Este es el corrido del caballo blanco
que en un día domingo, feliz arrancara,
iba con la mira de llegar al norte
habiendo salido de Guadalajara.
A partir de uno de los corridos más emblemáticos y conocidos de nuestro folclore: “El caballo blanco”, iniciamos este paseo, siguiendo el camino indicado por la melodía de José Alfredo Jiménez. Esa maravillosa canción, interpretada por casi todos los cantantes de música tradicional mexicana, avanza por 2,344 kilómetros y atraviesa cinco estados del país, en un trayecto de leyenda que inició, según cuenta el autor, una mañana dominical. Viajaremos en este artículo recorriendo esa mítica ruta realizada hace casi 50 años por José Alfredo, a bordo de un Ford Mustang blanco, en una gira artística que dio origen a este popular himno a la libertad.
Así pues, empezamos con la primera estrofa del famoso corrido y con la ciudad de donde felizmente arrancara.
Guadalajara
Resumir, en pocas páginas, una de las ciudades más bonitas e interesantes de nuestro país, la joya del occidente mexicano, es imposible. Sabiendo que hoy es un área metropolitana que concentra varios municipios, te sugeriremos algunos puntos a visitar, ubicados específicamente en el municipio de Guadalajara.
Sin lugar a dudas, tendrías que empezar por el Mercado de San Juan de Dios (en realidad, su nombre es Mercado Libertad), el cual no solamente es un impresionante escaparate de artesanías, alimentos y tradiciones, sino que la construcción misma es importante. Considerado el mercado público techado más grande de Latinoamérica, fue creado por el arquitecto Alejandro Zohn. Ya sea artesanía, frutas, verduras, sombreros, huaraches, platillos típicos o hasta componentes electrónicos, no saldrás sin comprar algo.
Caminando un par de calles hacia el norte, te toparás con el enorme Instituto Cultural Cabañas, una de las joyas tapatías, no sólo por los conocidos murales de José Clemente Orozco, sino porque se ha convertido en un centro de desarrollo y promoción cultural, con una agenda intensa que mantiene ocupados sus 23 patios, 2 capillas y 106 habitaciones.
Desde la plaza frente al Cabañas, camina hacia el Teatro Degollado, visitando en el camino su centro joyero, el mayor del país, donde se concentra una buena parte del arte nacional en oro, plata y piedras preciosas; un sitio donde es difícil resistir la tentación de comprar. Más adelante, a espaldas del teatro, se encuentra el Friso de los Fundadores, una enorme escultura de 21 metros de largo que describe la fundación de la ciudad.
El Teatro Degollado tiene su propia historia. Originalmente llamado Teatro Alarcón, es el recinto más distinguido de la ciudad. Su construcción es neoclásica con enorme influencia italiana y un programa de eventos para mil espectadores. Está a la altura de los mejores del mundo y es sede de la Orquesta Filarmónica de Jalisco. El teatro es uno de los lugares más fotografiados de Guadalajara.
Frente a él se encuentra la Catedral, accidentadísimo inmueble que ha sufrido los embates de los temblores y la vibración provocada por el tráfico continuo, con sus inconfundibles agujas neogóticas, coronando las torres, terceras en ocupar ese sitio tras dos temblores que destruyeron las anteriores.
Uno de los espacios más injustamente menospreciados es la Barranca de Oblatos, que puede ser contemplada desde los miradores de Huentitán, Independencia y Dr. Atl, al norte de la ciudad. La visita es muy recomendable, merece la pena hacer una parada ahí antes de seguir el recorrido con el mítico caballo blanco, que seguramente partió de la “perla tapatía” tomando lo que hoy es la Avenida Vallarta.
Su noble jinete, le quitó la rienda,
le quitó la silla y se fue a puro pelo.
Cruzó como rayo, tierras nayaritas,
entre cerros verdes y lo azul del cielo.
La canción es también un homenaje a nuestra charrería, que en Jalisco es patrimonio y orgullo; los espectáculos de esos “nobles jinetes” son frecuentes y recomendables.
El camino iniciado recorre la zona agavera y las maravillosas poblaciones de Tequila, Amatitán y Magdalena. La carretera de cuota es más rápida, pero evita el goce del paisaje y los pequeños poblados que llenan de tradición las orillas. Si no fuera porque el caballo tenía prisa por llegar al norte, se podría haber quedado ahí un par de semanas, haciendo diferentes visitas y catas de las múltiples marcas de la bebida nacional, contemplando el impresionante paisaje de coronas de agave azul que le dan una personalidad única en el mundo.
Tierras nayaritas
Al entrar a Nayarit habrá que detenerse en Ixtlán del Río a tomar una nieve de garrafa en el Portal Redondo y adquirir artesanías. Más tarde, habría que parar en Santa María del Oro a contemplar su laguna, donde puedes comer tilapia, antes de continuar la ruta y llegar a Tepic.
La ciudad que asienta los poderes del estado se llamó, en sus inicios, Villa del Espíritu Santo y, más tarde, Santiago de Galicia de Compostela. Con ese nombre fue la primera capital del Reino de Nueva Galicia. Las batallas con los habitantes locales obligaron a mover el asentamiento hispano a lo que hoy es Compostela, y Tepic recuperó su nombre indígena.
El paso de las mercancías que llegaban de Asia por San Blas le dio a la ciudad su carácter comercial. Amado Nervo es, sin duda, su orgullo máximo y la ciudad entera lo festeja. Pero no es todo. Habría que recorrer las ruinas de la fábrica textil de Jauja, el Centro Cultural de los Cinco Pueblos, la Galería de la Plástica Nayarita (en el antiguo Hotel Palacio), el Centro de Arte Contemporáneo Emilia Ortiz (antes la Casa Aguirre) y, por supuesto, los mercados donde las coloridas artesanías wixárika o huichol son la especialidad.
De acuerdo con algunos investigadores, la zona de Santiago Ixcuintla, la siguiente población nayarita, es la cuna de la mexicanidad. Se cuenta que los futuros habitantes de Tenochtitlan salieron de esta zona, como primeros migrantes en un país que se ha vuelto experto en eso. La isla de Mexcaltitan, a 30 kilómetros, ha vivido conservando esa leyenda en su perfil rodeado de agua. Vale la pena desviarse un poco para conocer la isla y disfrutar sus muchos platillos a base de camarón.
A paso más lento, llegó hasta Escuinapa
y por Culiacán ya se andaba quedando,
cuentan que en Los Mochis ya se iba cayendo
que llevaba todo el hocico sangrando.
Sinaloa: granero y destino
Una docena de ríos alcanzan el Pacífico tras tornar al territorio sinaloense en un paraíso para la siembra, desde el río de las Cañas, que hace frontera con Nayarit, hasta el río Fuerte, en la frontera sonorense. La fertilidad de la zona es envidiable y, afortunadamente, muy bien aprovechada por los agricultores, quienes convirtieron el terreno en el mayor productor agrícola del país y en un maravilloso espectáculo. Quizá por eso, y no por el cansancio, es que el caballo bajó el paso, para contemplar el paisaje.
Escuinapa es famosa por su producción de mango y camarón, además de la gran cantidad de aves de la región que descansan en la Reserva de la Biósfera Marismas Nacionales. En su trayecto, el potro debió haber visto garzas blancas, patos canadienses y pichihuilas –un pato local–, además de algún venado distraído. Para los turistas, recomendamos las playas La Tambora y Las Cabras, para recargar energía antes de entrar al desierto. También sugerimos un sitio extraño por novedoso: la pirámide de conchas marinas en El Calón. No te vayas con hambre, antes de retomar el camino, prueba los tamales barbones de Escuinapa.
La canción no dice si el animal pasó por Mazatlán. No lo creemos, de haberlo hecho se hubiera quedado a pasear por días enteros en el Malecón, de 21 kilómetros de largo y considerado uno de los más largos del país. Así que nos quedaremos con las ganas de platicar de su recuperado centro histórico y su zona de playas. El camino continúa, plano, hasta Culiacán, la capital.
La antigua Villa de San Miguel, fundada en 1531 por Nuño Beltrán de Guzmán, es sin lugar a dudas uno de los grandes centros económicos del país. Las exportaciones de tomate, berenjena, naranja, pimiento y muchos productos más la vuelven un importante centro financiero.
Te recomendamos el Museo de Arte de Sinaloa (MASIN), ubicado en un edificio construido en 1837 y que cuenta con una gran colección de arte mexicano; el Parque de las Riberas; y el Centro Cívico Constitución. Para los amantes de la comida, Culiacán no los decepcionará. Habrá que probar el chilorio, el borrego tatemado, el chicharrón de camarón, los mixcocos de frijol y el pescado sarandeado.
Los Mochis, que significa “tierra de tortugas”, es punto de inicio o final del gran recorrido ferroviario que cruza las Barrancas del Cobre. Hay que asolearse en la playa de El Marivi, donde la comida es estupenda, y visitar el puerto de Topolobampo, de donde parte uno de los ferries que tradicionalmente unen a la punta de Baja California Sur con tierra firme.
Antes de abandonar Sinaloa, dedica unos momentos a recorrer El Fuerte, un Pueblo Mágico tranquilo, con casonas recuperadas. Su fortificación junto al río y balcones son suficientes para atrapar a los amantes de la fotografía.
Pero lo miraron pasar por Sonora
y El Valle del Yaqui le dio su ternura,
dicen que cojeaba de la pata izquierda
y a pesar de todo, siguió su aventura.
Sonora querida
Inmenso, espectacular, el estado se encuentra en la misma latitud que los grandes desiertos africanos y árabes. El trigo se asoma al entrar al valle donde los yaquis han creado su historia arrancando cosechas al desierto, tierra de sahuaros, mezquites y palo fierro, árbol conocido por las tradicionales artesanías fabricadas con su dura madera. Aún es posible encontrar osos y borregos cimarrón en sus montes más inaccesibles, así como halcones, búhos y aguiluchos. Por supuesto que las serpientes son las reales dueñas de la piel árida sonorense.
La entrada es por Álamos, el Pueblo Mágico del sur de Sonora, famoso, entre otras cosas, por el Festival Internacional Alfonso Ortiz Tirado, uno de los eventos culturales más reconocidos del norte del país. Camina por la Plaza de Armas, por sus callejones empedrados y adquiere una cobija de lana elaborada por los indios mayos. A partir de ahí, disfruta los brillos del sol y las formas de los miles de cactáceas que se muestran en el camino.
Llego hasta Hermosillo, siguió pa’ Caborca,
y por Mexicali sintió que moría,
subió paso a paso por La Rumorosa,
llegando a Tijuana con la luz del día.
Por fin llegamos a Hermosillo, tierra originaria de seris, tepocas y pimas. Anteriormente llamada Villa del Pitic, Hermosillo nació para ser capital del reciente estado de Sonora, en 1831, aunque Arizpe tuvo el nombramiento durante algunos años. La Plaza Bicentenario, el Centro Cultural Musas, el Museo de Sonora, La Burbuja Museo del Niño, el Centro Ecológico de Sonora y las capillas del Espíritu Santo y de El Carmen son los lugares obligados para hacer turismo cultural. Hay también muchas opciones de turismo de aventura en sus alrededores, además de las playas de la hermosa Bahía de Kino, a cien kilómetros, y la mayor isla de nuestro país: isla Tiburón, a donde se puede llegar en excursiones para contemplar su belleza. Y, no hace falta decirlo, si un buen corte de carne es lo tuyo, en esta zona se come la de mejor calidad en el país.
Pasamos ahora la zona evangelizada por un italomexicano increíble, quien fue jinete, misionero, agricultor, maestro y hombre de fe: Eusebio Kino. Sus huellas se encuentran en muchas misiones a lo largo del camino. Además, puede apreciarse la belleza sobria, ruda, hipnótica del desierto que brilla y cobija, al tiempo que calcina y atemoriza. En esta tierra ruda sobrevivieron algunos grupos humanos míticos: los seris, los pimas y los apaches, que eran mexicanos antes de la pérdida de medio país en aquella guerra que sigue doliendo, en especial en esta zona donde viven, a ambos lados de la nueva frontera, grupos que, por azares bélicos, se convirtieron de pronto en extranjeros en su propia tierra. La historia de esas familias ha sido injustamente callada por ambos países. Son los iniciadores del grupo sociocultural que hoy inunda ambos lados de una barda incongruente y que le da su sabor propio a la franja.
Caborca es una de las poblaciones más al norte de México y significa “pequeña loma” en las lenguas de pápagos y pimas, que en nuestro país están cercanos a la extinción. Te recomendamos visitar la iglesia de la Purísima Concepción, la zona de pinturas rupestres de Bizani y los petroglifos en La Proveedora. También puedes asomarte a las playas de Puerto Lobos, Bahía San Jorge y El Desemboque, en el Mar de Cortés.
Al continuar hacia la siguiente etapa del trayecto del poderoso equino, pasaremos por el nuevo Patrimonio de la Humanidad: la Reserva de la Biósfera de El Pinacate y el Gran Desierto de Altar. Al acampar en su interior (el parque cuenta con excelentes servicios) se comprueba el enorme poder de la naturaleza y pueden descubrirse paisajes lunares en sus cientos de cráteres, además de la fauna más resistente del desierto.
La frontera más transitada del mundo
El trayecto de 170 kilómetros entre Mexicali a Tijuana concentra el mayor número de seres humanos cruzando una frontera en ambas direcciones, más de cien millones al año, sin contar los innumerables pasos ilegales. Como pocos sitios, en esta zona el sur no se explica sin el norte y viceversa. Juntos en vicios, proyectos y virtudes, Estados Unidos y México han tenido que aprender a sobrevivir abriendo los ojos a la necesidad de civilizar esta hermandad.
Tierra de maquiladoras, de gente con grandes deseos de sobreponerse a la pobreza, Baja California Norte es un importante ejemplo de cómo vencer una imagen terrorífica para convertirse en una tierra de trabajo y cultura.
Mexicali, la capital, posee uno de los climas más tórridos del país. Sus habitantes son conocidos como cachanillas (por una planta que se localiza en la región) y el asentamiento es relativamente joven, fundado a finales del siglo XIX, pensada en aprovechar la región para actividades agrícolas –principalmente algodón y forrajes– y el breve paso del río Colorado por nuestro país. Su nombre es la mezcla de México y California, aunque es innegable que a esa combinación se agrega la influencia de migrantes chinos que llegaron a la ciudad.
Te recomendamos visitar el Centro Estatal de las Artes antes de lanzarte a La Rumorosa, una empinada cresta que baila como serpiente y que, antes de la creación de la autopista, era un verdadero peligro para los conductores.
Tijuana ha sido satanizada, beatificada, criticada, celebrada… es un pequeño universo en el punto más al norte y más al occidente de México. Es una de las seis ciudades más grandes del país, con una compleja existencia, un pasado turbulento y, sin embargo, un presente creativo y tenaz. Pocas ciudades han logrado tantos cambios en su imagen con proyectos sociales, económicos y culturales y, sobre todo, con pobladores que dejaron de resignarse a ser considerados la escoria del país y, sin negar que aún falta mucho por hacer, le han dado un nuevo prestigio a la zona.
Tal vez su mejor faceta sea hoy el Centro Cultural Tijuana (CECUT), que no sólo es una construcción innovadora, sino que concentra lo mejor del arte de la cultura que surge entre ambos países. También puedes conocer el Museo del Mariachi y el Tequila; el Museo interactivo infantil El Trompo; sus tres grandes distritos gastronómicos, así como muchos museos y centros culturales que continúan surgiendo.
Cumplida su hazaña se fue a Rosarito
y no quiso echarse hasta ver Ensenada
y éste fue el corrido del caballo blanco
que salió un domingo de Guadalajara.
El buen comer, el buen beber
El Océano Pacífico baña la costa de la Baja California entre continuos temblores y un agasajo pesquero. La belleza del corredor Rosarito-Ensenada, de 120 kilómetros, atrae a turistas de Canadá y Estados Unidos, a quienes recibe con olas deliciosas para practicar el surf y con platillos tan sofisticados como la impresionante langosta con frijoles acompañada, por supuesto, con alguno de los cientos de vinos que produce la región, principalmente en el Valle de Guadalupe, el cual merece un recorrido aparte para gozar su paisaje vitivinícola, degustar las diferentes variedades de uva y vino, y hospedarse en los paradores dentro de los viñedos. Si aún tienes energía y tiempo, visita el Observatorio Astronómico Nacional, enclavado en el parque de San Pedro Mártir, y el famoso géiser marino al que todos conocen como La Bufadora.
Ensenada tiene una diversidad culinaria excepcional. Sus tacos de camarón, las tostadas de erizo, los cocteles de almeja y ostión, los platillos a base de hongos y preparados con aceite de oliva de la zona son un acontecimiento. Deja espacio para sus postres hechos con manzana y para probar las margaritas, que son creación de esta ciudad.
En algún sitio de Ensenada terminó el recorrido del potro más popular de México, tal vez comparable sólo con el “Caballo prieto azabache”. Quizá se echó finalmente en Playa Hermosa, la más conocida de esta ciudad. Aquí detenemos también nosotros la travesía, agradeciendo a José Alfredo Jiménez por haberse convertido en nuestro guía turístico musical. Pero si te animas a continuar puedes asomarte al sur, por la famosa carretera de la Baja Mil, e ir a ver las salinas y las ballenas, de camino a Los Cabos y La Paz. México necesita más caballos para nuevas rutas y más gente que se aventure a seguirlos y llenarse de país. Cada ruta es un millar de sorpresas.