La vida es una danza, un constante zapatear. Cada uno de nosotros baila ritmos distintos, a veces, el son de un vals, de una salsa o hasta el de un danzón. Así es la vida, un baile que naturalmente debe terminar. La danza y, sobre todo, el mundo cultural se despiden de una mujer que representó su vida con el baile, con la finura de las poses artísticas más bellas, con la idea de que todos pueden admirar el movimiento de los cuerpos al bailar.
Gloria Contreras, bailarina, coreógrafa y fundadora del Taller coreográfico de la UNAM, nació en México en 1934. Desde niña mostró interés por la danza, desarrolló sus habilidades con especialistas en la materia, tales como Pierre Vladimiroff y Felia Doubrovska. Desde joven fue emprendedora, pues a los 28 años de edad era la fundadora de su propia compañía. A finales de los años
sesenta comenzó el proyecto del Taller coreográfico de la UNAM, en el cual Gloria Contreras buscó, durante tantos años, una reinterpretación del baile, de la música, buscó un nuevo lenguaje para la danza. Uno de los grandes aciertos de la bailarina mexicana fue incluir la música popular en su obra. No solo Bach formaba parte de sus coreografías, el tango, la rumba, el danzón fueron pilares en su creación artística.
Sin duda, este noviembre se despide de una gran mente, el arte dancístico hoy pierde un talento. Menos mal que todos aquellos que se van, dejan algo en nosotros y Gloria Contreras nos brindó una pasión inigualable: la de bailar siempre, incluso, hasta en las más tristes despedidas.