Ubicada en el norte de la Ciudad de México, muy cerca de la estación del Metrobús San Simón, se encuentra la cervecería La Silla, una fábrica 100% mexicana que produce una de las bebidas fermentadas más populares en el mundo.
Al llegar a La Silla, nos recibió Mariana Domínguez, directora de la planta, y como si estuviéramos reunidos con nuestros cuates comenzamos a chelear con todos los que integran esta empresa. Probamos cada una de sus deliciosas cervezas: la blonde ale y la summer, bebidas ligeras pero de un aroma intenso, perfectas para una tarde calurosa; la american pale ale es una cerveza obscura y con un sabor más amargo, ideal para quienes su paladar está acostumbrado a los sabores fuertes; la honey wheat ale, como su nombre lo indica, se caracteriza por su sabor a miel, lo mejor es que proviene de Michoacán.
Al platicar con Israel Hurtado, fundador de La silla y Edu Villegas, maestro cervecero, pudimos darnos cuenta de la visión de esta empresa mexicana. Imaginar un sabor o un aroma y hacerlo realidad, después de experimentar con lotes y lotes hasta dar con la fórmula precisa, es un arte en el que interviene en buena medida la creatividad lúdica. En efecto, hay algo de experimental en ello. Sin embargo, también es una actividad que exige mucho compromiso y tesón en quien decide posicionarse en el competido mercado cervecero.
A pesar de que no se considera como tal, Edu Villegas es el mero mero maestro cervecero de La Silla. Para él, los maestros cerveceros en nuestro país, además de tenerle verdadero amor al oficio, necesitan estar conscientes del panorama gremial, de los incentivos y obstáculos con los cuales, como empresarios (ya sean pequeños, micro o nano), se enfrentan día con día. En una cosa no pudimos estar más de acuerdo: para sacar adelante un proyecto independiente hay que tener gran pasión por la actividad que se está realizando.
Mariana Domínguez, además de dirigir la planta, hace posible que La Silla produzca bebidas tan ricas en texturas, aromas y sabores. Nos explicó los procesos de cocción y fermentación; cuándo se adicionan las levaduras, qué temperaturas deben manejar y, en sí, toda la química detrás del método.
Al terminar el recorrido que nos dieron Israel, Edu y Mariana, no queda lugar para la duda respecto al mote “artesanal”; no solamente porque trabajan en volúmenes pequeños en comparación con las grandes cerveceras que no necesariamente están interesadas en crear una experiencia en sabor, sino en la perdurabilidad del producto para que llegue a otros países o en producir suficientes unidades; también tiene bien merecido lo artesanal en el nombre por el cuidado, el tiempo y la dedicación que se le pone a cada lote para crear una cerveza con la calidad y el diseño de sabor único que hay detrás de cada trago. ¡Salud!
Si quieres saber más de la cerveza artesanal y nuestra visita a La Silla échale un ojo a nuestro video: