Uno de los frutos más cultivados a nivel mundial, al que se le atribuyen propiedades medicinales de lo más variadas, la manzana, uno de los cultivos que requiere más horas de frío, encontró en el clima de Zacatlán un terreno idóneo para su cultivo.
Conforme uno se acerca al poblado, después de dejar atrás las pirámides de Teotihuacan, por la ruta que avanza desde la Ciudad de México, los manzanos silvestres con tonalidades amarillas y rojas van adornando el trayecto. Mejor aún si es tiempo de cosecha, cerca del mes de agosto, donde los árboles se colman de colores.
Del náhuatl “lugar donde abunda el zacate”, en Zacatlán, uno de los siete Pueblos Mágicos poblanos, enclavado en lo más alto de la Barranca de los Jilgueros, se encuentra el exconvento franciscano de San Pedro, el único que ha rendido culto desde su fundación en 1562 de forma ininterrumpida, segundo en el estilo basilical en Puebla. Su importancia radica en que la ciudad entera fue trazada y construida a partir de dicha edificación.
Su tradición relojera es también legendaria. Uno de los ejemplos más tangibles es el reloj floral, emblema del pueblo y único en el mundo, con sus dos carátulas, cada una de cinco metros de diámetro, el cual endulza con sus nueve melodías diferentes el pasar del tiempo. Otro de los atractivos del municipio, a solo 25 minutos de la cabecera municipal, sobre la carretera que conduce a Huauchinango, en la desviación rumbo a Camotepec, se levantan unas formaciones caprichosas, conocidas por la neblina que las surca, por el misterioso equilibrio que las mantiene en pie y por sus posiciones inexplicables que parecen vencer la gravedad.
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