No hay mejor testimonio de la historia política y social de un país que sus diarios y periódicos. En ellos se consignan las noticias más relevantes de un periodo y territorio determinado, con base en la ideología de quien emite, redacta y publica dicho documento. Desde 1666, cuando apareció la Gaceta, el primer impreso de carácter informativo en la Nueva España, en nuestro país han existido un sinfín de publicaciones periódicas, bajo diversos títulos y encabezados.
Durante el Segundo Imperio Mexicano, comprendido por los convulsos años de 1863 y 1867, se publicaron hasta quince periódicos simultáneamente, de los cuales dos eran de carácter oficial: el Diario del Gobierno de la República Mexicana, emitido por los liberales que apoyaban al gobierno constitucional de Benito Juárez, y que a la llegada de Maximiliano de Habsburgo dejaron de imprimir y distribuir en la capital del país; y el Diario del Imperio, que anunciaba los decretos del emperador austriaco. Este diario se publicó desde el 1º de enero de 1865 hasta el 18 de junio de 1867, un día después del fusilamiento de Maximiliano. De este periodo, quizá, el número que se imprimió el lunes 13 de marzo de 1865 fue el más significativo para la historia geopolítica del país, pues en él se anunciaba la primera división del territorio del nuevo imperio.
La labor de trazar las divisiones territoriales le fue encomendada a Manuel Orozco y Berra, destacado ingeniero, cartógrafo, historiador y geógrafo, quien también había elaborado el mapa postal de la República Mexicana. Lo destacable de este decreto fue que los principales criterios que se adoptaron para la demarcación fueron elementos geográficos, más que políticos, tales como los accidentes físicos, la distribución de las aguas y las poblaciones, los recursos naturales, económicos y la configuración del terreno. Si bien, el Segundo Imperio Mexicano, fue para muchos una época de retroceso al antiguo régimen colonial, Maximiliano fue un hombre de pensamientos y convicciones profundamente liberales, como afirmó Edmundo O’Gorman, cabe reconocerle a él y a su gobierno “de haber sido el único régimen que intentó una división política territorial científica, piedra angular de toda buena administración y elemento esencial en el éxito de todo régimen democrático”.