En la antigüedad, Teotihuacan fue una de las ciudades más grandes e importantes de Mesoamérica. Sin embargo, a pesar de su relevancia, mucha de su historia se desconoce. Existen decenas de preguntas en torno a ella. ¿Quiénes la fundaron? ¿Qué lengua hablaban sus habitantes? ¿Cómo se llamaba originalmente? Y la interrogante que ha inquietado a los investigadores durante siglos: ¿por qué la abandonaron y la trataron de ocultar?
Gran parte de la magia que posee Teotihuacan radica en su misterio. Pero, además, existe un hecho curioso: sus raíces comenzaron a desenterrarse por mandato directo de un presidente de la República.
Entre las diversas celebraciones y construcciones con motivo del Centenario de la Independencia de México fue la exploración, restauración y presentación de la imponente zona arqueológica de Teotihuacan, que por aquellos días, y desde siglos atrás, estaba a medio sepultar.
Esta enigmática ciudad es una de las urbes antiguas más investigadas de México. Los mexicas mismos, que fundaron Tenochtitlan en 1325, comenzaron a realizar excavaciones en el área. Para entonces, hacía siglos que Teotihuacan había sido abandonada.
Los mexicas se admiraron con aquellos edificios monumentales, con su exquisita arquitectura, con su intrincada ingeniería. Al observar todo esto, llegaron a una conclusión que les pareció lógica y convincente: no se trataba de una obra humana, sino que había sido fabricada por los quinametzin, una ancestral raza de gigantes, los cuales también habían levantado la gran pirámide de Cholula. Por esta razón, bautizaron al lugar como Teotihuacan que, en lengua náhuatl, significa “lugar donde se hacen dioses”, situando en esta ciudad algunos de sus principales mitos religiosos. El más importante, sin duda, es el del Quinto Sol o el nacimiento de la era en la que vivían.
La realidad, no obstante, es que se desconoce cuál es el origen de tan grandiosa metrópoli. Sin embargo, se sabe que su época de esplendor tuvo lugar durante el Periodo Clásico, es decir, entre los siglos III y VII de nuestra era, cuando el área de la ciudad habría abarcado cerca de 21 kilómetros cuadrados. Por entonces, entre cien y doscientas mil personas la habrían habitado. En la actualidad se ha develado su gran importancia gracias a que se han hallado vestigios teotihuacanos en sitios tan distantes como Tikal, en Guatemala, o Monte Albán, localizado en el actual estado de Oaxaca.
Según afirman algunos estudiosos, es posible que Teotihuacan haya sido una urbe cosmopolita que servía a la vez como una eficiente frontera: marcaba el límite territorial entre el norte del continente, habitado por tribus nómadas carentes de civilizaciones de importancia, y el sur, poblado por las grandes culturas que presumían de maestría en el arte, ciencia y tecnología.
Lo que es un hecho es que dentro de la ciudad existían diversos barrios, agrupados según su origen étnico. Se han localizado, por ejemplo, los barrios zapoteco, maya y algunos más pertenecientes a culturas provenientes del Golfo de México. De igual modo, se tiene la certeza de que, en sus orígenes, mantenía cierta rivalidad con el otro desarrollo dominante de su tiempo, Cuicuilco, cuya pirámide se localiza al sur del Distrito Federal. Por desgracia para este asentamiento, la erupción del volcán Xitle frenó su desarrollo y dejó solo en el horizonte a Teotihuacan, que se nutrió en todos los sentidos con los habitantes de Cuicuilco.
Entre los años 100 a.C. y el siglo VII, cuando ocurrió el declive de esta civilización, la urbe dominó gran parte del escenario mesoamericano. Entonces, al final, sobrevino el abandono. Sus habitantes se marcharon y, por alguna razón desconocida, trataron de ocultar las huellas de su pasado: tanto la ciudadela como los edificios que se encuentran a lo largo de la Calzada de los Muertos fueron sometidos a una destrucción sistemática y deliberada por parte de sus últimos pobladores. Desmontaron las piezas, las destruyeron, quemaron los edificios tantas veces como fue necesario. Junto al templo de la Serpiente Emplumada, por ejemplo, construyeron una plataforma, cuyo único fin aparente era el de ocultar la hermosa pirámide que permaneció escondida hasta 1920.
Una de las teorías es que, quienes la destruyeron, no deseaban que Teotihuacan resurgiera nunca.
Teotihuacan representa un tesoro para la humanidad, pero también un gran misterio aún por revelar. Este lugar donde los mitos cobran vida, los hombres se vuelven dioses y los dioses alcanzan la inmortalidad.