Si uno sabe ver, los encuentra en todas partes. Y, aunque tendemos a devaluarlos con frecuencia, estereotipándolos de manera discriminatoria, son muchos. Son los ciudadanos de bien, gente de todos los días que se levanta diariamente con la firme intención de ser felices sin necesidad de fastidiar al vecino, robar a sus semejantes o abusar de alguien. Lo repito, son muchos y los hay en todas partes, son oficinistas, campesinos, empresarios, servidores públicos, estudiantes que sobreviven a un gobierno indeciso, a leyes ilógicas, a sistemas que los obligan a jugar a ser corruptos, a someterse a escalas jerárquicas de abuso, a las injusticias. Son primos míos, y tuyos, y vecinos de mis hermanos, e hijos de tus compadres, y parientes de todos nosotros, y otros que no conocemos, heterosexuales y gays, judíos y católicos, intelectuales y obreros, chivas y americanistas, gente buena que mantiene el funcionamiento de este país.
Pero con frecuencia olvidamos que es un abuso repetir que nadie lee, que toda la gente es corrupta, que toda la gente es floja, que toda la gente es… la descalificación colectiva no es válida, especialmente cuando descubrimos a un ejidatario trabajando desde las 5:00 de la mañana; cuando encontramos a la gente viajando tres horas para llegar al trabajo; a las personas que trabajan en una oficina pública y no tranzan; a los bomberos luchando con muy poco equipo; a los policías que soportan agresiones de los automovilistas y que no piden mordida; a las marchantas del mercado que dan kilos de a kilo. Todos ellos, también son mexicanos, y son de los mexicanos que valen pero que a veces olvidamos.
Mencionamos a muchos y nos faltan muchísimos más. Nombrarlos sería limitarlos a un listado, porque hay ocho mil Fernandos, treinta mil Guadalupes, cientos de Figueroas, doscientos mil tapatíos, enormes cantidades de totonacas, tzeltales, universitarios, pescadores… y estoy seguro que estás tú, y otros lectores de este texto, porque no somos perfectos pero tenemos voluntad para cambiar este país que, hoy, es indigno de nuestros hijos. Por eso conviene destacar a tantos mexicanos de cinco estrellas como sea posible, cada quien puede hacer su propia lista que incluya a próceres, a empresarios, a funcionarios, pero también a una tía, a unos amigos de la escuela, a músicos y artistas que buscan rescatar la belleza de este país.
Todo es cosa de asomarse, no te quedes con la primera impresión. México no huye todos los días por un túnel ni pide una comisión por proyectos públicos ni promete mentiras ni toma dinero que no es suyo ni destroza el medio ambiente. No todo México. No todos los mexicanos. No el México de la mayoría que nos anima a corregir el México defectuoso, aquel que frecuentemente recibe la mayoría de los reflectores y las ocho columnas.