Llegó el 12 de diciembre, acompañado de los millones de peregrinos que celebran a la Virgen de Guadalupe en su Basílica. ¿Pero qué tanto peso tiene este símbolo en la cultura de nuestro país?
Desde su aparición en el Cerro del Tepeyac en 1531, el pueblo mexicano adoptó como madre protectora a la Virgen de Guadalupe y nuestra relación con ella no ha dejado de evolucionar y fortalecerse con el paso de los siglos.
«Por su intercesión, la fe cristiana fue convirtiéndose en el más rico tesoro del alma de los pueblos americanos, cuya perla preciosa es Jesucristo» – Papa Francisco
Se ha hablado mucho del paralelismo que existe entre la Virgen de Guadalupe y la deidad nahua Tonantzin, la madre de los dioses. El cerro en cuestión donde San Juan Diego Cuauhtlatoatzin la vio en el siglo XVI era sede de un santuario dedicado a esta diosa prehispánica y, por lo tanto, un lugar sagrado. Las similitudes entre dicho símbolo de culto nahua y la Virgen María católica permitieron que las culturas indígenas encontraran un punto en común con la religión de los españoles conquistadores, del cual nació el culto guadalupano que lleva a más de 6 millones de personas a peregrinar a la Basílica de Guadalupe todos los años.
La aparición de la Virgen cohesionó y reforzó dos cultos, explica la etnóloga y Jefa de Arte Popular de la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas (DGCPIU) de la Secretaría de Cultura, Amparo Rincón Pérez: “[…] por un lado, estaba la luna, y por otro, el cerro, visto como un espacio geográfico donde se reflejaba la vida en sí, las plantas, los animales, las cuevas”.
La imagen que tenemos de la Virgen casi siempre incluye una luna bajo sus pies, un objeto de culto prehispánico, y el que apareciera sobre un cerro, un lugar sagrado para los indígenas, parecido a las pirámides, hizo que adquiriera una mayor cercanía a las creencias del pueblo.
Con el paso del tiempo, esta imagen fue una constante de la cultura popular, continúa Rincón Pérez: “La Virgen de Guadalupe representó un elemento muy importante, no sólo como parte de la tradición oral, en su papel de ser leyenda, narración, literatura, hasta penetrar en el campo de la música, sino que en el desarrollo del arte también podemos ver su gran significado, plasmándose en todos los materiales: madera, piedra, barro, grabada en coco, bordada en textil, reproducida en plumaria, en hueso, en metal”.
Esto puede apreciarse en que Guadalupe es, hasta el día de hoy, uno de los nombres más populares en el país, sin importar el sexo del bebé, y en su adoración en todo estado mexicano e incluso en el extranjero, ya sea como imagen religiosa o como representación artística.
“Esta celebración si bien es cierto tiene un tinte religioso, también es una práctica de innovación creativa desde la perspectiva cultural, porque los pueblos del país han adoptado esta festividad no sólo como un evento religioso, sino como una expresión viva de su propio arraigo a la tierra”, dice Estela Vega Deloya, antropóloga investigadora de la Dirección de Desarrollo Regional y Municipal de la DGCPIU.
La Virgen de Guadalupe ya es un símbolo de identidad nacional entre los mexicanos y una representación de unión para todos los que habitamos en este país. Trascendió su importancia religiosa para convertirse en una representación importante para católicos y no católicos por igual, algo evidenciado en su retrato constante en toda forma de arte nacional y su presencia perpetua en la vida de los mexicanos, que la vemos retratada por todos lados, fuera y dentro de casa.
Con información de la Secretaría de Cultura