Desde que el hombre es hombre y la mujer, mujer, miles de maneras de cortejo han existido. Desde los garrotazos hasta los más elaborados caballeros. La magia radica en la forma particular de hacerlo, la cual es distinta en cada época, cada país, cada región, cada cultura, cada persona. En México, a la mujer se le conquista a través del piropo, de la galantería dandi, de una serenata, de los bailes, unas flores, robándose a la novia en un caballo, etcétera. En Yucatán, la picardía romántica se expresa en las bombas, dichos rimados de carácter festivo, creadas por el ingenio de los bailadores de jarana. Su origen se remonta a la época de la Conquista y cuando el baile se interrumpe, puede ser una copla dicha por el hombre o bien a manera de diálogo.
¡Bomba!
Al pasar por un panteón
me gritó una calavera
si no me lo vas a dar,
enséñamelo siquiera.
¡Bomba!
Hermosa flor de pitahaya,
Blanca flor de zaramullo,
en cualquier parte que vaya,
mi corazón es tuyo.
¡Bomba!
Con esa cara de pec,
y esa cintura de lec,
te juro mi linda x’Pet,
que te puedo hacer jetzmek.
¡Bomba!
Te quiero linda mestiza,
como el barco al vendaval,
aunque rónques por las noches,
y perfumes mi jacal.
¡Bomba!
Quisiera ser zapatito
que calza tu lindo pie,
para ver de vez en cuando
lo que el zapatito ve.
¡Bomba!
Del cielo cayó un pañuelo
bordado con seda negra
aunque tu padre no quiera,
tu madre será mi suegra.
¡Bomba!