen al año solar de 365 días, el 29 de abril y el 13 de agosto, relacionadas con los ciclos agrícolas. A partir de la primera deben pasar 52 días para que ocurra el solsticio de verano y 52 días después, en la segunda fecha, se da otra alineación.
De acuerdo con el investigador, estas alineaciones no significan que una pirámide esté dedicada a algún fenómeno en especial en el cielo, más bien se trata de la escenografía para señalar a los hombres que alguna fecha significativa está próxima.
Así pasa en el Templo de los Cinco Pisos, en Edzná, Campeche. Esta imponente construcción de 31 metros de altura, ubicada frente al ocaso, se encuentra alineada para que sus accesos se iluminen en armonía perfecta con la luz del Sol durante los atardeceres de las mencionadas fechas.
Fenómenos como estos también suceden en el Templo Superior de los Jaguares del Gran Juego de Pelota y la ventana central de El Caracol, en Chichén Itzá.
De acuerdo con el arqueólogo Alfredo Barrera Rubio, Chichén Itzá fue uno de los primeros sitios reportados con características arqueoastronómicas: El Caracol es una construcción dedicada a la observación de los astros; además, fue en 1973 cuando un custodio advirtió que durante el equinoccio de primavera, la luz del Sol que pega en la alfarda de la escalinata de El Castillo forma una serpiente que parece descender desde lo alto.
Para Antonio Benavides, arqueólogo del INAH, el continuo giro de la Tierra alrededor del Sol puede imaginarse como un camino circular que tarda un año en completarse. En ese recorrido el planeta experimenta diversos fenómenos astronómicos; en Edzná, donde Benavides encabeza los trabajos de investigación, es posible observar el equinoccio de primavera (21 de marzo), el tránsito cenital 1 (3 de mayo), el solsticio de verano (21 de junio), el tránsito cenital 2 (7 de agosto), el equinoccio otoñal (23 de septiembre) y el solsticio de invierno (22 de diciembre).
Pero los mayas también dejaron plasmada en pinturas la relación que tenían con los astros. Un mural que actualmente estudia el astrónomo Galindo Trejo es el de la Sala de los Frescos, en la zona arqueológica de Mayapán, Yucatán. En él se ven discos solares que en su interior tienen plasmados a distintos personajes, en posición descendente y ricamente ataviados. El astrónomo advierte una referencia al planeta Venus durante su tránsito frente al Sol; un fenómeno que ocurre cada siglo, dos veces en un lapso de ocho años y que los mayas observaron.
Por esta razón, el 5 de junio de 2012, cuando se volverá a ver ese tránsito de Venus, Galindo realizará observaciones desde Mayapán, en una oportunidad única que no volverá a repetirse sino hasta diciembre de 2117.
Para la arqueoastronomía, ésta será la oportunidad de comparar lo que miraron los mayas en la época prehispánica con el registro que dejaron en una pintura mural; tan sólo una evidencia de las muchas que se ven cuando Kin ilumina las ciudades de piedra, desde que llega con el amanecer hasta que se pierde en el ocaso, cada día, juegos de luces y sombras como el tic tac de los relojes modernos. El dios Chac Mool en lo alto del Templo de los Guerreros lo observa, mientras nosotros en la ciudad miramos las manecillas.
Glosario
Alfarda: construcción que delimita la escalinata de una pirámide en sus orillas o en su parte central.
Crestería: Adorno, coronamiento de las antiguas fortificaciones.
Teodolito: Instrumento de precisión empleado por topógrafos que mide los ángulos formados en planos horizontales y verticales.
Crestería: elemento ornamental y de sentido simbólico de la arquitectura maya que consistía en una alta construcción sobre el techo de algunos templos, resaltando la verticalidad y la idea de proximidad al cielo.
Guillermina Escoto. Estudió Ciencias de la Comunicación en la UNAM, trabaja en la Dirección de Medios de Comunicación del INAH desde 1997, donde ha sido reportera, jefa de Información y actualmente coordina el área de Reportajes Especiales.
Fotografía principal: Héctor Montaño