Fotos: Cortesía Cineteca Nacional
“Soy alegre cuando no me enojo. Me río de la risa que me da reírme tanto”.
Piporro
Empecemos parafraseando al nativo más ilustre de Los Herreras, Nuevo León: ¿Quién lee de allá pa’aca? Porque de aquí pa’allá les escribo yo, para comentar sobre un tipo excepcional, pura gente “sencía, pues”, para quien todo era congratulante y chulo. González Ramírez se apellidaba y tenía un nombre que ni pintado para ser del norte: Eulalio. Pero al paso del tiempo a la gente se le olvidó todo eso para llamarlo nada más “Piporro”, un bigotón simpático y dicharachero, novedoso bailarín que engarruñaba los brazos y le daba a la redoba moviendo la cadera como si se le hubiera descoyuntado todita, provocando un nuevo giro a la música norteña –que llegó a ser conocida como el “género Piporro”– mientras agitaba su chamarra tamaulipeca y entonaba con voz ronca lo que se convirtió en el himno nacional del piporrismo:
“Suénele con fe al bailazo
agarre bailadora,
agárrela del brazo.
Rodéyele la cintura
y saque polvadera
con el taconazo.”
Fue bautizado “Piporro” por el personaje que representó en el programa radial Ahí viene Martín Corona, que pasaba por la XEQ todos los miércoles a las nueve de la noche, donde actuaba con quien se volvió su amigo entrañable, otro hombre lleno de simpatía que solía llamarse Pedro Infante. Acostumbrado a gritar riendo, este gran actor era experto en frases con entonación propia y sintaxis personal e irrepetible, o mezcladas del inglés y el español, tan común entre la gente de la frontera. Muchas de esas frases se hicieron memorables:
Toreando nunca me he retirado… porque jamás me acerqué.
A caballo galopeya, detrás de la botella.
Cuide la morralla, güerco. Apretéyela, apretéyela, hasta que le sude el águila.
No me push me, no me push me, si hacerme caminar es fácil; with the money dancing the dog.
A veces eres noviero y a veces preguntas ¿No me vieron?.
No deseyo saber quién seya, seya lo que seya yo le canto a ella.
Estoy interneado, como si estuviera en un hospital, pero me refiero al Internet.
Aunque Manuel Esperón le llegó a decir “Ni se mortifique, ‘Piporro’, usted canta feo… pero no muy fuerte”, la verdad es que sus canciones se volvieron himnos casi siempre festivos y su voz quedó pintada para el “entonéyele”. Gracias a Piporro, el acordeón tuvo exposición en los inicios de la radio y la televisión. También gracias a él se abrieron los espacios regionales en una época donde la política oficial era hacer igualitos a todos los mexicanos. “Piporro” fue, en muchos sentidos, uno de los promotores de la diversidad. Era “un embajador sin embajada y sin emsubida”. Tras él se popularizaron palabras desconocidas para quien no vivía en el norte de nuestro país, desde morrillo hasta güerco y desde pelao hasta su grito de guerra: ¡Ajúa! Reportero, locutor, presentador, guionista, compositor (tiene registradas 127 canciones), además cantaba, actuaba (más de 70 películas) y llenaba los palenques divirtiendo a la gente.
En sus entrevistas parecía ser serio, pero le bastaba un pequeño espacio para sacar a relucir su personalidad fresca y auténtica, que lo distinguió hasta su muerte en 2003. Con frecuencia el pesimismo nos empuja, pero él no se dejo arrastrar.