Frente a las costas del estado de Colima, en medio del Océano Pacífico, se encuentra un verdadero paraíso desconocido para la mayor parte de la gente, y que, sin importar lo lejano o lo pequeño de su geografía, es parte –al igual que el resto del país– de nuestro hermoso territorio nacional.
Se trata de la Isla Clarión, nuestra ínsula más alejada del bloque continental y la segunda en tamaño de las cuatro que componen el archipiélago de las islas Revillagigedo.
Ubicada a más de 1,100 kilómetros desde el puerto de Manzanillo y con un área menor a los 20 kilómetros cuadrados, se caracteriza por sus tres enormes picos. El más alto, llamado Monte Gallegos, de 335 metros sobre el nivel del mar; el segundo, el Pico de la Tienda, se eleva 292 metros; finalmente, el menor de ellos, ubicado en medio de los dos anteriores, lleva por nombre Monte de la Marina y tiene una elevación de 280 metros.
Las costas están custodiadas por enormes despeñaderos que alcanzan los 183 metros de altura. Pero hay una notable excepción: un tramo de la costa sur, muy cercana a la bahía. En ese lugar se localiza una guarnición militar permanente, compuesta por nueve marinos.
El que estos heroicos mexicanos se encuentren allí tiene una razón histórica y patriótica que se relaciona con el último de los territorios que perdimos a manos extranjeras: la Isla Clipperton.
La historia
La Isla Clipperton o Isla de la Pasión se localiza a 1,100 kilómetros al sudoeste de Punta Tejupan, Michoacán. En 1711, dos capitanes franceses la reclamaron para su país. Sin embargo, poco tiempo después pasó a manos de la Nueva España. Al consumarse la Independencia, comenzó a ser considerada suelo mexicano. Durante décadas, tanto Francia como Estados Unidos pretendieron apoderarse de ella. Los norteamericanos explotaron –primero sin permiso– el guano, pues por aquellos días calculaban que este abono localizado allí valdría al menos 50 millones de dólares; en tanto, Napoleón III la consideró de su propiedad e incluso firmó un acta para proclamarlo. Con el tiempo, y ante el desacuerdo, tanto el país galo como México acordaron nombrar a un mediador que resolviera el conflicto. Para tal fin, se recurrió al rey de Italia Víctor Manuel III. Su fallo, no obstante, tardaría más de 20 años en definirse.
Mientras tanto, la bandera mexicana ondeó en la isla, la cual, incluso, llegó a estar habitada. Durante el Porfiriato, existió una colonia de al menos cien personas, entre hombres, mujeres y niños; la mayoría, desde luego, mineros de diversas nacionalidades. Sin embargo, la Revolución provocó uno de los episodios más amargos de nuestra historia: la tragedia de Clipperton.
Cada dos meses, un barco proveniente de Acapulco les surtía provisiones. La isla, de hecho, era pobre en recursos alimenticios. Más allá del pescado, algunas aves y huevos, solamente contaban con seis palmeras que producían tres cocos por semana. Por tanto, los pobladores de Clipperton dependían de este barco, el cual fue hundido durante la única batalla naval de la Revolución Mexicana y nadie más volvió a acordarse de aquellos 26 sobrevivientes.
El drama se prolongó durante tres años. Las muertes por desnutrición y escorbuto se multiplicaron. Todos los hombres, excepto el guardián del faro, murieron en intentos infructuosos por pedir ayuda. Entonces, aquel único hombre se proclamó rey y gobernó con crueldad y sadismo. Poco antes de ser rescatados por un barco estadounidense, en 1917, fue asesinado por las mujeres.
Algunos años después de este oscuro episodio, el rey de Italia finalmente dio su veredicto: la isla de Clipperton pertenecía, desde 1858, a Francia. Entonces, México perdió una porción más de su territorio, lo que dejó una herida abierta.
La isla Clarión hoy
La presencia de la Marina mexicana en la isla Clarión, desde 1979, obedece al recuerdo de la isla Clipperton. Su estancia allá significa que nunca más el país perderá otra parte de su territorio, mucho menos por descuido.
Esta es la razón principal, pero existe otra más, de naturaleza práctica: la ínsula debe estar habitada si México desea seguir ejerciendo los derechos marítimos de su Zona Económica Exclusiva, la cual está ampliada gracias al archipiélago Revillagigedo. Parte de la importancia radica en que, dentro de estos límites, es abundante la pesca de atún skipjack, que es el más popular para su consumo a nivel mundial.
En esta franja de mar, la vida marítima es ilimitada. Es constante la presencia de numerosos especimenes de tiburón, manta raya, langosta, pulpo y cangrejos. Además, de noviembre a febrero, es posible observar entre 600 y 700 ballenas que acuden a esa región con fines de reproducción.
Si la vida en el mar es generosa, la vida en tierra es modesta, pero ejemplar. La temporada de lluvias consta de siete meses al año. Se trata, la mayoría de las veces, de fuertes tormentas que contrastan con la sequía de los cinco meses restantes. Es por esto que la vida en la isla es ampliamente estudiada por su capacidad de sobrevivencia y adaptación a climas extremos.
Entre la fauna más representativa se encuentran doce especies endémicas de aves, así como la lagartija azul, igualmente endémica. También, reptiles, arácnidos, insectos y una clase de serpientes no venenosas que se parecen físicamente a las boas, pero más delgadas.
La condición de carencia/exceso de agua provoca que la vegetación sea escasa. También, la introducción de algunas especies animales por parte del hombre provocó la extinción de otras tantas, endémicas y sin posibilidades de defensa. Un ejemplo de las modificaciones en el equilibrio ambiental es el conejo blanco, introducido por el ser humano, que dañó severamente el ecosistema y se convirtió en una plaga. Sin embargo, algunas parvadas de cuervos, que normalmente iban de paso, se establecieron en el lugar e hicieron de las crías de conejo su alimento primordial. Otras clases de animales, igualmente introducidas artificialmente, como los cerdos, los borregos y una especie de reptil llamado garrobo, han provocado alteraciones severas al ecosistema.
La importancia de la Isla Clarión, originalmente bautizada como Santa Rosa por sus descubridores, es definitiva. Al igual que el resto del archipiélago, está ubicada en la ruta de casi todas las masas de aire polar y la mayoría de los huracanes del Pacífico, lo que la hace un lugar ideal para el estudio de los fenómenos meteorológicos, pues estos factores son los que alteran el clima de toda la República.
Igualmente, constituye una zona privilegiada para las investigaciones sobre biodiversidad, biogeografía y evolución. Los científicos consideran a todo el archipiélago un laboratorio natural que puede ofrecer datos relevantes sobre procesos evolutivos, mecanismos y estrategias de dispersión, así como control de población de las especies.
En las cercanías, la actividad volcánica es continua, por lo que el lugar permite el estudio de erupciones, placas tectónicas y riesgos sísmicos.
En 1994, las islas fueron declaradas Área Natural Protegida, y en el 2008, nombradas como Archipiélago de Revillagigedo Reserva de la Biósfera. Hoy, además de ser un punto privilegiado para las investigaciones, constituye un destino ideal para el turista que busca un sitio aislado y hermoso. En la zona, se desarrolla la pesca comercial y algunos cruceros ofrecen la opción de buceo deportivo y de observación de flora y fauna marina.
La Secretaría de Marina mantiene instalaciones para albergar a medio centenar de sus elementos, así como un pequeño fondeadero, en el que, sin embargo, resulta difícil el desembarco. Además, uno de los principales problemas para la supervivencia humana, es que en Clarión hay agua dulce, pero no es potable.
Se trata de condiciones adversas en el punto más lejano del territorio nacional. Una zona aislada en medio de un mar inmenso, de poderosas tormentas e implacables sequías que no sólo nos da lecciones sobre cómo cuidar nuestro medio ambiente, sino que nos recuerda que México es mucho más grande que lo que vemos todos los días a nuestro alrededor.