Hace no mucho tuve la curiosidad de buscar cuentos que hablaran sobre estrellas. Fue entonces cuando me topé con un cuento de José de Jesús Núñez y Domínguez, mexicano nacido en Papantla, Veracruz, en 1887. Su obra no es de las más conocidas aunque entre ella se encuentran poemarios como La hora de Ticiano (1917), Espuma de mar (1935) y Cartas sin sobre y postdatas de sonetos (Buenos Aires, 1957).
También escribió en diferentes periódicos y publicó trabajos en prosa como Un virrey limeño en México (1927) y La virreina mexicana (1950). Fue embajador de México en Bruselas, Santo Domingo, Tegucigalpa y Santiago de Chile, ciudad en la que falleció en 1959. Su cuento se llama “El Pescador de Estrellas”, espero que lo disfruten.
El Pescador de Estrellas
José de Jesús Núñez y Domínguez
Ambula de día y de noche por las márgenes del lago. Una negra barba nazarena encuadra su rostro magro en que los ojos radian con fulgores extraños. Es un pobre demente que, cargando su zurrón al hombro, sueña en viajes lejanos, en riberas remotas, tal vez en reminiscencia de alguna lectura infantil. Con la mirada fija en las olas que mueren a sus pies, parece meditar en alguna hazaña acuática. Hunde de cuando en cuando sus largos dedos canijos en la barba florida, y luego apoya el mentón en la diestra. Indiferente al mundanismo que agita en torno sus cascabeles, este lunático del lago contempla el ir y venir las barcas cuyos motores jadean rizando las ondas. Piadosamente le hemos invitado a hacer una excursión por el líquido elemento. Acepto con júbilo melancólico, si cabe la expresión. Su resignada alegría, que era la realización de una suprema esperanza, apenas si se dejó ver en un tenue brillo de sus pupilas corvinas. Y a nuestra vera ha recorrido todo el lago. Hierático, misterioso, grave, sintió que sus cabellos se agitaban al aletazo de las brisas húmedas. Probablemente creía estar transformado en un capitán de piratas. Casi supusimos que murmuraba los versos de Espronceda. En la noche, en tanto que la luna todo lo volvía de argento, le encontramos sentado en un cantil, con una caña de pescar en la mano. Y al interrogarle que hacía, nos dio esta respuesta desconcertante: Estoy pescando estrellas. . .